viernes, 1 de febrero de 2008

VOX POPULI, VOX DEI








Vox Populi, Vox Dei


Después de leer El nacimiento de una medicina milagrosa uno podría preguntarse "¿ocurrió en verdad así?" si anda de ánimo y buena fé, o "vamos, es una historia para niños, es la ciencia la que le encontró propiedades curativas" si camina entre senderos de probetas y microscopios. Los más estrictos fundamentalistas espirituales dirán "no hay referencias en los textos sagrados de ese evento, ni autoridad religiosa alguna valida lo dicho por el autor". Al final, nada de esto importa, aunque son de destacarse algunas cosas, sólo por no dejarlas en el olvido:

----1. He encontrado referentes históricos del Cardo Mariano que lo consideran como una medicina pocos decenios después de transcurrido el suceso que narro, situado justamente en el periodo en el cual Herodes era rey y Jesús un niño de pecho. Antes de la fecha en la que se sitúa este hecho no he hallado constancia histórica del uso de esta planta como remedio herbolario para mal alguno.

----2. Creer si fue María quien bendijo este espinoso vegetal con su sangre y su leche queda a disposición del espíritu de aquellos que tienen fé; es optativo, no obligatorio. Incontables son los casos en que La Reina ha bendecido algo o a alguien de manera extraoficial y efectiva con su amor.

----3. Con mucha constancia son mitos y leyendas los que permiten contar al pueblo su historia como parte de la tradición oral para que, enmascarada y protegida por la fantasía, perdure a través del tiempo y dé una lección a sus descendientes que de otra manera se perdería. No creo que nadie quisiera enterar de este milagro a Herodes o a sus descendientes y sucesores, ni creo tampoco que de haberlo conocido estos últimos, lo hubieran publicitado, sino al contrario y por obvias razones. Fue el pueblo el que se encargo de transmitir el origen y existencia de un remedio, heredado por su regidora para ellos y los suyos, de madre a hija, de boca a oído, de manos a ojos.

----4. No quiero romper con la tradición de contar la historia que acompaña a esta planta, le creo y también a sus personajes; por ella me explico el milagro de esta medicina.

----5. Conozco peregrinos que han regresado de Tierra Santa, y han visto en sus lares aquel Cardo primigenio conservado como una reliquia que sigue dando fe de lo ocurrido hace dos milenios. ¿Debería dudar de sus testimonios gratuitamente aunque concuerden con la historia que consigno?

----6. Al final, he encontrado dos tipos de gentes: las que creen y las que no, y han sido sólo las que han creído quienes han tenido la oportunidad de verificar por sí mismos si es verdad o no lo que la fé y la ciencia aseveran. "Benditos los que creen", dice Dios, y así es, ha sido y será por siempre.


Abrámosle el corazón a la fé,
démosle una oportunidad al milagro.


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Cuando rondaba los quince años el Tepezcohuite hizo su debut en los medios porque fue lamedicina que por esos días se encargó de salvar de la muerte y el desfiguro a las víctimas de San Juanicoque gozaron de la oportunidad de recibirlo como terapia en la Cruz Roja de La Raza, ¿lo recuerdas?Cuando conocí esta maravilla no sólo me enamoré del Mimosa Tenuiflora Poir, quise ademáscompartirlo con todo el mundo. Mi primer paciente fue ni más ni menos que mi propio padre. La úlceraque había tenido por años cedió ante las propiedades regenerativas tisulares y cicatrizantes de mi amadísimo Tepez. Mientras yo comprobaba cómo la naturaleza era capaz de lograr lo que la ciencia no,en los medios de “información” se llevaba a cabo una campaña de difamación en contra de la cortezamilagrosa y su principal difusor, el Ingeniero Roque León (que además, aunque no lo sabía por entonces,vivía justamente en la calle de la farmacia y de mi casa, Sinaloa; imagínate cómo me hubiera puesto desaber esto en esa lejana adolescencia). Tuve la oportunidad de constatar dos cosas antitéticas: por un ladoun hombre había salvado vidas atormentadas por la irresponsabilidad del Estado (no olvidemos jamásque la tragedia de San Juanico se debió a la irresponsabilidad de los ingenieros de Pemex), y por el otroese mismo Estado criminal y asesino se dedicaba a través de uno de sus brazos, la Secretaría deSalubridad y Asistencia, a denostarlo, a acusarlo de charlatán, a atajarle el paso. ¿Por qué ocurría esto?,ah, algo simple yacía por debajo de esas vilezas motivándolas, alimentándolas, promoviéndolas: losintereses de los laboratorios farmacéuticos que fabricaban cremas para quemaduras sólo de primergrado, inútiles en lesiones de segundo y tercer grado, a contrapartida del Tepezcohuite, y que se hallabanamenazadísimos por la efectividad demostrada “in situ” por esta panacea del quemado en las víctimassanadas de San Juanico. Allí aprendí de una vez y para siempre que entre ciertos doctores casualmenteaquellos que están en el poderylos laboratorios existe un contubernio digno de las cloacas del infierno,y que uno no podía confiar su vida y su salud a un par de prostitutos sedientos de dinero, fama y poder.De un tajo, los laboratorios y sus siervos galénicos encontraron un descrédito en mi alma lleno detristeza, de odio, de frustración y de desprecio. Y así sigo Rafa. Ese sentimiento no ha cambiado unápice. Son más de 20 años con el alma incubada de una energía que por fin ha encontrado su cauce. Peroantes de hablar de esto, quiero destacarte algo singular y que demuestra de forma evidentísima la putezde doctores y diputados: la campaña que los prostidoctores y sus mandamaces de los laboratoriosllevaron a cabo alcanzó al Congreso, al antro donde la infamia toma forma de ley. También a losculigordos de las curules les llegó su cochupo. En poco tiempo se pergeño una ley “ad hominem”, esdecir hecha a propósito para un hombre específico (como cuando se derogó la ley que obligaba a uncandidato presidencial a ser hijo de mexicanos, para favorecer al zorro de Vicente, cachorro del burdelyankee), y en este caso escrita para impedir que Don Roque pudiera promover su medicina con el títulocorrespondiente de tal, y abundando en sus propiedades terapéuticas, so pena de multa, o cárcel. A partirde esta ley, cualquier presentación de Tepezcohuite tenía que llevar impreso de manera clara el mensajefalsario que le advertía al consumidor “que este producto no tiene propiedades terapéuticas y su uso esresponsabilidad de quien lo recomienda y de quien lo usa”, suficiente para asustar a los incautos que yano pudieron informarse de las bondades milagrosas de la corteza del árbol chiapaneco por ningún medio.

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