lunes, 19 de noviembre de 2007

para dejar de ser indio


Ojarasca 127 noviembre 2007

Para dejar de ser indio



Cuando ya no quieras ser indio, ve al norte
donde matan a los indios.

(Espero que sepas vivir sin agua
y que puedas nadar.)

Consíguete un celular
y el número del chamán
de la esquina.

Remítele dinero por Western Union
para tu incienso.

Ofréndale humo para dejar de ser indio:
Pena perpetua por dejar de ser indio.

Ve al norte
a donde los kwakiutl queman su prosperidad.
Se limpian
de la envidia
con el fuego.

El dinero en la hoguera emite un incienso
tan fino como el de la sangre humana.

Las diosas de los indios
se vuelven putas.
Trabajan los hoteles de Cancún
y Phuket
mamando al patrón
Don Dinero.

Traen en sus vientres, en su esperma,
mano de obra barata.
Semental para el banquete de los prósperos.
Mina de oro para la verga del Emperador.

¿Cuánto quieres por tus pobres?
—Por gruesa valen tanto
más gastos de envío.

Perro negro
te pasa al otro lado.

Si no vas a ser indio, tienes que olvidar algún idioma cochino
que te enseñó tu madre.

Si tu abuela sabe tejer, cómprate un suéter de acrílico
en la ropa usada, algo que no creció en la tierra.

Olvídate cómo menear el pozol, deja de trenzarte el pelo...
Descubre el Progreso en las telenovelas.

Aprende el inglés y cómprate zapatos que aprietan.
De preferencia ya no camines. Mucho menos con mecapal.

Un caballero siempre va montado en el lomo de los demás.
Con escudo de armas y castillo.

No vayas a construir con lodo.
La tierra es sucia,
del color de los indios.
Tienes que tragar grasa,
quemar petróleo y
hablar a tus hermanos
en un tonito que indique que UD es UD.
Don din don
y que ellos son los indios,
los muchachos a quien les puedes exigir lo que se te pegue la gana.

«Lámeme esto» les podías ordenar.
«Límpiame aquí.»

Consíguete un perro fino. De pura raza.
Si eres gringo, pondrías un nombre maya a tu perra:
Natik, por ejemplo,o Rin Tin Tin.

Los ladinos —indios que ya no son indios—
nombran a sus perros en inglés: Lady, Lassie, Ringo.
Es mal visto ponerle nombre
de gente
a los perros.

Tienes que cambiar de olor, échate perfume de marca.
Si traes lodo en tu pie o apestas a fogón
no tienes utilidad comercial
para los amos.

No sirves de nada
si no compras.

Si quieres dejar de ser indio
ve al norte
a gastar;
aprende a consumir

y sobrevivirás

otro rato.



Ámbar Past


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jueves, 1 de noviembre de 2007

una dulce mentira: el aspartame.

EL ASPARTAMO, ¿UN EDULCORANTE PELIGROSO?

El aspartamo (E-951) -uno de los edulcorantes más utilizados del mundo- vuelve al primer plano de la actualidad a raíz de un reciente estudio de la Fundación Ramazzini para la Investigación y Prevención del Cáncer que acaba de publicarse en Enviromental Health Perpspectives según el cual un consumo excesivo del mismo podría contribuir a la aparición de linfomas y leucemia, especialmente entre los más jóvenes. Aún no ha habido reacción por parte de la FDA o los responsables europeos -que siempre han negado esa relación- pero el Center for Science in the Public Interest -importante organización sin ánimo de lucro destinada al control de la alimentación y los aditivos en Estados Unidos- ha pasado el aspartamo de la categoría de Úsese con precaución a la de Debe evitarse.

Pocos productos relacionados con la alimentación han estado sometidos a tanta polémica como el aspartamo, aditivo internacionalmente conocido como E-951. Desde su descubrimiento de forma casual en 1965 -cuando la empresa norteamericana G.D. Searle & Co se encontró con él mientras buscaba un medicamento contra la úlcera- ha sido centro de numerosas controversias científicas y luchas de poder -político y económico- capaces de provocar un justificado escepticismo sobre el papel real de las autoridades reguladoras responsables de velar por la seguridad de los alimentos.
El aspartamo es hoy, tras la sacarina, el segundo edulcorante artificial más usado en el mundo -sólo en Estados Unidos se consumen más de 8.000 toneladas al año- aunque en términos de consumo mundial representa el 62% del mercado. Según estimó en el 2005 el Centro de Información sobre el Aspartamo lo consumen habitualmente más de 200 millones de personas. De hecho se encuentra en ¡más de 6.000 productos! incluyendo bebidas no alcohólicas carbónicas, chocolates, chicles, caramelos, postres, yogures y productos farmacéuticos como los jarabes para la tos sin azúcar. Aunque su importancia viene dada sobre todo por su presencia en las denominadas bebidas light.
Para los organismos reguladores está demostrada de forma suficiente su seguridad; tanto para la FDA -la agencia que controla los alimentos y fármacos en Estados Unidos- como para el Comité Científico para la Alimentación de la Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea. Y para muchos con eso es suficiente. Las empresas que lo usan, ante cualquier cuestionamiento sobre su seguridad, se refugian en lo obvio: "El E-951 está aprobado por las autoridades competentes ante quienes ha demostrado su seguridad".
Y, sin embargo, ex funcionarios de la propia FDA -el primer organismo que dio su aprobación-, organizaciones de consumidores, médicos e investigadores independientes lo relacionan desde hace años con gran número de síntomas y patologías considerándolo un neurotóxico capaz de provocar cuando se ingiere o acumula en cantidades importantes comportamientos agresivos, desorientación, hiperactividad, entumecimiento de las extremidades, excitabilidad, pérdida de memoria, debilitamiento de la vista con pérdida de la percepción de profundidad, disfunciones hepáticas, oscilaciones severas de humor, degeneración neurológica y cáncer.
El estudio más reciente sobre él -publicado el pasado 8 de Agosto en el European Journal of Clinical Nutrition con el título Efectos directos e indirectos del aspartamo sobre el cerebro y efectuado por un equipo de investigadores surafricanos integrado por Humphries, Pretorius y Naudé- señala: "Creemos que la ingesta excesiva de aspartamo puede estar implicada en la patogénesis de ciertos desórdenes mentales pudiendo comprometer además funciones emocionales y de aprendizaje".
Aunque el último gran toque de atención -de una larga lista de estudios y manifestaciones en contra- lo ha dado un estudio independiente del Centro de Investigación del Cáncer Cesare Maltoni de la Fundación Europea Ramazzini de Oncología y Ciencias Ambientales. Y es que tras una larga investigación sobre 400 ratas de laboratorio Sprague-Dawley el estudio -publicado antes de verano en el Environmental Health Perspectives , publicación del U.S. National Institute of Environmental Health Sciences- concluye de manera categórica: "Los resultados de la prueba biológica de carcinogenicidad confirman y refuerzan la primera demostración experimental de carcinogenicidad multipotencial del aspartamo a un nivel de dosis cercano a la dosis diaria admisible para los seres humanos. El estudio demuestra además que cuando la exposición al aspartamo comienza durante la vida fetal sus efectos carcinógenos aumentan". Añadiendo: "Ante estos resultados entendemos que deben revisarse sin demora las actuales normas reguladoras sobre el uso del aspartamo". Más claro, agua.

¿POR QUÉ LAS RATAS NO DEBEN TOMARLO Y NOSOTROS SÍ?
En un enmarañado mundo de cifras y datos, estudios patrocinados y sesgados superpublicitados, y estudios independientes casi silenciados sólo le queda al consumidor tratar de certificar la fiabilidad de cada cual. Por eso los resultados de la Fundación Ramazzini adquieren especial importancia ya que su independencia y compromiso con la seguridad alimentaria está contrastada.
Los datos fueron publicados en una revista científica internacional de prestigio, sometidos al sistema de revisión y presentados en una reunión científica celebrada a mediados de septiembre del 2006 en Italia bajo el título Afrontar el futuro a la luz del pasado: viviendo en un mundo químico. Y el director del trabajo, Morando Soffritti, recibió el pasado 23 de abril el Premio Irving J. Selikoff en la Mount Sinai School of Medicine en Nueva York. Y su discurso se tituló Carcinogenicidad del aspartamo: lecciones que debemos aprender.
Los trabajos de Soffritti son producto del esfuerzo emprendido por la Fundación Ramazzini para tratar de evaluar los potenciales riesgos carcinogénicos de edulcorantes artificiales, colorantes, conservantes y suplementos dietéticos ante la evidente falta de datos experimentales y epidemiológicos que hay a nivel internacional. Con tal objetivo comenzaron en 1985 una serie de grandes experimentos llevados a cabo en el Cesare Maltoni Cancer Research Center (CMCRC) habiéndose estudiado ya la carcinogenicidad de 12 productos diferentes, entre ellos el aspartamo.
Motivos altruistas, prestigio e independencia parecen avalar pues las investigaciones realizadas. Soffritti y su equipo ya hicieron sonar las alarmas hace dos años tras un trabajo similar realizado con 1.800 ratas y que se publicó en el European Journal of Oncology. "Se ha demostrado por primera vez experimentalmente -afirmaban en su investigación- que el aspartamo causa un aumento estadístico significativo -vinculado a la dosis- de linfomas y leucemias en ratas hembras a niveles de dosis muy cercanas a las que los seres humanos pueden estar expuestos (…) Estos experimentos demuestran que el aumento en linfomas y leucemias observados en el estudio del aspartamo podría estar relacionado con el metanol, un metabolito del aspartamo que se metaboliza a formaldehído y después a ácido fórmico en seres humanos y ratas".
No han sido los italianos, por cierto, los primeros en alertar de la peligrosidad del formaldehído. Ellos se han limitado a contrastar lo evidente. La Agencia para la Investigación del Cáncer (IARC) dependiente de la OMS señalaba en un texto publicado el 1 de septiembre del 2004 lo siguiente: "En conjunto, el Grupo de Trabajo concluyó que el formaldehído es carcinógeno en humanos (Grupo 1) basándose en la existencia de pruebas suficientes en humanos y en animales de experimentación lo que supone una clasificación más alta que las evaluaciones previas de la IARC". Y ya en 1998 un estudio de Carmen Trocho y otros investigadores españoles del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona habían dado un paso muy importante al ratificar la peligrosidad del formaldehído en un estudio titulado Formaldehyde derived from dietary aspartamo binds to tissue components in vivo.
"Los efectos acumulativos -señalaban entonces los investigadores españoles- sugieren que la ingesta regular de aspartamo puede dar lugar a la acumulación progresiva de agregados de formaldehído. Puede especularse más a fondo que la formación de agregados puede ayudar a explicar los efectos crónicos que puede inducir el consumo de aspartamo en tejidos sensibles, tales como el cerebro. En todo caso, los posibles efectos negativos que la acumulación de formaldehído puede inducir son, obviamente, a largo plazo. La alteración de la integridad y de la función de la proteína puede necesitar un cierto tiempo para inducir efectos sustanciales".
Convencidos de sus datos los investigadores de la Fundación Ramazzini buscaron ser todavía más concluyentes. Reevaluaron sus datos del 2005 en un artículo publicado en el 2006 en Environmental Health Perspectives bajo el título Primera demostración experimental de los efectos carcinógenos multipotenciales del aspartamo administrado con la alimentación a ratas Sprague-Dawley.
"Nuestro estudio -concluían ya entonces- demuestra que el aspartamo es un compuesto carcinógeno multipotencial cuyos efectos carcinógenos son evidentes incluso en una dosis diaria de 20 mg/kg, mucho menor que la ingesta diaria admitida actualmente para los seres humanos en Europa (40 mg/kg) y en Estados Unidos (50 mg/kg) (…) La decisión de utilizar datos experimentales para proteger la salud pública es importante porque el tiempo de uso masivo del aspartamo sigue siendo demasiado breve para haber producido datos epidemiológicos sólidos. Por otra parte, es inverosímil que suficientes datos epidemiológicos vayan a estar disponibles en un futuro próximo dada la dificultad de encontrar a un grupo de control que no se haya expuesto a este compuesto extensamente difundido".
Finalmente, el estudio del 2007 no sólo confirma todos los datos anteriores sobre la "carcinogenicidad multipotencial del aspartamo a un nivel de dosis cercanas a la dosis diaria admisible para los seres humanos" sino que además señala el aumento de los riesgos de carcinogenicidad que para los fetos supone el consumo de aspartamo por parte de sus madres.
A este respecto, uno de los médicos que más ha estudiado los efectos del aspartamo, el neurocirujano norteamericano Russell Blaylock -autor del libro Excitotoxinas: el gusto que mata-, escribió al Miami Herald tratando de contestar a quienes desde la industria criticaron el primer estudio italiano. "Se sabe -señaló, entre otras cosas- que la cantidad de fenilalanina tóxica que alcanza al bebé es dos veces más alta que la que puede encontrarse en la placenta de la madre porque ésta concentra la toxina".

MANTENERLA Y NO ENMENDARLA
La respuesta oficial a los estudios de Soffritti, lamentablemente, ha sido la esperada. Como en las películas de Charlot, las autoridades han decidido mirar hacia otro lado y no hacer nada. Bueno sí, hicieron lo de siempre. Tratando de quitar peso a las primeras investigaciones de Soffritti del 2005 se refirieron a una macroencuesta sobre hábitos alimenticios de los norteamericanos -curiosamente, aparecida meses después- que les permitió concluir -anunciándolo a bombo y platillo- que el aspartamo no presenta riesgos. Se olvidaron de decir que en la macroencuesta sólo había dos preguntas referidas a la ingesta de edulcorantes con café o té, o que los encuestados eran todos mayores de 50 años, personas en las que difícilmente se puede encontrar el mismo efecto acumulativo que en los niños.
Eso fue el año pasado. Ahora, tras los nuevos resultados de Soffritti, tampoco parece que vaya a haber movimientos por parte de los reguladores. Sobre todo porque ¡qué casualidad! no han pasado seis meses desde la aparición del estudio de Soffritti y ya se ha publicado un nuevo trabajo que ratifica las bondades del aspartamo. Un estudio de la Universidad de Maryland que ni siquiera es una nueva investigación sino un repaso de la controvertida documentación existente. Y en él, además de descalificar el estudio italiano, se concluye que el aspartamo es completamente seguro. "El panel ha llegado a la conclusión -explicaría Bernadene Magnuson, profesor auxiliar de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la citada universidad- que el aspartamo es un dulcificante de alta intensidad bien caracterizado, estudiado a fondo y con una historia larga de uso seguro en el suministro de alimentos. No encontramos ninguna relación con el cáncer o funciones neuronales. Es más, pensamos que el aspartamo podría reducir el contenido calórico de una variedad amplia de alimentos". Eso sí, lo que no dijo Magnuson ni las publicaciones que se hicieron eco sin más del estudio bajo titulares del tipo El aspartamo es seguro es que el mismo fue pagado por el mayor fabricante de aspartamo del mundo, Ajinomoto Co. Algo que sus autores pretenden hacer creer que no sabían a pesar de que fueron seleccionados por una consultora -el grupo Burdock- vinculado a la industria alimentaria.
Así que no es de extrañar que portavoces de la FDA insistan en que de momento no hay necesidad de reevaluación ya que los datos de la Fundación Ramazzini no concuerdan con los de los estudios que consideran al aspartamo un producto sin riesgos. Por alguna extraña razón dan más crédito a estudios muy anteriores o financiados por los propios fabricantes que a éstos últimos, realizados con independencia, más medios y mejores procedimientos.
Las empresas que lo usan, por su parte, encuentran cómodo refugio en los permisos obtenidos. Merisant -fabricante de Equal, unos de los edulcorantes que contiene aspartamo- asevera en una declaración colocada en su web: "La seguridad del aspartamo ha sido confirmada por autoridades reguladoras en más de 100 países, incluyendo la FDA en EEUU, el Ministerio de Salud en Canadá y el Comité Científico de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre alimentación así como por expertos en alimentación de las Naciones Unidas, la FAO y la Organización Mundial de la Salud". En España una de las marcas más conocidas, Natreen, comercializa edulcorantes en forma de fructosa, de comprimidos (elaborados con ciclamato, sacarina y taumatina), en forma líquida (con ciclamato, sacarina y fructosa) y en forma granulada -usada sobre todo para espolvorear- que sí contiene aspartamo. Y sobre él su página web afirma, tras decir que no es apto para fenilcetonúricos y "se digiere al igual que cualquier otra proteína" que "ni el aspartamo ni sus componentes se acumulan en el cuerpo". En cuanto a Nutrasweet -vinculada a Monsanto, la principal distribuidora del edulcorante-, mantiene en su página web similares argumentos sobre la seguridad del aspartamo: "Las alegaciones de algunos individuos de que el aspartamo puede relacionarse con una miríada de dolencias no se basan en ciencia y pueden considerarse 'mitos urbanos'. Las demandas infundadas sobre el aspartamo han sido rechazadas por organizaciones independientes expertas tales como la National Multiple Sclerosis Society, la Alzheimer's Association, la National Parkinson Foundation, Inc., la Lupus Foundation of America y la American Cancer Society. La seguridad del aspartamo se ha documentado repetidamente y se apoya sobre tres décadas de investigación con cerca de 200 estudios científicos". Vale, ¿y por qué entonces las ratas no deben consumirlo y nosotros sí?

¿A QUIÉN HACER CASO?
En suma, si no conociéramos la verdad de la relación de la industria con los reguladores, medios e investigadores podríamos dar por concluido aquí el artículo. ¡Las autoridades han hablado! Pero antes de hacerlo bueno será que el lector conozca algunos datos poco conocidos que le permitirán contrastar las afirmaciones de la industria. El ya mencionado doctor Blaylock, primer neurocirujano en utilizar suplementos nutricionales con importantes resultados en traumas craneocerebrales, fue concluyente al referirse al primer trabajo de Soffritti: "El estudio publicado en el European Journal of Oncology por Morando Soffritti y sus compañeros de trabajo -escribió- debe preocupar a las madres y a todos aquellos consumidores de productos edulcorados con aspartamo". Añadiendo: "Puesto que el aspartamo puede aumentar la obesidad e incluso causar el Síndrome Metabólico que afecta a 48 millones de americanos no hay razón alguna para consumir ese producto jamás. Debería ser prohibido inmediatamente al menos en todas las escuelas".
Y Blaylock no es el único que opina así del aspartamo. Algunas importantes organizaciones de consumidores han dado también la voz de alerta después del estudio de Soffritti. El Center for Science in the Public Interest (CSPI) ha solicitado la reevaluación del aspartamo. "Dado que el aspartamo se consume masivamente -ha declarado su Director Ejecutivo, Michael F. Jacobson- es urgente que la FDA reevalúe si realmente se puede afirmar que hay 'certeza razonable' de que no daña y cumple el estándar usado para calibrar la seguridad de los aditivos alimenticios". Sin embargo, su falta de fe en los cambios ha llevado a Jacobson a ser concluyente en su llamamiento a los consumidores. "Los consumidores, particularmente los padres, no deberían esperar a que la FDA actúe. La gente no debe asustarse sino sencillamente dejar de comprar bebidas y alimentos que contengan aspartamo".
Recordemos que el Center for Science in the Public Interest (CSPI) no es una organización más de consumidores. Lleva desde 1971 defendiendo la seguridad en la alimentación y su boletín de noticias -Nutrition Action Healthletter- cuenta con 900.000 suscriptores en Estados Unidos y Canadá siendo el de mayor circulación en Norteamérica. David Kessler, antiguo máximo responsable de la FDA, se refirió al CSPI como "uno de los mayores avances para la salud pública del siglo". Y este mismo año la FDA le ha concedido el honor más alto de la agencia: la Harvey W. Wiley Special Citation. La anfitriona del acto de entrega, la conocida y multimillonaria periodista Oprah Winfrey, se refirió durante la entrega al boletín del CSPI -el Nutrition Action Healthletter- como "la voz crítica que hace sonar las alarmas de la seguridad alimentaria". El CSPI sigue además una rigurosísima política de fiscalidad de sus fondos y no admite ningún tipo de apoyo de la industria.
Pues bien, esta importante organización acaba de cambiar la clasificación del aspartamo en el Directorio Químico -puede consultarla en su web: www.cspinet.org/reports/chemcuisine.htm- pasándolo tras los últimos estudios del "Úsese con precaución" al "Debe evitarse".
"La cuestión es que el consumo de por vida del aspartamo -puede leerse en ella- aumenta probablemente el riesgo de cáncer. La gente -especialmente los jóvenes- no debería consumir los alimentos y bebidas endulzadas con aspartamo. Debería cambiar a los productos azucarados con Sucralose (Splenda) y evitar todo alimento endulzado artificialmente". Y recuerda luego que "otros dos edulcorantes artificiales, la Sacarina y el Acesulfame-K, han sido también relacionados con un mayor riesgo de cáncer".
El doctor H. J. Roberts -otro de los médicos que ha estudiado más a fondo el tema habiendo acumulado miles de casos- ha escrito por su parte un libro titulado Aspartame Disease an Ignored Epidemia de 1.038 páginas en las que analiza las consecuencias derivadas de la ingesta de aspartamo.
"Ahora -dijo Roberts tras conocer el estudio de Soffritti- es incumbencia de los investigadores de leucemia y linfoma investigar sobre el uso rutinario que sus pacientes hacen de productos que contengan aspartamo. Y es también altamente relevante el aumento llamativo del linfoma cerebral primario que notifiqué en mis libros y artículos. Es un linfoma único de cerebro que la mayoría de los neurólogos no habían visto antes de la disponibilidad del aspartamo". Roberts afirma además que existe una clara interacción entre el aspartamo y el glutamato monosódico (E-621) (vea en nuestra web -www.dsalud.com- lo publicado en el nº 89 de la revista) con el aumento de casos de esclerosis múltiple por la acción de las excitotoxinas sobre la mielina. "El aspartamo -ha escrito Roberts- contiene la excitotoxina aspartato en el 40% de su estructura molecular. Y numerosos estudios han demostrado que el consumo de aspartamo puede elevar perceptiblemente el nivel de esa excitotoxina en la sangre. Hay una situación común durante la cual la exposición a la excitotoxina es incluso mayor: cuando el aspartato (como aspartamo) se combina en la dieta con el glutamato monosódico (E-621) los niveles en sangre son varias veces más altos de lo normal".

VOLVER A LOS INICIOS
Lo significativo del estudio de Soffritti es que en realidad no hace sino reafirmar los argumentos de los primeros investigadores de la FDA que en la década de los 70 señalaron ya que el aspartamo era cancerígeno. Permítasenos pues un poco de historia.
En 1973 la FDA descartó su comercialización ante las dudas sobre su toxicidad pero en 1974, sorprendentemente y a pesar de la información de sus archivos, lo aprobó como aditivo para alimentos secos.
Ese mismo año el neurólogo John Olney -de la Universidad de Washington- se hizo eco de varios estudios que mostraban la vinculación del aspartamo con la aparición de tumores cerebrales en ratas y solicitó a la FDA junto a la organización Consumer Action for Improved Foods and Drugs una investigación del proceso de aprobación. Como consecuencia la FDA emprendió en 1976 una investigación sobre la seguridad de los estudios presentados por G.D. Searle & Co (que más tarde compraría a Monsanto). Los resultados indicaron que las pruebas estaban llenas de inexactitudes y datos maquillados. Al punto de que la FDA, por primera vez en su historia, solicitó a la Fiscalía General de Estados Unidos una investigación para averiguar si G.D. Searle & Co estaba cometiendo un delito por "ocultar hechos materiales y realizar falsas declaraciones en las pruebas de seguridad del aspartamo". Uno de los investigadores que participaron en la amplia investigación que la FDA hizo sobre la calidad de los estudios experimentales realizados por o para G.D. Searle & Co entre 1964 y 1979 cuya firma aparece -junto a la de otros- en el informe final de las investigaciones -conocidas también como Searle Task Force Report- fechado el 24 de marzo de 1976 fue Adrian Gross. Y éste, en una carta de noviembre de 1987 dirigida al senador norteamericano Howard Metzenbaum, recuerda que el máximo responsable de la FDA en 1976, el doctor Alexander Schmidt, llegó a manifestar que la FDA no confiaba en los estudios realizados por o para G.D. Searle & Co. "Una vez que tal determinación se hizo al más alto nivel de la FDA -escribe Gross- parece como poco extraño que básicamente los mismos estudios pudieran servir de base para una posterior decisión señalando que los mismos demostraban la seguridad del aspartamo". ¿Qué pasó? ¿Por qué se aprobó?
Quizás lo explique el que Sam Skinner -el fiscal encargado de llevar a G.D. Searle & Co ante el Gran Jurado- tras reunirse en febrero de 1977 con los abogados de la empresa -la firma de Chicago Sidney & Austin- renunciaba pocos meses después a su cargo para incorporarse al equipo de asesores jurídicos de G.D. Searle & Co. Es más, Skinner llegaría ser luego Secretario de Transporte y Jefe de Personal con George Bush padre.
Igualmente sorprendente fue que el fiscal que le sustituyó y retomó su trabajo, William Conlon, no avanzó nada. ¿Tendría que ver que acabara igualmente vinculado a G.D. Searle & Co en enero de 1979? El caso es que la actitud de ambos permitió que se cumplieran los plazos legales establecidos sin que la acusación pudiera prosperar y el Gran Jurado no fue convocado. Sin comentarios.
El 8 de marzo de 1977 G.D. Searle & Co nombraba a Donald Rumsfeld -entonces miembro del Congreso y antiguo Secretario de Defensa con la Administración Ford- nuevo Jefe Ejecutivo. Obviamente las cosas se mantenían pues controladas a nivel judicial... pero no avanzaban en el terreno científico. Es más, en 1980 un panel de investigadores elegidos por la FDA concluía que el Nutrasweet (aspartamo) no debía ser aprobado mientras no se hicieran más investigaciones. Con lo que G.D. Searle & Co decidiría jugárselo todo a la carta política. "En enero de 1981 -relata James Turner, director del The National Institute of Science, Law, and Public Policy en The History of the Aspartamo Controversy- Rumsfeld, en una reunión de directivos de ventas de la compañía, declararía que iba a realizar un gran esfuerzo para conseguir la aprobación del aspartamo ese mismo año. Y añadiría que para asegurarse de la aprobación en lugar de medios científicos usaría sus influencias políticas en Washington".
Y, efectivamente, así ocurriría. Ese mismo mes -el 21 de enero- Ronald Reagan juraba como presidente de Estados Unidos y poco después incluía en su equipo a Donald Rumsfeld -en ese momento, como decíamos, Jefe Ejecutivo de G.D. Searle & Co- quien inmediatamente elegiría como nuevo Comisionado de la FDA a Arthur Hull Hayes Jr, antiguo colaborador suyo vinculado a proyectos químicos en el ámbito de la Defensa. Pues bien, Hull Hayes impondría poco después su voto de calidad ante el empate surgido en la votación sobre la aprobación del aspartamo. Y gracias a ello, en noviembre de 1983, el aspartamo fue aprobado por la FDA para su uso en bebidas no alcohólicas. Acusado de aceptar regalos corporativos Hull Hayes tendría más adelante que abandonar la agencia. Algún tiempo después era consejero médico de ¡G.D. Searle & Co!
La aprobación del aspartamo sería recurrida y el caso llegaría al Tribunal Supremo de Estados Unidos que, sorprendentemente para muchos, rechazó la denuncia de que la FDA no había seguido los procedimientos adecuados para aprobarlo. Y no tuvo nada que ver que en ese país los jueces del más alto tribunal se nombren a propuesta del Gobierno ni que uno de ellos, el juez Clarence Thomas, hubiera sido entre 1977 y 1979 abogado de la División de Agricultura de Monsanto.
Adrian Gross, el toxicólogo de la FDA antes mencionado, terminaba en 1987 su carta al senador Metzenbaum con las siguientes conclusiones:
"1) Es imposible para nadie entender que los estudios experimentales de G.D. Searle Co sobre el aspartamo, que eran de una calidad inaceptable para la FDA en 1976, pudieran parecerle varios años después a esa misma agencia -esencialmente los mismos estudios- suficientemente fiables para determinar que sobre ese aditivo alimenticio existe 'una certeza razonable' de que es seguro para el consumo de los seres humanos.
2) Aunque contrariamente a la opinión de la FDA en 1976 la calidad de esos estudios pudiera ser fiable para tomar tal determinación al menos uno de esos estudios había revelado un aumento altamente significativo, vinculado a las dosis, en la incidencia de tumores cerebrales como resultado de la exposición al aspartamo.
3) El ADI (Ingesta Diaria Aprobada) de 50 mg por kg. de peso corporal del aspartamo fijado recientemente por la FDA para el consumo humano es alarmantemente peligroso ya que implica una ingesta extremadamente alta y, por tanto, un límite alto totalmente inaceptable de riesgo para los consumidores de aspartamo: entre uno y cinco de cada mil desarrollan tumores cerebrales como resultado de tal exposición.
4) Aunque en su informe la Oficina de Contabilidad del Congreso expresa la opinión de que la FDA 'siguió el proceso requerido para la aprobación del aspartamo (para la comercialización)' yo discreparía enormemente con tal evaluación".
Y el tiempo pasó. A principios de 1994 el Gobierno norteamericano reconocería que había cerca de 10.000 quejas sobre los efectos nocivos del aspartamo. De hecho, el 75% de todas las quejas recogidas en el Adverse Reaction Monitoring System eran sobre él. Después dejaron de contarse. Con la aprobación no habían acabado pues los problemas. Según James Turner "de 1985 a 1995 los investigadores hicieron cerca de 400 estudios sobre el aspartamo. Fueron divididos casi uniformemente entre los que daban garantías y aquellos que presentaban incógnitas sobre el edulcorante. G.D. Searle & Co financió el 100% de los que no encontraban ningún problema. Todo estudio que planteara incógnitas había sido financiado por fuentes ajenas a la industria".
En la misma línea, el doctor Ralph Walton -investigador independiente y autor de un trabajo titulado Adverse Reactions to Aspartamo: Double-Blind Challenge in Patients from a Vulnerable Population- señalaría que si se obvian los estudios financiados directa o indirectamente por la industria la gran mayoría de los restantes son negativos para el aspartamo.
Otro funcionario -Consultant FDA Regulatory Affaire- de la FDA, Michael Evangelisia, en una carta enviada en 1995 al editor del Creative Loagfing -publicación semanal de Atlanta (EEUU)-, además de relatar la peripecia del aspartamo hasta su aprobación -explicada de forma muy resumida en las líneas anteriores- añadía: "En mi opinión el aspartamo es una neurotoxina venenosa".
Pero la política oficial ya no cambió. Para cada acusación había una respuesta. En 1996 Michael Friedman, Deputy Commissioner for Operations en la FDA, defendió públicamente desde su cargo que el aspartamo nada tenía que ver con el incremento detectado de tumores cerebrales. También acabó siendo consejero médico en Monsanto/Searle en 1999. Otro más.

TAMBIÉN EN EUROPA
¿Y qué hay de su aprobación en Europa en el 2002? Pues hay que decir que la presencia de la doctora Susan Barlow al frente del panel que permitió la aprobación del aspartamo -así como la de otros miembros- fue muy contestada por su vinculación con el International Life Sciences Institute (ILSI).
Mark D. Gold -del Aspartamo Toxicity Information Center-, escribió por su parte un texto titulado Independent Analysis of the Opinion of the European Commission, Scientific Committee on Food: Update on the Safety of Aspartamo / E951 tras la decisión de la Unión Europea de aprobar el aspartamo en el que denunciaría las vinculaciones del ILSI con la industria. "El Instituto Internacional de las Ciencias de la Vida (ILSI) -escribió- es un grupo de la industria fundado en 1978 por Coca-Cola, Pepsi-Cola, la Fundación Heinz, General Foods, Kraft Foods (filial de Philip Morris) y Proctor & Gamble. Los fabricantes de aspartamo Monsanto y Ajinomoto tienen ramas en varias partes del mundo con miembros en el ILSI. Holanda Sweetener Company, otra compañía que vende aspartamo, es miembro de ILSI (ILSI 2003, The Guardian 2003). El ILSI financia la investigación sobre el aspartamo y otros productos de la industria. El ILSI Aspartamo Committee está compuesto por NutraSweet Company, Ajinomoto Co., Coca-cola Co., Pepsico, Inc., Royal Crown Co., Seven-Up, Inc. y otros fabricantes de los productos que contienen aspartamo [Gordon 1987]". Gold se refiere a la investigación de más de ocho meses de Gregory Gordon para la United Press International.
Además de la relación de Susan Barlow con el ILSI Gold señala a otros miembros del Comité Científico de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre alimentos: "Ronald Walker estuvo siete años como responsable en Europa del Scientific Committee on Toxicology/Food Safety del ILSI (Walker, 2001). Otro miembro del comité, W. H. M. Saris, fue presidenta del ILSI Scientific Committee on Nutrition (NUTRIM, 2000). En suma, al menos la mitad de los miembros del comité han estado implicados en proyectos de ILSI y/o participado en talleres de ILSI (ILSI 1999)".
En suma, la industria y los reguladores se reafirman en que el aspartamo es seguro y exhiben sus argumentos. "Hay un abrumador cuerpo de evidencia científica -se dice en la web de Nutrasweet- que demuestra claramente que el aspartamo, aún en cantidades muchas veces superiores a las que la gente consume normalmente, es seguro y no está asociado con efectos adversos para la salud. La FDA ha investigado las quejas presentadas desde 1982 e indica que no hay 'evidencia razonable de daño posible a la salud pública' y que 'no hay ningún patrón de síntomas constantes o únicos que se hayan relacionado con el aspartamo que puedan ser vinculados a su uso'".
En contraposición contamos con los testimonios de Soffritti, Trocho, Blaylock, Roberts, Gross, Gold y muchos otros más. Desde luego a nosotros no nos basta ya lo que nos digan la FDA o la Agencia Europea. Ambos organismos aprobaron en su día -porque eran "seguros"- el amianto, el DDT, el PVC y la talidomida o fármacos como el Vioox, el Agreal y muchísimos otros productos que luego hubo que retirar. Y no hablemos de los alimentos con grasas trans o acrilamidas. O del tabaco, los centros de trasformación, las torres de alta tensión, las antenas y aparatos de telefonía...
Lo hemos dicho muchas veces: el dinero lo corrompe todo. Afortunadamente, más allá de los intereses de unos y otros somos nosotros quienes elegimos qué consumir o no. Así que en lo que se refiere al aspartamo (E-951) usted verá. La responsabilidad es suya. Decida con la información que obra ahora en su poder.

Antonio F. Muro

Nos están matando...











GEORGE CARLO, LA BESTIA NEGRA DE LA INDUSTRIA DE LA TELEFONÍA MÓVIL

El doctor e investigador George Carlo encabeza probablemente la lista de personajes más odiados por la industria de telefonía móvil. Y es que entre 1993 y 1998 dirigió el programa Wireless Technology Research (WTR) -dotado con 28 millones de dólares aportados por la industria- para conocer la realidad de los efectos de la telefonía sin hilos.... y sus resultados fueron alarmantes pues relacionaban -ya entonces- la radiación de la telefonía móvil con serias enfermedades, cáncer incluido. Cuando presentó los resultados a los ejecutivos de la industria suponiendo que conociéndolos éstos tomarían medidas de algún tipo se encontró con que su respuesta fue intentar ocultarlos a toda costa. Hoy lleva ya varios años denunciando en todo el mundo -hace unos meses lo contó en el propio Parlamento británico- no sólo los potenciales peligros de las radiaciones microondas sino también que nadie parece estar dispuesto a desvelar la vergonzosa manipulación de la industria de telefonía móvil.

Cuanto más se profundiza en la relación existente entre nuestra salud y los campos electromagnéticos procedentes de los teléfonos móviles, las antenas, los transformadores, las torres de alta tensión e incluso la más moderna tecnología Wi-fi más puede apreciarse cómo se repite una vieja historia de la que ya conocemos el final. Ayer fue la industria tabaquera la que trató de ocultar y desbaratar los esfuerzos de quienes trataron de advertir de los graves efectos para la salud de la miríada de sustancias tóxicas presentes en el tabaco. Hoy son las industrias relacionadas con las emisiones electromagnéticas -telefonía móvil y compañías eléctricas principalmente- las que parecen seguir sus pasos.
Y es que cuando se intenta hablar con ellas de salud ambas reaccionan utilizando la misma estrategia que tan buenos resultados dio a los dirigentes del tabaco: ganar dinero hoy aplazando en los tribunales los problemas al máximo posible para que sean los directivos de mañana los que afronten las posibles demandas mientras ellos disfrutan ya de una jubilación de lujo. Y la estrategia es simple: basta negar fundamento científico a todo lo que les deja en evidencia, impulsar sólo investigaciones controladas que les beneficien, utilizar los medios de comunicación como altavoces de las informaciones que les son favorables y asegurar el futuro del negocio centrando sus campañas publicitarias en los más jóvenes -y por ello más vulnerables- mediante abusivas campañas de marketing que acaban convirtiendo su producto en algo "imprescindible" para sus vidas. Sólo hace falta dinero, mucho estómago y escasa ética.
En su día fue posible desmontar las mentiras de la industria del tabaco gracias en buena medida a Jeffrey Wigand, personaje que se convirtió en pieza clave para investigar y enjuiciar a las compañías tabaqueras. Hasta 1993 fue un importante ejecutivo de la empresa Brown and Williamson -llegó a ser vicepresidente de Investigación y Desarrollo- pero un día fue despedido por oponerse a la utilización de sustancias tóxicas y carcinogénicas. Dos años después, en 1995, participaría en un reportaje elaborado para el programa "60 minutos" -uno de los de mayor audiencia en Estados Unidos- y sus declaraciones ante los periodistas y la Justicia fueron vitales en las demandas que varios estados norteamericanos presentaron contra las tabacaleras en la década de los noventa. Pues bien, si el testimonio de Wigand fue vital en su momento para desvelar las oscuras tramas de la industria del tabaco quizás también lo sea en el futuro el de George Carlo, el científico que fue elegido en 1993 por la propia industria de las telecomunicaciones para dirigir una investigación que aclarara de forma definitiva si la telefonía móvil causa o no daños a la salud. Porque hoy Carlo, desde el Science and Public Policy Institute, se ha convertido en una de las "bestias negras" de la industria. Y es que lo que descubrió no ha gustado nada a sus patrocinadores. Se repite, en suma, lo que sucedió con las tabaqueras.
ERRORES QUE NO PUEDEN REPETIRSE
A quienes sigan creyendo a pies juntillas los argumentos de la industria -"No hay nada concluyente", "Las radiaciones electromagnéticas nada tienen que ver con el cáncer u otras enfermedades", "Los estudios científicos no demuestran nada"...- no estará de más recordarles que la jueza Gladys Kessler -en la última de las grandes resoluciones de Estados Unidos contra las compañías tabaqueras (17 de agosto de 2006)- sentenció que durante décadas esa industria tuvo "un comportamiento perverso mintiendo sobre los riesgos para la salud de sus productos".
"Este caso -puede leerse en el escrito de la jueza Kessler- es sobre una industria y, en particular, sobre unos demandados que obtienen sus beneficios y viven de vender un producto muy adictivo causante de enfermedades que provocan un número mareante de muertes por año, una cantidad inconmensurable de sufrimiento humano y una profunda carga para el sistema nacional de salud al que obliga a dedicar enormes sumas de dinero. Y los demandados sabían que era así desde hace 50 años o más. A pesar de lo cual, de forma consistente, repetidamente y con enorme habilidad y sofisticación negaron los hechos al público, al Gobierno y a la comunidad de salud pública (...) Para abreviar, los demandados comercializaron y vendieron sus letales productos con entusiasmo, con engaño, enfocados exclusivamente en el éxito económico y sin tener en consideración la tragedia humana y el coste social que exigió su éxito" (la negrita es nuestra).
Bueno, pues en este momento hay en Estados Unidos siete action-class -demandas masivas- contra las compañías de telefonía denunciando también ocultamiento por parte de la industria. En la página 58 de una de las demandas presentadas en Baltimore -ante la Corte del estado de Maryland- se alega que los abastecedores del servicio de telefonía móvil y los fabricantes de equipos no sólo saben que sus productos generan niveles peligrosos de radiaciones microondas sino que han intentado suprimir la evidencia científica que desvela esos peligros. Peter Angelos, conocido abogado que luchó contra las tabaqueras, presentó en enero pasado una demanda por 800 millones de dólares en nombre de un neurólogo que considera que su tumor cerebral es consecuencia de la negligente práctica de las compañías. En su demanda Angelos afirma que las empresas conocen perfectamente los daños que pueden provocar las emisiones electromagnéticas ¡desde la década de los años 60 del pasado siglo XX! "La industria -sostiene la demanda- ha actuado suprimiendo, desacreditando y/o reduciendo al mínimo lo que la ciencia iba averiguando a fin de tener las manos libres para fabricar y vender masivamente teléfonos móviles al público sin tener que someterse a unos mínimos estándares de seguridad".
Según el escrito de la Fiscalía General -el equivalente en Estados Unidos al Ministerio de Justicia- en el caso fallado por la jueza Gladys Kessler la conspiración habría comenzado ya ¡en diciembre de 1953! durante una reunión mantenida en un hotel de Manhattan por los entonces presidentes de las principales compañías del sector. Oficialmente se reunieron para crear un instituto de investigación pero la Fiscalía aseguraría durante el juicio que en realidad pusieron en marcha un amplio plan conjunto para hacer frente a las pruebas que amenazaban el negocio, un pacto sectorial para acallar los efectos negativos del tabaco en la salud. ¿Estamos viviendo algo similar en torno a los efectos de los campos electromagnéticos? ¿Cuántos cientos de millones de personas tendrán que morir antes de que se adopten medidas?
Afortunadamente la maquinaria legal contra la industria de la telefonía móvil ya está en marcha. Hasta el momento no existen resoluciones favorables en demandas anteriores pero lo mismo ocurrió en el caso de las tabaqueras. Al principio todos los fallos fueron en contra de los demandantes. Más de tres décadas y millones de muertos tardaron los tribunales en reconocer la realidad. Pero en mayo de 1994 cuatro mil páginas con informes confidenciales de la industria del tabaco llegaron de forma anónima a la oficina de Stanton Glantz, profesor de la Universidad de California. Eran documentos sobre los últimos treinta años de actividades de la empresa tabaquera Brown and Williamson en los que se reconocía internamente que el tabaco producía adicción, graves enfermedades y muerte. Mississipi se constituiría así en 1998 en el primer estado en llegar a un acuerdo con cuatro compañías que aceptaron pagar nada menos que 3.600 millones de dólares como indemnización por los daños producidos a la salud de los ciudadanos de ese estado. Tres estados más le seguirían en una primera fase hasta completar acuerdos por 36.800 millones de dólares. Finalmente, ante lo inevitable, la industria tabaquera pactaba con los 46 estados norteamericanos restantes la escalofriante cifra de 206.000 millones de dólares. En total, por ocultar, mentir, engañar y evitar ir a los tribunales las tabaqueras acordaron pagar a los estados ¡242.800 millones de dólares! (al cambio actual, unos 178.000 millones de euros). Un claro aviso para las empresas de telecomunicación y las compañías eléctricas...
Y CARLO LES "SALIÓ RANA"...
En 1993, con Bill Clinton recién elegido presidente de Estados Unidos, un hombre de negocios de Florida llamado David Reynard acudió junto a su abogado a un importante programa de televisión: Larry King Live. Había demandado a una compañía fabricante de teléfonos móviles porque en su opinión el tumor cerebral que había causado la muerte de su mujer era consecuencia de las emisiones electromagnéticas del teléfono móvil y la compañía conocía los potenciales efectos negativos. El pleito fue finalmente archivado pero la polémica generada por el caso llegó hasta el Congreso estadounidense. Y los miles de estudios que la industria aseguraba que probaban la seguridad de los móviles... no aparecieron. La realidad era que las empresas de telefonía móvil habían conseguido quedar al margen de cualquier regulación sobre seguridad argumentando simplemente que sus aparatos eran dispositivos "de baja potencia" que no producían efectos térmicos importantes.
Sin embargo, la presión sobre la FDA y la propia industria de las telecomunicaciones llegó a tal punto que ésta, finalmente, aceptó que se hiciera una investigación -conocida como Wireless Technologies Research (Investigación de la Tecnología Inalámbrica)- para disipar definitivamente las dudas planteadas sobre la seguridad de los aparatos y antenas de telefonía... siempre que la FDA se comprometiera a no regular el sector al menos hasta que finalizara el estudio. El acuerdo se cerró. Y para dirigir la investigación la patronal de los móviles, la Cellular Telecommunications Industry Association (CTIA), eligió a George Carlo, epidemiólogo, abogado y especialista en investigaciones sobre problemas de salud pública. Una elección que fue acogida con muchos reparos por los sectores más críticos ya que estaba considerado un hombre de la industria. De hecho había efectuado antes de su designación manifestaciones en las que decía que no había constatación científica de que las emisiones electromagnéticas fueran dañinas para la salud. El caso es que la CTIA puso en sus manos 28 millones de dólares para confirmarlo. Y Carlo empezó revisando el más de medio centenar de estudios que ya había y asegurándose la colaboración de más de 200 científicos de todo el mundo.
"Cuando me hice cargo del proyecto en 1993 -declararía posteriormente Carlo- me comprometí a liderarlo durante cinco años pero cuando publicamos en el New England Medicine los datos que demostraban que los teléfonos digitales interferían con los marcapasos la industria suspendió de inmediato la financiación del programa durante nueve meses. Ante la controversia me ofrecí a dimitir como director científico para que el trabajo pudiera continuar pero la FDA y la industria rechazaron mi oferta pidiéndome que permaneciera hasta el final del proyecto como condición para continuar la financiación que finalmente duró un año más de los cinco previstos a los que me había comprometido. El trabajo terminó a finales de 1999 en su debido momento". El problema es que a medida que Carlo profundizaba en la investigación y el plazo llegaba a su fin... las diferencias entre la patronal de las telecomunicaciones y él fueron en aumento.
Hoy los detractores de Carlo le acusan de haberse vuelto contra la industria por la decisión de ésta de no seguir confiando en él. Sus defensores, en cambio, hablan simplemente de su integridad profesional. La realidad es que Carlo -presunto "hombre de la industria"- se reuniría en febrero de 1999 con Thomas E. Wheeler -cabeza del lobby industrial y el hombre que seis años antes le había encargado la investigación- para anticiparle los resultados, advertirle que no podría asegurar ante los medios de comunicación que las ondas de telefonía no afectan a la salud y aconsejarle que la industria cambiara su política.
A mediados de junio de 1999, durante el encuentro State of the Science (El estado de la Ciencia) organizado para discutir el impacto de los teléfonos móviles en la salud que tuvo lugar en el Hyatt Regency Hote de Long Beach (California), Carlo expuso los resultados de la investigación ante más de cien científicos y decenas de periodistas. Y lo que dijo no gustó nada a la industria. Porque según expuso la evidencia recogida invitaba a ser prudentes. Carlo llegó a hablar de irresponsabilidad de la industria a la hora de valorar los riesgos y de negar información al público así como de la necesidad de variar los estándares de medición de riesgos abandonando la idea del efecto térmico como único posible efecto negativo sobre la salud.
La industria no le perdonó que adelantara las conclusiones ante la prensa. En el libro Cell Phones: Invisible Hazards in the Wireless Age -escrito por Martin Schram en colaboración con el propio George Carlo- se cuenta por ejemplo que Jo-Anne Basile -vicepresidenta entonces de la CTIA- le reprochó su comportamiento en uno de los pasillos delante de todos los que allí se encontraban. "¿Cómo te atreves a hablar así -le dijo- después de todo el dinero que te hemos pagado". Carlo se limitó a contestarla: "Yo me tomo mi trabajo muy en serio. El dinero no tiene nada que ver con esto".
"La conclusión general -declaró Carlo- es que la ciencia se está moviendo en un terreno gris que necesita más investigación pero sería inapropiado decir que los teléfonos inalámbricos y los móviles son seguros. Las empresas debieron haber explicado a la gente que se trata de una situación incierta y qué se puede hacer para minimizar los riesgos pero optaron por asegurarles que los móviles y los teléfonos inalámbricos son seguros cuando no está constatado. Además -y para mí fue lo más ofensivo, lo más arrogante e increíble- escogieron como blanco del mercado a los niños aun sabiendo que su cerebro absorbe gran parte de las radiaciones que generan los inalámbricos y los móviles".
Desgraciadamente nada cambió en los meses y años siguientes. Bueno sí, la vida de Carlo. Él y su familia -como también le ocurriera décadas atrás a Wigand- fueron amenazados físicamente, uno de sus hogares quedó destruido -los bomberos sospecharon que el incendio fue intencionado- y sufrió todo tipo de difamaciones en los medios y por parte de otros científicos. Afortunadamente todo ello, lejos de desanimarle, le llevó a convertirse en un auténtico martillo contra los comportamientos de la industria, los medios de comunicación y algunos de sus colegas al frente del Science and Public Policy Institute y, más concretamente, de su proyecto Safe Wireless Initiative.
LO SABEN Y LO NIEGAN
Han pasado casi diez años y siguen mareando la perdiz pero la realidad es que la industria de las telecomunicaciones es consciente de los riesgos de la telefonía móvil al menos desde finales de 1999. Con sus expectativas de que algo cambiara después de aquel mes de junio de 1999 truncadas Carlo envió en octubre de ese mismo año 30 cartas a los principales responsables de las compañías implicadas.
La carta dirigida a Michael Armstrong -Chairman and Chief Executive Officer de AT & T Corporation- lleva fecha de 7 de octubre. Y en ella -similar a las otras 29- Carlo le recuerda los datos aportados en la reunión de junio. Recordemos que era aún el año 1999 y Carlo el máximo responsable del estudio encargado por la propia industria. Bueno, pues en esa carta le explicaba textualmente lo dicho en aquella reunión:
"Informé específicamente de que:
-El índice de muerte por cáncer cerebral entre los usuarios que sostienen el teléfono apoyado en la cabeza es más alto que entre quienes utilizan el 'manos libres'.
-El riesgo de neuroma acústico -un tumor benigno del nervio auditivo que está en la gama de la radiación procedente de la antena de un móvil- es un 50% más alto entre quienes manifiestan llevar usando teléfonos móviles durante seis o más años. Más aún, la relación entre la cantidad de tiempo de uso del teléfono móvil y el tumor parece seguir una curva de dosis-respuesta.
-El riesgo de tumores epiteliales neuronales raros en el exterior del cerebro entre los usuarios de teléfonos móviles es más del doble -un aumento estadístico significativo de riesgo- en comparación con quienes no los usan.
-Parece existir una cierta correlación entre los tumores cerebrales que aparecen en el lado derecho de la cabeza y el uso del teléfono en el lado derecho de la cabeza.
-Los estudios de laboratorio que examinaron la capacidad de la radiación de la antena de un teléfono móvil para causar un daño genético funcional fueron definitivamente positivos y seguían una relación de dosis-respuesta".
En esa carta -auténtica prueba acusatoria contra la industria- Carlo hablaba también de otros posibles efectos biológicos explicando que aunque los resultados no podían considerarse "evidencias definitivas" de peligro concreto para la salud los posibles efectos potenciales evidenciados por diversos tipos de estudios, de diferentes laboratorios e investigadores, sí planteaban serios interrogantes que no podían ser ignorados.
"Es alarmante -le decía Carlo al máximo responsable de la ATT- que algunos sectores de la industria no hayan hecho caso de los resultados científicos que sugieren efectos potenciales negativos sobre la salud. Han afirmado repetida y falsamente que los teléfonos móviles son seguros para todos los consumidores, niños incluidos, y han creado la ilusión de que hacen un seguimiento responsable porque apoyan nuevas investigaciones. Pero ni siquiera explican a los consumidores las medidas más importantes de protección, no les facilitan la información que les permita decidir de manera informada si quieren o no asumir los riesgos potenciales, no hacen un seguimiento directo y monitorizan lo que les sucede a quienes utilizan teléfonos móviles ni supervisan si los cambios en la tecnología podrían afectar a su salud".
CÓMPLICES Y CULPABLES
El trabajo que hizo para la industria permitiría a Carlo conocer las estrategias más comunes que ésta emplea para enredar, retrasar y ocultar la aparición de nuevas evidencias. Entre ellas la contratación expresa de científicos para que cada cierto tiempo aparezcan estudios favorables que luego la maquinaria mediática de la industria se ocupa de difundir. Uno de los que tuvo mayor repercusión en los últimos meses en los medios de información fue un trabajo danés titulado Cellular telephone use and cancer risk: update of a nationwide Danish cohort según el cual no han podido determinar que exista relación entre el cáncer cerebral y los móviles. Carlo, sin embargo, lo tildó de mera maniobra de la industria en una Carta Abierta publicada en Safe Wireless Initiative muy explícita: "John Boice y sus colegas han estado en nómina en la industria de telefonía móvil cobrando mucho dinero -denuncia Carlo- desde finales de los años 90. El vehículo para lavar el dinero es el International Epidemiology Institute, nombre que suena como una organización no lucrativa pero no nos equivoquemos: se trata de una empresa con grandes beneficios. Cuando dirigí el WTR, el instituto internacional de Epidemiología, Boice y un compañero llamado Joe McLaughlin solicitaron financiación para hacer ese mismo estudio de epidemiología que ha sido publicado esta semana. Después de una gran discusión en el seno del WTR la financiación se rechazó porque estaban claramente polarizados e incluso nos habían hecho saber abiertamente que estaban dispuestos a buscar siempre resultados favorables para la industria. Pensaron que era lo que deseábamos en el WTR. Pero se equivocaron. Así que cuando rechazamos darles los fondos para hacer el trabajo fueron directamente a la industria con la misma propuesta".
Lo denunciado por Carlo está en la misma línea que lo señalado en un informe publicado a comienzos de este año en Environmental Health Perspectives cuya conclusión es que cuando los trabajos de investigación sobre el uso del teléfono móvil y su relación con la salud están financiados por la industria es mucho menos probable encontrar una relación estadística significativa que en los estudios financiados públicamente. El 42% de los estudios financiados por la industria afirman que no se ha constatado la existencia de relación alguna entre el uso de móviles y problemas de salud. El resto eran neutros o no se pronunciaban abiertamente. Ni uno solo encontró relación entre teléfonos móviles y enfermedades. Sin embargo, entre los estudios financiados con fondos públicos en el 46% sí se encontró relación entre móviles y problemas de salud. Sólo en un 18% no se encontró relación alguna. "Nuestros resultados -concluyen los autores- se suman a la evidencia existente de que el patrocinio de una única fuente está asociado a resultados que favorecen los productos de los patrocinadores".
En la misma Carta Abierta, Carlo, tras denunciar otros ejemplos de claudicación de algunos colegas suyos a la presión de la industria, se refiere a una de las organizaciones más poderosas a nivel internacional: la American Cancer Society. "Lo que la gente no sabe -asevera Carlo- es que en el 2002 científicos de la American Cancer Society testificaron en una demanda de cáncer cerebral en la Corte Federal de Baltimore (Maryland) a favor de la industria de telefonía móvil.Uno quisiera creer que no se pagó a nadie por expresar esas opiniones pero poco después un informe de la misma American Cancer Society aseguraba que el presunto peligro de los teléfonos móviles no es más que uno de los mitos más grandes en torno al cáncer. Es tan evidente la conexión entre la American Cancer Society y la industria de teléfonos móviles que el año pasado, cuando Sanjay Gupta -de la CNN- desveló la historia del cirujano Johnnie Cochran -que cree que su tumor cerebral es debido al uso del teléfono móvil- la industria ni siquiera lo rebatió. En lugar de hacerlo se remitieron simplemente al informe de la American Cancer Society sobre los teléfonos móviles como uno de los 'mitos del cáncer'".
Carlo, al denunciar todo lo que impide a los consumidores conocer la verdad de los efectos de las emisiones electromagnéticas, incluye por supuesto a los medios de comunicación y a los periodistas. "Inexplicablemente, no hay periodistas de investigación interesados en dejar al descubierto el amplio y profundo programa de manipulación orquestado por la industria. ¿Dónde están Woodward y Bernstein cuando los necesitas? ¿Estoy denunciando públicamente a grupos de enorme prestigio y afirmando abiertamente que tienen un comportamiento poco ético, una integridad cuestionable e indiferencia por la salud pública? Apuesten a que lo estoy haciendo. The Danish Cancer Registry, John Boice, Joshua Muscat, Michael Thun, Linda Erdreich, The Journal of The National Cancer Institute, The Journal of The American Medical Association y la American Cancer Society tienen lazos con la industria de las telecomunicaciones que comprometen su capacidad para proporcionar información significativa sobre este importante problema de salud pública. Se trata de un triste ejemplo de 'toma el dinero y corre', otro más de cómo la salud pública está comprometida por los subterfugios de la industria".
DE LA ELECTRO-HIPERSENSIBILIDAD AL CÁNCER
Durante los últimos cinco años Carlo, además de recopilar datos de los efectos sobre la salud y sus mecanismos biológicos con el proyecto Safe Wireless Initiative, ha creado una base de datos de vigilancia que recoge sistemáticamente la información de los síntomas padecidos por miles de pacientes en todo el mundo que sufren distintos síntomas a consecuencia de las emisiones electromagnéticas. Para lo cual cuenta con la colaboración de una red de médicos que comparten regularmente información sobre sus experiencias en el tratamiento de pacientes. Y su experiencia de los últimos años le ha llevado a considerar que ningún estudio de los presentados por la industria ha sido capaz de refutar los resultados alarmantes de los experimentos de laboratorio que parecen ligar los móviles al cáncer demostrando que producen daño genético en las células sanguíneas humanas expuestas a la radiación de los teléfonos.
Además no sólo es el problema de la posibilidad de que provoquen cáncer. Los datos acumulados por Carlo en los últimos cinco años demuestran que la hipersensibilidad a las radiaciones electromagnéticas aumenta en todo el mundo y es cada vez mayor el número de manifestaciones patológicas distintas. Sus hallazgos más importantes los resumía recientemente en The Guardian y son éstos:
-Se han hallado síntomas y patologías similares entre pacientes que sufren de electro-hipersensibilidad, sensibilidades químicas múltiples y enfermedades relacionadas con el alcohol así como desórdenes neuronales, de comportamiento y de aprendizaje. Este conjunto de síntomas ha sido definido como Membrane Sensitivity Syndrome (Síndrome de Sensibilidad de la Membrana) y el número de personas que lo sufre tras haber estado sometidos a radiaciones electromagnéticas ha aumentado dramáticamente en los últimos 24 meses.
-En los últimos 24 meses el número de teléfonos móviles se ha triplicado en el mundo: ha pasado de mil a tres mil millones. La tecnología Wi-fi ha alcanzado la penetración más alta en su historia. Y todas estas tecnologías están basadas en ondas de radio portadoras de información, el disparador definitivo en las respuestas biológicas adversas no térmicas y el inicio de la cascada hacia el Síndrome de Sensibilidad de la Membrana.
-En la mayoría de los casos cuando las exposiciones electromagnéticas se eliminan del entorno de quienes padecen el Síndrome de Sensibilidad de la Membrana los síntomas agudos desaparecen. Y se trata de un dato importante porque cumple uno de los postulados requeridos por Koch-Henle para hablar de causalidad: si cuando se elimina la exposición el efecto disminuye es evidente la causa-efecto.
-Un cambio genético ambientalmente inducido lleva a las células durante la mitosis a transmitir a las nuevas células características especiales de sensibilidad de la membrana con el resultado de la consiguiente disrupción de la comunicación intercelular, un aumento de electro-hipersensibilidad y la tendencia a enfermedades más graves.
-Los regímenes terapéuticos de intervención diseñados alrededor de los mecanismos de daño causados por los campos electromagnéticos han mostrado cambios positivos que varían desde el mejoramiento clínico del síntoma -otra ayuda para la hipótesis causal- hasta una mejora definitiva.
Como científico Carlo es plenamente consciente de que el problema de los teléfonos móviles no se soluciona con la eliminación de esa tecnología -algo imposible hoy- ni con la abstención de su uso en el caso de los más jóvenes a pesar de ser los más perjudicados. "La recomendación más seria -dice Carlo- es que nadie con menos de 20 o 21 años utilice teléfono móvil porque puede sufrir daños genéticos importantes ya que sus cerebros son más frágiles. La radiación de la antena penetra en el cerebro de los adultos unas dos pulgadas pero en los niños se adentra en casi todo el cerebro. Están pues mucho más expuestos". Obviamente Carlo sabe que pedir hoy a los jóvenes que se abstengan de usar los móviles tendría el mismo resultado que pedirles que se abstengan de tener relaciones sexuales. De ahí que para afrontar el problema abogue ante todo por exigir a las compañías que ofrezcan información clara y procedente de estudios independientes en los que no intervenga la industria a fin de que sean los consumidores los que afronten voluntariamente los riesgos. Y desde un punto de vista ya más práctico mantener la cabeza lo más alejada posible del teléfono. Aunque es consciente de que con ello no se reducirá la exposición de fondo de los hotspots inalámbricos propios de la tecnología Wi-fi, cada vez más en aumento. Carlo considera a este respecto que los receptores con antenas y los Bluetooth situados en la cabeza pueden actuar incluso como antenas para atraer señales inalámbricas ambientales o de fondo.
La mejor solución para Carlo, en cualquier caso, sería reducir la radiación de fondo volviendo a apostar por la fibra óptica como tecnología para transportar la señal a escuelas, cafés, oficinas y hogares estableciendo allí puestos de emisión a corta distancia y escasa potencia que se encargarían de la difusión aérea de la señal en caso de ser necesario. La principal ventaja de la fibra óptica es que la tecnología está lista ya y el aislamiento de los cables es muy eficaz con una radiación casi nula. Su inconveniente, el coste de cablear la ciudad. La cuestión es si las ventajas de la tecnología inalámbrica a corto plazo no nos conducirán a un futuro nada halagüeño como pasó cuando se convirtió al tabaco en un objeto de prestigio social.
"¿La gente que comienza a usar teléfonos móviles -se pregunta Carlo-, como los niños o los adolescentes, tienen un alto riesgo de desarrollar cáncer cerebral a los 40 o los 50? Hasta ahora ningún estudio puede contestar a eso. Hasta dentro de 15 o 20 años no habrá estudios epidemiológicos de gran alcance que puedan darnos una respuesta clara ratificando si son seguros o el peligro es muy real. Hasta entonces deberemos confiar en los experimentos de laboratorio para encontrar respuestas. La investigación financiada y supervisada por los gobiernos y no por la industria es lo que puede ofrecer a los consumidores la mayor esperanza. Mientras, los usuarios de móviles deberían tomar todas las precauciones posibles. Empezando por alejar el aparato lo más posible de la cabeza cuando lo use".

Helena Santos

viernes, 26 de octubre de 2007

causa y cura ocultas de la diabetes

A.G.T. y Silimarina.

Si fueras accionista mayoritario en una corporación dedicada a producir y vender insumos médicos y alimentos industrializados, y se encontraran amenazadas tus ganancias por 2 datos vitales para tus consumidores, ¿hasta dónde llegarías con tal de seguir engordando tu cuenta bancaria?, ¿les ocultarías esa información?

Si uno de esos datos implicara que un ingrediente que usas masivamente para producir "alimentos" a bajo coste y con mayor vida de anaquel es causante directo de

a) males cardiovasculares
b) inmunodeficiencia
c) cáncer y
d) diabetes

¿dejarías de utilizarlo en tus productos aunque sustituirlo significara elevar los costos de producción y reducir la vida útil de tus mercancías?

Si el segundo dato implicara que tu mercado actual y potencial de tres productos

a)glucómetros
b)insulina y
c)medicina para diabéticos

se vendría abajo en custión de meses, porque de volverse operativo, se curarían todos esos enfermos, ¿permitirías que se difundiera?
Quizá contestarás que sí, que cambiarías ese veneno por otra cosa y que promoverías que la gente descubriera cómo prevenir la diabetes, los "by pass" coronarios, los tratamientos oncológicos, y el uso indiscriminado de antibióticos. Pero tú eres una gente como yo, no un multimillonario sin escrúpulos.
Por lo menos desde principios de los 70 se sabe que los ácidos grasos trans (A.G.T.) son causa de múltiples enfermedades, y las que mencioné son sólo un pequeño muestrario de ellas. Sin embargo, en los medios se dedica más tiempo a promocionar el consumo de productos que los contienen que a advertir sobre los peligros que entraña ingerirlos. El motivo es obvio: dinero.

Si conoces a alguien aquejado por alguno de los males que nombré, es muy posible que se lo deba a ellos. ¿Cómo podemos reconocerlos? Lee los ingredientes con los que hicieron ese objeto de deseo que quieres zamparte, si mencionan
1- margarina
2- grasa vegetal
3- manteca vegetal
4- aceite vegetal parcialmente hidrogenado
5- aceite vegetal hidrogenado
sin duda los contiene, porque los 5 son sinónimos de A.G.T. Se hallan en el 99% de la panadería comercial, en la mayoría de los helados y paletas "cremosas", en algunos chocolates, en las "aguas frescas" de horchata artificial, en yogures falsos, en "fórmulas" lácteas, y, en verdad, hasta en los lugares más insospechados: yo me los topé en mi suplemento de Ginkgo Biloba que compré en Wal Mart, y ni siquiera los declaraba la etiqueta. México participó en un estudio internacional a gran escala cuyo resultado arrojó la estremecedora conclusión de que por lo menos el 40% de los diabéticos deben su condición a consumir A.G.T. ¡Cuatro de cada diez! ¿Ya checaste si los consumen tú o los tuyos, ignorándolo? ¿Te has preguntado por qué nadie te había informado de ese estudio que tus impuestos pagaron?
La causa principal de muerte en esta nación es la diabetes; si ya se sabe sin lugar a dudas cuál es el principal diabetogénico, ¿por qué el H. Congreso de la Unión no prohibe con una ley el uso de los A.G.T. como "alimento"?

Espera, viene lo mejor: en la Universidad Autónoma Metropolitana pantel Xochimilco, la Doctora Claudia Angélica Soto Peredo descubrió que la SILIMARINA:

I) regenera las células-ß (beta), -producen insulina en el páncreas: diabetes insulino-dependiente,
II) restablece el gradiente normal de la glicemia sanguínea: baja el azúcar en sangre,
III) permeabiliza la célula otra vez a la insulina: diabetes insulino-resistente.

Por lo que entiendo, lo anterior significa que la SILIMARINA cura todos los tipos de diabetes. Este revolucionario descubrimiento la hizo acreedora al premio Canifarma 2003, ¿has oído de él? ¿No merecería que el gobierno mexicano la promoviera para el Nobel de Medicina, por lo menos?
Estamos a finales del año 2007, ¿cuantos han muerto desde el lejano 2003 por desconocer la SILIMARINA? En mi casa, puedo hablarte de la lenta y sufrida muerte de mi tía Guillermina; seguro tú conoces a otra víctima más de primera mano. Son, por seguro, miles los muertos y enfermos por causa de un padecimiento prevenible y curable, la cuenta de caídos no se detiene: éste año la diabetes se ganó el lugar número uno como asesina de nuestros compatriotas. Además, es la principal devengadora de recursos médicos, humanos y económicos del presupuesto nacional de la Secretaría de Salubridad y Asistencia.

¿Podrían los diputados otorgar un lugar a la SILIMARINA en el cuadro básico de medicamentos de la S.S.A.? Sí, claro que sí. Exijámosles cumplir su labor. Y mientras tanto, podemos cambiar la vida de alguien. Te invito a repartir esta información a tu gente, y a tu no-gente. Hagamos el bien, sin mirar a quien.

Entretanto, 2 laboratorios ofrecen SILIMARINA con cantidades verdaderamente terapéuticas. Una marca es muy cara, la de General Nutrition Center (G.N.C.): Milk Thistle®. La otra, no tanto; es la de los laboratorios C.M.D.: Etagerín®. Yo tomo seis tabletas del Etagerín® diario, una hora antes de los alimentos una, y después de ellos otra, tres veces al día. Y como dicen, ni soy doctor, ni receto a nadie, sencillamente comento una anécdota personal sobre un suplemento alimenticio maravilloso. Entérate más sobre él, visita:

tepantzintlacaztalli.blogspot.com
ivanardila@gmail.com

viernes, 19 de octubre de 2007

Ex Voto.



Madre Celestial:


Te escribo por primera vez una carta por el mismo motivo por el que innumerables seres en el transcurso de los siglos te han dirigido su palabra: para extenderte una súplica. Conoces perfectamente el contenido de mi corazón, y si estoy transcribiendo tortuosamente ese concierto nota por nota a pesar de que sé que puedes escucharlo por entero al instante, debo aclarar que lo hago para que otros también, al igual que tú, puedan entender mis sentires gracias a mi discurso. En particular aquella persona que amo y que no quiso compenetrarse con mi palabra en aquellas ocasiones en las que le escribí tantas y tan emocionadas cartas. Como recordarás, todas esas hojas fueron inútiles. Si pienso que esta vez redituará mi terco escribir es porque elevo con él mi plegaria a tus dulces oídos que siempre me han escuchado.


Mi madre carnal está a punto de iniciar un riesgoso viaje que como se verá reúne en su trama una sarta significativa de sinsentidos que han caracterizado su vida. Se va a Guadalajara sin dinero a vender un recetario de comida náhuatl que ella misma escribió a los asistentes de una reunión gastronómica. No sé si dará alguna conferencia en el transcurso del evento, creo que no, pero de ser así de cualquier forma no cobrará honorarios, e inclusive sólo le están pagando el viaje y la estancia, no los alimentos. Es un hotel de 5 estrellas, es decir, caro, por lo que si come lo hará invitada, a escondidas en algún bufet, o saldrá a la tienda a comprar alguna porquería comercial para ingerir algo. Una comida en el hotel es incosteable para mi mamá. Es más, si logra vender, quizá termine siendo su ganancia inferior a lo que cualquier comensal gastará en ingestas de gourmet al final de esa fiesta privada y privativa.


Quizá la ironía no resulte clara a primera vista. Lleva en sus manos un recetario para ganarse algunos pesos alguien que está dispuesto a ayunar tres días en una convención gastronómica. Alguien que tiene varios transtornos alimenticios, como anorexia. Alguien que deja la mesa de su hijo llena de comidas de origen náhuatl, para ofrecer recetas que ella misma no podrá pagar en esa cita de oropel.


En tu verdaderamente humilde mesa no faltan esos nopalitos que tus benditos pies iluminaron cuando acudiste con San Juan Diego Cuauhtlahtoatzin a conquistar con tu amor un continente que ahora te venera con devoción, y tu tocaya, que lleva la misma sangre de bronce, decide abandonar ese nutricio árbol que te sirvió de pedestal para sacrificar por unos cuantos pesos su salud.


En las mañanas, después de las salutaciones de rigor en vuestro nombre, se toma chocolate, ese mismo que tomaba Moctezuma en jarro de oro. Claro, no hay dinero para tanto lujo, pero no falta esa espirituosa y saludable bebida que calienta la entraña y el ánimo. ¿Encontrará mi progenitora en alguna mesa esos entrañables antioxidantes de los que habla con deleite en el folleto que lleva a ofertar a la mesa ajena? Por seguro tengo que si encuentra algo similar será algún sucedáneo de Nestlé o Alpura, que en vez del salutífero amargor de las substancias nutracéuticas, tendrá en su fórmula (que no receta) una serie interminable de aditivos falsamente, malévolamente llamados "alimentarios".


Con sacrificio vamos comprando mi mujer y yo un filtro que nos provea de agua de buena calidad a todos, y con gusto la ofrecemos a mi madre y a su hombre. Me pregunto si tendrá a la mano líquido de igual virtud, o la someterán las vicisitudes a beber agua cara de botellas contaminantes, o peor aún, agua de la toma pública, sin hervirla siquiera.


Cuando fui por primera vez a Cancún no llevé dinero en cantidad suficiente para comer en ningún lugar, por lo que recurrí a la solución fácil de acudir a un súper mercado a comprar una bolsa con algo que mal llaman pan, al que le puse atún para irla pasando sin el estómago vacío. Intuyo que mi madre querrá hacer algo similar si no tiene otra opción a la mano. Te pido Madrecita, que ilumines su testarudo entendimiento, y por fin comprenda con tu ayuda que ese pan que con mucho trabajo logramos desterrar de su dieta es tóxico. Que capte en su verdadera dimensión que bastan 5 gramos de grasa desnaturalizada al día para producir un sinfín de males mentales y físicos, y que ese pan los contiene y se desborda de esa grasa con decenas de gramos más. Que mesure correctamente que ese líquido blanco que querrá adquirir por 15 pesos no es un alimento humano, y que además contiene hormonas transgénicas, pesticidas, herbicidas, antibióticos, grasa homogeneizada, es decir, tan desnaturalizada como la del "pan" de caja, y montones de venenos más.


Amantísima María, dale la misma fuerza que a mí me has dado para resistir esa tentación palpitante de las facilidades que ofrece el demonio.


Madre Auxiliadora, susurra a su oído que darse a sí misma lo bueno, no sólo es fruto de un gran amor por uno mismo y resultado de un gran respeto, sino también un acto de compasión profunda por aquellos que velan por uno, una acción de amor por los que están interesados por nuestro bienestar.


Sé que la mujer que me dió la vida no entiende cómo me daño la irremediable pérdida de un padre, pero aunque no entienda esto, intíma con ella y promueve en su corazón un deseo irrefrenable de no perderse, ya no para mí, sino para ella misma.


Tú que tan bien intercedes por nosotros ante el incognoscible trono de tu hijo, aboga ante ese Juez Tremendo en nombre de mi madre. Esta ocasión en la que mi intuición me ha llevado a temer por la carne de mi carne conviértela en una escuela misericordiosa en la que el misterio que me estás enseñando, el del maternaje, sea la divisa que signe cada paso de mi madre terrena. Pongo mi mérito ante tus pies suaves cual sedas, como una florida ofrenda que sucite tus artes defensoras.


Aboga por mi madre, tanto fuera de ella, como dentro de sí, que es donde más lo necesita. Enséñale el sagrado conocimiento del maternaje. Libérala de la enfermedad terrible del mundo.


Reina del Cielo de mis noches y de mis días, Luna de Falda Constelada:
adopta con tu fiel y arrebatado amor a mi madre. Dale una gota de tu seno.


Tu hijo:


Tepantzin Tlacaztalli Huitzilíhuitl
De Santa María Coatlaxópeuh
Semper Fidelis Ad Marianum Gloriam.

Post Factum: Gracias Madre Adorada por haber cumplido en tiempo y forma mi petición.







miércoles, 10 de octubre de 2007

La medicina abierta.








I LA MEDICINA BIOLÓGICA I

Pocas semanas antes de fallecer -en febrero de este año- el doctor Francisco Albertos Costán -pionero de la Medicina Integral en España y miembro del Consejo Asesor de nuestra revista- nos hacía llegar para su publicación tres artículos que venían a resumir lo aprendido en sus más de cuatro décadas de estudio y ejercicio médico. Bien, pues tal como anunciamos vamos a publicarlos consecutivamente porque de alguna forma constituyen su legado médico. En esta primera entrega el doctor Albertos nos aproxima a la Medicina Biológica resaltando las diferencias con la autodenominada Medicina Científica.

La medicina convencional -a la que hoy tiene acceso la mayoría de la gente en ambulatorios y hospitales- es insuficiente. Y no sólo por el número de médicos y volumen de recursos empleados sino por la naturaleza misma de esos recursos. De hecho cada vez hay más personas que tras agotar las posibilidades de la medicina alopática buscan cómo tratar sus dolencias con profesionales y métodos impropiamente llamados "alternativos", "complementarios", "suaves", "paralelos", "ecológicos", "biológicos", "naturales", etc. Y es que el índice de éxitos con tales métodos es notablemente alto cuando son practicados por profesionales solventes, adecuadamente preparados y dotados de suficiente experiencia. Lo que es aún más sorprendente ya que la mayoría de los casos que llegan a esas consultas no sólo no son recientes o presumiblemente banales sino que han sido atendidos antes por varios médicos y centros hospitalarios sin resultado alguno.
¿Cómo explicar pues la eficacia de los métodos no convencionales -a veces de origen antiquísimo- frente a la llamada "medicina científica"? ¿Se trata acaso, como algunos dicen, de auténticos "comecocos"? ¿De mero efecto placebo? ¿De una cuestión psicológica? No. El alto porcentaje de éxitos que se obtienen con ellos y la aceptación social tan extensa que actualmente poseen no puede despacharse con explicación tan simplista. Es más, el hecho de que uno de cada tres enfermos recurra ya a estas medicinas en los países más cultos y avanzados -pese a la oposición, el silencio y en ocasiones la persecución por parte de los controladores de opinión y de los dirigentes del Mercado de la Salud así como de la "competencia desleal" que representa el que la Seguridad Social y las aseguradoras privadas proporcionen sólo acceso a la medicina alopática- debería hacer reflexionar a todos sobre lo que está sucediendo.
Y es que hay dolores, trastornos, incapacidades y alteraciones de la conducta de todo tipo y clase que no encuentran hoy explicación en alteraciones orgánicas detectables por análisis de laboratorio, radiologías, ecografías y demás técnicas empleadas por la medicina que se enseña en las facultades. El clásico adagio "del trastorno anatómico al síntoma y del síntoma a la receta" -lema de la medicina organicista, también llamada "científica"- deja demasiados fenómenos sin resolver para poder aceptarla como un axioma de la práctica médica. Por otra parte, tanto la cirugía como la sofisticadísima quimiofarmacia fracasan hoy a menudo -total o parcialmente - convirtiéndose además a medio plazo, por sus efectos iatrogénicos, en un peligro añadido a los problemas inherentes a la enfermedad en sí.
No hay duda: para el componente funcional de todas y cada una de las enfermedades -quirúrgicas o no, orgánico/degenerativas o no, puramente funcionales o, al contrario, masivamente orgánicas- la medicina convencional alopática o farmacológica -con todos sus prestigiosos medios diagnósticos y terapéuticos- resulta manifiestamente insuficiente. Más allá de los mecanismos descritos en academias y facultades -centrados en la biología, la química molecular y la fisiología- el organismo es un complejo sistema de información y no una mera estructuración de órganos conectados por cables y tubos que al inicio de toda enfermedad se bloquean, averían o atascan por diversas causas generando un problema que hay que afrontar limpiando, desintoxicando y reparando esas vías obstruidas y potenciando luego los mecanismos autocurativos del cuerpo para restaurar su funcionamiento armónico. Porque ese propósito sólo puede cumplirse empleando el mismo lenguaje del cuerpo mediante pruebas capaces de captar lo más recóndito y sutil de su funcionamiento, pruebas basadas en una concepción cibernética y sintetizadora más que analítica. El problema es que como no conocemos más que una mínima parte de los dispositivos y dinámica interna del cuerpo hoy se elabora un catálogo de estímulos y respuestas (en lenguaje cibernético, entradas y salidas del sistema entendido éste como una caja negra desconocida en su estructura interior) y a partir de ese conocimiento afrontamos las reacciones patológicas usando estímulos que se dirijan al organismo en su mismo lenguaje a fin de conducirle a un comportamiento más saludable. Eso es lo que ha hecho siempre la Acupuntura, la Medicina Natural, la Homeopatía y muchas otras medicinas llamadas hoy de manera equívoca y despectiva "alternativas".
Históricamente la Medicina es y ha sido siempre una actividad imprescindible en el desenvolvimiento de la humanidad. El método de provocar "reacciones restauradoras" desde fuera -agujas, masajes, frío, calor, humedad, tierra, plantas, etc.- existe desde la prehistoria. Y sus fracasos, logros, necesidades y problemática han sido siempre un acicate para el desarrollo del saber. Empero, a partir de Galileo cambió poco a poco y en lugar de limitarse a tomar el organismo como una caja negra desconocida que es manejada por estímulos externos -paradigma de ese pensamiento es la Acupuntura- se exploró y analizó el medio interno utilizándose la química y el microscopio para analizar nuestras más recónditas estructuras. Lo cual supuso la movilización de todos los recursos científicos disponibles e incluso de otros que fue preciso crear.
Y así, hoy sería imposible entender la ciencia moderna sin el análisis, sin el experimento y sin el estímulo que la actividad clínica y las necesidades de la práctica médica han insuflado en las ciencias de base (Física, Química, Biología, etc.). El microscopio, los rayos X, la farmacología, el laboratorio de análisis, los experimentos biológicos, la cirugía y tantas otras actividades médicas y clínicas constituyen un magnífico ejemplo de ciencia aplicada que, a su vez, han desembocado en importantes descubrimientos de aplicación universal, alejados incluso de la actividad y práctica médicas.
A partir de la aparición de la medicina moderna o Anatomoclínica (Giovanni Baptista Morgagni: "De Sedibus et Causis Morbarum per Anatomen Indagatis", siglo XVIII) el progreso en conocimientos clínicos y anatomopatológicos fue más notable que en cualquier otra etapa histórica. Wirchoff, a mediados del siglo XIX, supo catalogar en apenas dos décadas más de cincuenta enfermedades que hoy siguen caracterizadas y definidas tal como él las describió. También en el siglo XIX, a partir de Pasteur, el progresivo conocimiento de las bacterias patógenas supuso una inmensa apertura de los avances científico-médicos que no ha cesado de crecer hasta hoy. La penetración del saber en el mecanismo de las epidemias, las vacunas y los antibióticos cambiaría radicalmente el conocimiento acerca de la morbilidad y la mortalidad con un impacto espectacular en el crecimiento -y factores de envejecimiento- de las poblaciones. Las técnicas diagnósticas de laboratorio y radiología crecieron igualmente enriquecidas con la ecografía, la resonancia magnética, el TAC, etc. La medicina hoy llamada "oficial" -y a veces, impropiamente, "tradicional"- ha llegado pues a cotas de conocimiento material y de dominio de técnicas de acción física o química sobre el cuerpo jamás alcanzadas por ninguna medicina antes. Puede decirse que el explosivo crecimiento de la actual sociedad de masas y el sorprendente incremento de la expectativa de vida tendrían difícil explicación sin el eficaz concurso de la medicina moderna, analítica y experimental. Se trata, pues, de una actividad crucial, absolutamente necesaria para la organización y desenvolvimiento de la vida humana en el planeta... pero es preciso reconocer que no ha resuelto de manera absoluta todos los problemas de la medicina clínica y por eso -aunque la tentación de negarlo sea muy fuerte para algunos- la atención médica aún se beneficia notablemente del aporte de las técnicas naturales, la Homeopatía, la Acupuntura y, en general, de la visión sintetizadora y global del organismo, la persona y su medio, tal como preconizara el gran Hipócrates.
Los gobernantes y administradores públicos conocen esos logros científicos, los avances de la Medicina de hoy y el alcance económico de la "industria de la salud". Y saben bien que es una importantísima actividad que por eso mismo hay que controlar al igual que se controlan la reserva energética, el urbanismo, las comunicaciones, la enseñanza, la pesca, la agricultura, el ejército, la policía, los bancos, la moneda y los tipos de interés. Y es evidente que todo proceso de gobierno y control tiende a limitar el espacio de libre desenvolvimiento del asunto a regular. Los reglamentos son como un juego (por lo demás todos los juegos tienen su reglamento), como las leyes de funcionamiento de un ordenador o una máquina: facilitan el desenvolvimiento de la cosa con tal de que renunciemos a cualquier variante de su comportamiento no prevista por ese mismo reglamento. Si se regulase el tamaño, peso, altura y potencia de todos los automóviles de manera que todos fueran "democráticamente" iguales y estuvieran provistos además de unos parachoques de caucho como los de los coches de feria es seguro que la morbilidad y mortalidad por accidentes disminuirían notablemente... pero es igual de seguro que esas medidas provocarían una gran conmoción en el mercado del automóvil y quizás una catástrofe en la industria del sector. Cada fin de semana se pierden en España por accidentes de tráfico numerosas vidas y todo el mundo lo acepta con resignada naturalidad como si de tormentas o terremotos de fin de semana se tratase. Pues bien, la Medicina -como el Amor, la Justicia, la Religión o el Pensamiento- reclama una faena previa de concreción, de ubicación en una situación definida que, a modo de quilla de navegar, la conduzca y otorgue pasaporte de veracidad. No hay "cosas en sí", independientes y libres de todo contexto. Más que hablar en abstracto hay que pensar en "qué", en "quién", en "cómo", en "cuándo" y en "dónde" se producen o manifiestan las dolencias. Por otra parte, el adjetivo "biológico" aplicado a la Medicina no significa exclusivamente una ciencia basada en los aspectos anatómicos, fisiológicos o puramente físico/químicos (ésta sería en realidad la posición de la medicina que hoy llamamos "oficial"). La expresión Medicina Biológica, en nuestros días, evoca el empleo de plantas, dietas, ejercicio, masajes y todo aquello que la gente relaciona con el naturismo de siempre completado con la filosofía del ecologismo, la no contaminación, etc. Y, ciertamente, si deseamos avanzar es preciso renunciar a la simplista interpretación generalizada de que Medicina sólo hay una y de que el adjetivo "biológico" es innecesario. Porque la verdad es que hoy no se comprende una medicina que no esté basada en lo biológico. Y de ahí su importancia. Es necesario pues respetar al máximo el cuerpo y todas sus funciones y pensárselo mucho antes de decidirse por cualquier intervención mutiladora, sea ésta física o bioquímica.
Se sabe también desde hace milenios que en el interior del organismo se producen acúmulos de desechos, cicatrices patológicas, acciones patógenas a causa de dientes en mal estado, etc. Y se sabe también que cualquier causa de enfermedad no actúa de la misma forma y con el mismo peligro en unos u otros temperamentos, edades o constituciones. La idea de que cada enfermo lo es a su manera preside este modo de pensar de la medicina y la tarea médica. Y por eso la táctica de mejorar hasta donde sea posible las funciones orgánicas -con independencia del remedio específico o la intervención quirúrgica que un caso concreto pueda precisar- está presente en la práctica médica de todos los tiempos.
Ciertamente los avances técnicos nos han proporcionado una visión cada vez más profunda de la mecánica del cuerpo y ello ha permitido poco a poco, con el paso de los siglos, mejorar y completar esa ayuda sanadora que, en conjunto, podemos llamar Medicina Hipocrática o Natural y que dejara reflejada en su famoso libro De los aires, las aguas y los lugares, verdadera biblia del naturismo que fue de obligada lectura y estudio en todas las facultades de Medicina hasta finales del siglo XIX. Y es que en sus escritos Hipócrates se anticipó 2.500 años a nuestra moderna visión ecológica de la salud .
Podría decirse que toda medicina, todo estilo de la práctica médica, puede clasificarse y evaluarse en función de la preocupación que el médico manifieste por mejorar el cuerpo y sus funciones como paso obligado para cualquier ayuda específica que después haya de prestársele. A causa de nuestro modelo de vida predominante en la actualidad -que ha herido de muerte, por ejemplo, las saludables costumbres tradicionales de la comida casera y muchos otros usos y costumbres del pasado- ese paso previo de reactivar y optimizar las funciones corporales en el proceso de ayuda a cualquier enfermo se han ido dejando de lado. Se tiene una visión "positiva", reduccionista y economicista de la salud, y se buscan remedios y soluciones específicas para la mayoría de procesos. Lo cual pospone o margina completamente cualquier visión integral y ecológica de los problemas médicos, y pone toda la labor médica en manos de las grandes multinacionales de la industria farmacéutica y fisioterapéutica que no pueden pensar en el enfermo concreto sino sólo en "la enfermedad" para así elaborar productos industriales. Para la medicina hoy habitual en un hospital moderno apenas se precisa la colaboración activa y consciente del enfermo (el despertar de su conciencia alimentaria, psicológica, lúdica, aeróbica, sexual, etc.). Basta con administrarle, en el mejor de los casos, uno o varios fármacos de acción fisiopatológica exclusivamente orientados al trastorno que, en opinión de la medicina oficial, de la estadística y de los protocolos clínicos, "se han apoderado del paciente" que en ese proceso es un ser pasivo que únicamente debe ser disciplinado o hacer bien los deberes que le marca el técnico de turno.
Por fortuna muchos médicos y pacientes suficientemente sensibles saben hoy que todo sistema médico -más o menos pretendidamente científico- que no tenga en cuenta la conciencia del enfermo y no se plantee de una u otra forma ayudar a éste a cambiar su modo o estilo de vida -hasta donde sea necesario- no logrará ayudarle a recuperar la salud porque todo planteamiento reduccionista conduce a un callejón sin salida. Por el contrario, cuando un médico atiende al enfermo como "persona irrepetible y única inmersa en una situación específica que hay que considerar en cada caso" estará practicando -sea o no consciente de ello- una medicina auténticamente integral. Ése es el propósito de la Medicina Biológica y de ahí que se haya convertido hoy en un medio imprescindible de recuperación de la salud con métodos naturales.

En suma, la Medicina Biológica -tal como se entiende hoy por miles de médicos en Alemania, Inglaterra, Francia, Suiza, Italia, Rusia, España y otros países de área occidental- es un modo de entender la práctica médica que supone aceptar:

A) Que cada enfermo y la situación que pueda estar atravesando la vive a su manera y hay que investigar pues esa "manera de ser del enfermo". En cada caso y situación. Con independencia de la dolencia específica que manifieste.

B) Que toda pérdida de salud está influida siempre por factores externos e internos que no tienen que estar necesariamente relacionados de manera directa y causal con el proceso que en un momento concreto aqueja al enfermo sino con su capacidad general de adaptación y defensa, con su grado de intoxicación o empantanamiento mesenquémico, con la existencia -o no- de focos interferentes, zonas reactógenas y posibles bloqueos parciales biometabólicos dentro y fuera de las células. Y,

C) Que limitarse a suprimir síntomas con remedios "anti" ignorando las circunstancias externas e internas del enfermo puede conducir a un agravamiento de su cuadro o, lo que es más temible, a una vicariación progresiva o profundización de la desarmonía hasta niveles mucho más complejos e irreversibles que el del sistema vegetativo -puramente nervioso y endocrino- en el que únicamente parece en la mayoría de casos pensar la medicina oficial.

Es más, añadiré que todo médico que practique la Medicina Biológica debería asumir tácitamente:

1) Que lo primero que se debe hacer ante cualquier enfermo es desintoxicar su medio interno a fin de intentar regularizar los procesos neuroendocrinos, revitalizar sus células y optimizar los procesos biometabólicos así como elevar las defensas del sistema inmune.

2) Que el organismo es un complejo sistema de bioinformación cuyas partes se comunican entre sí continuamente y las situaciones dinámicas por las que atraviesa han de ser su herramienta de trabajo clínico.

3) Que en todos los casos se ha de valorar de manera exigente el grado de componente funcional o, al contrario, orgánico del que cada enfermo sea portador. Y,

4) Que para cumplir mínimamente esos objetivos es necesario poseer un conocimiento profundo de multitud de técnicas y enfoques y, por tanto, conocer y entender terapias y conceptos como los de Estructura/Función; Temperamento, Constitución y Diátesis homeopáticas; Vicariación Progresiva y Regresiva; Mesénquima, Empantanamiento y Reactivación Mesenquémica; Homotoxicología; Bioelectrónica y Factores Frónicos; Foco Interferente y Zona Reactógena; Segundo Golpe de Speransky; Terapia Neural; Ocho Reglas de la Acupuntura Tradicional China y síndromes energéticos; Focos Cerebrales de Irritación Parabiótica; Dermialgias Reflejas; Fontanella Biológica, Gemoterapia, Cromoterapia, Terapia Ortomolecular, Sales de Schussler, Oligoelementos Biocatalizadores, Organoterapia, Laserterapia de Baja Intensidad, Biorresonancias, Inductores Iónicos, Sueros Hiperpolarizantes y Magnetoterapia, Ionización Negativa, Terapia Hematógena de Oxidación, Moduladores Inmunitarios por Autosanguis; Autovacunas para controlar alergias y enfermedades autoinmunes, Osteopatía; Odontología Neurofocal; Hidroterapia de colon; Ventosas, Baunscheidt, Masaje Linfático, Chacras y Medicina Ayurvédica.

Supongo que el lector no versado se preguntará cómo se explica que tales enfoques, terapias y recursos sean hoy ignorados por las Facultades de Medicina occidentales. Y la razón está, a mi juicio, en que el hombre actual centra su atención y dedica principalmente su tiempo a cosas muy diferentes a la de tomar conciencia de su cuerpo y su salud por lo que la sociedad ha desarrollado un sistema sanitario funcional. Y en segundo lugar, porque igual que es más difícil confeccionar un buen traje a medida que meter unos patrones en el ordenador de una máquina la Medicina Biológica es integral y supone un trabajo individualizado, artesanal, que exige tanto al médico como al paciente un alto grado de compromiso y responsabilidad individuales. Y finalmente, en tercer lugar, porque los avances de la Medicina Biológica han complejizado de tal manera el viejo consejo hipocrático de atender "la dieta, el ejercicio, los aires y los lugares" que practicarla le supone al médico un esfuerzo similar al que habría de hacer para dominar el contenido de varias especialidades médicas. Y muy pocos profesionales están por esa labor.

Francisco Albertos

"Viaje"
Unos meses antes de fallecer el doctor Francisco Albertos describió de forma breve pero intensa sus sentimientos más íntimos ante el proceso que estaba viviendo. Y basta leer las líneas que siguen -y que nos ha hecho llegar la familia- para entender que supo captar perfectamente que lo más importante de la vida es el Amor.

"A veces me veo viviendo. Es como un viaje a mi intimidad. Atravieso todos los compartimentos interiores en medio de los ruidos de la máquina del cuerpo y el estruendo del oleaje del alma agitada por los sentimientos. Al final llego a esa zona de lo personal donde están las simpatías, los rencores, la culpa, el miedo, el recuerdo de las personas queridas y algunas ideas sobre la libertad, la ética y el destino. Por un instante soy espectador de mí mismo y percibo los callejones sin salida en que estoy atrapado, lo mal que se vive desde el miedo, el rencor o el pesimismo y, al contrario, lo saludable que es vivir en el optimismo, la solidaridad y el amor. Mi corazón de padre, de amigo o de médico se activa y calienta ante cada sonrisa, cada gesto de simpatía o reconocimiento de los demás. Descubro que aspiro con todas mis fuerzas a la máxima lucidez, simpatía y relación armónica que pueda alcanzar para estar en el mundo, explorar, descubrir y compartir cosas. Para amar y ser amado".

Francisco Albertos
(Otoño 2006)

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II LA MEDICINA INTEGRAL II

Pocas semanas antes de fallecer el Dr. Francisco Albertos Costán -pionero de la Medicina Integral en España y miembro del Consejo Asesor de nuestra revista- nos hacía llegar para su publicación tres artículos que venían a resumir lo aprendido en sus más de cuatro décadas de estudio y ejercicio médico. Y tal como anunciamos los publicamos consecutivamente porque de alguna forma constituyen su legado médico. El pasado mes el doctor Albertos nos aproximó en su texto a la Medicina Biológica resaltando las diferencias con la autodenominada Medicina Científica. El segundo lo titularía La Medicina Integral.

La principal tarea de un médico no debería ser la de suprimir las reacciones químicas que dan lugar a los síntomas molestos sino intentar averiguar qué los causa. En los asuntos humanos la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta (ni para ir de un lugar a otro en la ciudad, ni en un proceso negociador, ni en las relaciones interpersonales). ¿Quiénes son pues los responsables de que a los médicos se les exija el comportamiento lineal y simplista de aplicar un medicamento para cada síntoma sabiendo además que con ello se pueden interrumpir los procesos en los que suele estar el organismo ante cualquier disfunción? Es cierto que medicina sólo hay una -la que sana, alivia o consuela- pero cada vez más personas piensan que lo importante no es paliar síntomas sino atender a las causas profundas y, en la tarea diagnóstica y terapéutica, elegir muy bien cómo hacerlo para no dificultar el desenvolvimiento biológico espontáneo del organismo.
Es preciso tener presente no sólo la parte visible o determinable en laboratorio de los síntomas -al fin y al cabo la punta sólo del iceberg- sino los desequilibrios y pérdidas de sincronía que hay tras cada síntoma o conjunto de síntomas y que no siempre son perceptibles. Y para poder afrontar ese propósito de ayudar al alivio o desaparición de procesos no controlables según la mecánica convencional del razonamiento anatomoclínico y analítico la Medicina Biológica tiene en cuenta el organismo como totalidad, con todas sus funciones, tanto las visibles y mecánicamente interpretables en cada hecho patológico como aquellas "invisibles" derivadas de emociones, trastornos comunicativos entre las partes y demás problemas derivados de nuestros sistemas de información. Sólo una visión integradora del ser humano y de sus posibles trastornos puede ayudar decisivamente en la tarea médica. Sanear (desintoxicar, regular, revitalizar) las funciones corporales es el objetivo principal de toda Medicina Biológica porque la optimización de nuestro metabolismo y sus sistemas de intercomunicación convertirán al enfermo -incluso si está afectado por una dolencia grave, incurable o necesitado de tratamiento quirúrgico- en el mejor medio posible para superar su enfermedad.
Bueno, pues ni aún así el alcance de una medicina de tal forma definida alcanza el rango exigible de lo que se entiende por Medicina Integral. Entre otras cosas porque no explica el método y los conceptos científicos que maneja. Tal enfoque integrador reclama la consideración de una Bioergología que trascienda la mera dictadura de los hechos desde el punto de vista positivista y admita la necesidad de una visión compleja. Y lo complejo es, por definición, parcialmente misterioso e irreductible a un pequeño núcleo de evidencias o datos de análisis. Y hay que decir que los esfuerzos de Jan Christian Smuth (Holismo y Evolución, 1926), N. Wienner (Signification & Intention, 1948), Von Bertalanffy (Teoría General de Sistemas, 1950) y muchos otros de la época no bastan para convertir en absolutamente manejables los misterios de la naturaleza. Los filósofos críticos del positivismo -con Bergson a la cabeza-, los estructuralistas y los representantes de la Gestalpsichologie así como Joel de Rosnay y sus colaboradores (concepto de lo macroscópico frente a lo telescópico y microscópico) aceptan, por el contrario, la imposibilidad de reducir lógica o matemáticamente los arcanos de la naturaleza. La complejidad es inherente a la vida. Además el organismo refleja el mundo en movimiento y éste es, fundamentalmente, información, interdependencia. Vida y memoria van juntas hasta el extremo de que es imposible la una sin la otra. La función crea el órgano y el órgano crea la función. Y lo funcional y lo orgánico conducen a diversos enfoques a partir de las diversas clases de estructura/función como se evidencia en la pirámide de niveles fisiológicos y patológicos, perfectamente diferenciables en la mecánica del cuerpo. Los conceptos de sano y enfermo son meramente adjetivos. Su valor y significado están conectados a criterios históricos, culturales, económicos, sociológicos... Cada consideración, desde un nivel exclusivo de complejidad, desemboca en la práctica en una visión restrictiva del hecho médico. Porque es el hombre, en toda la complejidad de su dinamismo, el que enferma y no cualquiera de sus partes o sistemas aisladamente. Por otra parte, ninguna función deja de ser un equilibrio amenazado, una estructura disipativa que se desenvuelve dentro de márgenes o zonas de oscilación que permiten cambiar continuamente sin desnaturalizar el sistema o llevarle al caos. Esta propiedad del cambio puede explicarse mediante la teoría de grupos y tipos lógicos. El organismo es un inmenso sistema totalizador que otorga así una manera peculiar a su acción: totaliza en la medida que actúa y, recíprocamente, actúa en la medida en que integra. Como el ciclista sobre su bici, no puede dejar de pedalear sin caerse pero, al mismo tiempo, ese pedaleo, para ser eficaz, reclama un estilo peculiar. La energía se decanta en estructura la cual otorga estabilidad al ser y condiciona, a su vez, las peculiaridades de su dinamismo (en el ser, como afirma Laotsé, todo está en todo). Y, claro está, para que se produzcan estos procesos de integración hay siempre una interdependencia de las partes. El organismo es un inmenso sistema de información en el que sus incesantes cambios son precisamente los que sostienen su identidad diferenciadora.
Desde estos supuestos la intoxicación va unida a la patología como el huevo a la gallina. Toda intoxicación implica desinformación, es decir, obstaculización de los procesos integradores y armonizadores. Y toda desarmonía, todo secuestro informativo o bloqueo es intoxicación. Esto nos permite formular nuestro concepto de Reacción Orgánica Integradora (R.O.I.): el ser, por el solo hecho de vivir, integra información. Su estructura es información integrada; su función principal es informativa y estructurante de la información que le llega; y, por tanto, codifica constantemente información. Cuando llega un estímulo externo o surge uno en el interior del campo biológico como resultado de sus cambios incesantes el organismo responde como un todo integrado (ésa es la Reacción Biológica Integradora) y no mediante ligeras modificaciones en alguna de sus partes. La acción biológica -vida manifestada- es, ante todo, información.
Por su complejidad, el organismo sólo puede alcanzar su individualidad totalizadora y diferenciadora mediante la armonización instantánea (en tiempo real) de todas o cada una de sus funciones y estructuras. Las disciplinas que marcan el camino a una Bioergología son todas aquellas que, de hecho, facilitan una interconexión de parcelas del saber: factores biológicos, patológicos, socioculturales; superación de lo microscópico y telescópico por la visión macroscópica; holística, cibernética, que conduce a la superación del positivismo reduccionista en la dirección de un nuevo humanismo.
La Biocibernética es, en este enfoque, absolutamente necesaria. Nos permite considerar la integración cibernética desde los mecanismos de interconexión, regulación y control. La individualidad y la especificidad están ligadas entre sí de manera indisoluble a causa de que la vida es, por lo pronto, un proceso diferenciador. Por eso tales cualidades son siempre aleatorias y efímeras, consecuencia del dinamismo cambiante individuo/medio, el cual no se deja fijar en un sistema estable de coordenadas físicas, químicas, matemáticas o biológicas. En este orden de realidades la adaptación es consecuencia de la integración cibernética del ecosistema. Es preciso interpretar continuamente el proceso de adaptación témporo/espacial, desde los conceptos de estructura, sistema y campo integrado.
Se impone, desde esta perspectiva metodológica, que propongamos de los diversos niveles de estructura/función (protoplasmático, celular, animal, humano y psicosocial) una consideración del terreno: genotipo del nivel protoplasmático. La constitución es una relación prefijada, cualitativa y cuantitativa de huesos/músculos/piel mediante mecanismos intracelulares o protoplasmáticos conducidos por el ADN. El genotipo de nivel celular condiciona el comportamiento bioelectrónico o diátesis funcional en conexión con los cambios y señales electromagnéticas que inciden y saturan el intersticio (mesénquima o medio ambiente celular), muy diferentes, lógicamente, a los estímulos que saturan los respectivos hábitat de los niveles protoplasmático, animal (neuroendocrino o neurovegetativo), humano y psicosociocultural. El genotipo de nivel animal configura el temperamento, que es un código prefijado de pautas conductuales pertenecientes a la fisiología de los órganos en su conexión integrada en el paleoencéfalo y ganglios basales del cerebro. El genotipo de nivel humano está constituido por aquellos factores que modulan el carácter y la personalidad en conexión con las influencias externas al ser durante su desarrollo por lo que puede decirse que es resultado del ecosistema humano. Para el nivel psicosocial no hay genotipo propiamente dicho sino todos aquellos usos de la cultura y factores condicionantes de la civilización que en una época dada nos ha tocado vivir.
Lógicamente esta visión desemboca en una patología de niveles. Aquí la visión analítica muestra toda su insuficiencia. Al mirar el árbol perdemos de vista el bosque pero, al mismo tiempo, "el bosque" se nos escapa siempre un poquito: no acabamos de verlo nunca en su totalidad sino mediante el sentimiento de que existe, de que "tiene" que existir. Cada nivel de estructura/función es un bosque parcial que, al mismo tiempo, forma parte de ese otro bosque que configura el organismo como totalidad "independiente" que, a su vez, se articula indisolublemente en su ecosistema. Y así sucesivamente. El hábitat, como realidad última o frontera del ser, reclama para su manejo correcto la consideración de los diferentes niveles de estructura dado que es esa estructura precisamente la que determina los códigos de intercomunicación o interdependencia de las partes y lo que para cada una de ellas es propiamente hábitat. En los sistemas vivos esto es así porque, para ellos, persistir exige integrar: es el dinamismo el que sostiene la estructura. Y como hemos sugerido constantemente que la realidad es interdependiente la visión de conjunto es obligada para actuar en la práctica de una auténtica medicina. No hay enfermedades, ni sentimientos, ni disfunciones "locales" sino, en todo caso, aspectos locales de una alteración global. La clave de una visión integradora es que toda acción o cambio actúa sobre el todo por lo que perder de vista las consecuencias que para el conjunto puede tener cualquier medida terapéutica es incorrecto, torpe y potencialmente peligroso; incluso inmoral si se tienen bien claros y asimilados los presentes conceptos. Sólo la consideración conjunta de la dinamicidad es armonizadora, ética y saludable.
En el nivel protoplasmático, magma orgánico primigenio que ocupa todo el interior de la célula, la patología, lógicamente, dependerá de las desarmonías en los componentes internos:
1º) Bioquímicos y electrónicos.
2º) Moleculares (proteínas, ácidos nucleicos, lípidos e hidratos de carbono).
3º) Genéticos.
4º) Inmunitarios (aspectos bioquímicos de los procesos inmunodefensivos).
Los factores externos de la desarmonía constituyen el extenso capítulo de la Ecotoxicopatología. Las intoxicaciones serán bioquímicas (Homotoxicología), enzimológicas y de grandes y sostenidas alteraciones en el equilibrio hidrosalino y otros factores de intercambio a través de la membrana celular. La terapéutica en este nivel se centrará en factores alimentarios, ecológicos, inductores iónicos, sueros hiperpolarizantes, inmunomodulación, aerobiosis, fisioterapia, homeopatía, isopatía, nosodoterapia y, desde luego, alopatía convencional.
En el nivel celular, todo lo que atañe a la célula. No sólo en lo que atañe a la membrana citoplasmática sino a su medio externo natural o intersticio a través del cual ejerce su influencia el nivel inmediatamente superior en el que está inserta que es el nivel animal o neuroendocrino. Aquí tendremos en cuenta la Homotoxicología (Reckeweg y sus fases celulares de evolución tisular: excreción, reacción, formación de depósitos, impregnación, degeneración y neoplasia). El mesénquima (Pischinger, "basurero orgánico" y al mismo tiempo espacio vivo intercelular, responsable del sostenimiento adecuado o fisiológico del flujo microcirculatorio, sanguíneo y linfático, en este nivel). Tejidos ecto, endo y mesodérmicos. Factores frónicos (bioelectrónicos: momentos magnéticos organizadores del plasma vivo). La intoxicación (desinformación o información equivocada) de estas estructuras consistirá en la aparición de focos (dentarios, amigdalares, sinusíticos, digestivos, etc.) y/o campos interferentes (cicatrices patológicas, internas o externas; adherencias peritoneales, etc.); bloqueos mesenquémicos por efectos bioquímicos o por simple acúmulo de productos de deshecho en ese espacio; ceba proteica y grasa (intersticial, en los endotelios vasculares, en gelosas y zonas de celulitis); bioelectrónicos (desvíos excesivamente alejados de la zona saludable en el pH, rH2 y resistividad). La terapéutica puede abordarse mediante acupuntura (particularmente, EAV), homotoxicología, neuralterapia, laserterapia, fitoterapia, oligoelementos biocatalizadores, quimioterapia convencional, cirugía, odontología neurofocal, ultrasonidos, magnetoterapia o electroterapia (en especial ondas interferenciales y técnicas similares).
En el nivel animal o neurovegetativo todo lo que atañe a los órganos y sus correlaciones neuroendocrinas de carácter vegetativo. Fisiopatología de los sistemas nervioso, endocrino, circulatorio, digestivo, genitourinario, respiratorio, locomotor, sangre, piel y faneras. Aquí tenemos estructuradas genéticamente las bases de la constitución y el temperamento. Es el nivel en que piensa de manera espontánea y predominante el médico convencional de Facultad. La intoxicación (desinformación) puede tener aquí carácter nervioso, endocrino. Neurodistonías, neurodistrofias, estrés... La terapéutica, aquí, reclama de manera preferente la acupuntura y todas las demás reflexoterapias (auriculoterapia, nasoterapia, etc.), neuralterapia, odontología neurofocal, cirugía, cromoterapia, ejercicio, masajes, sauna, manipulaciones (osteopatía), homeopatía, quimioterapia convencional, focusing, condicionamiento reflejo, biofeedback.
En el nivel humano (neoencéfalo, leyes de integración del córtex cerebral) se da todo aquello que atañe al yo como sistema autoconformante, caracterizado por la conciencia de sí y del mundo. Carácter, personalidad, conducta, situación determinante en el aquí y ahora. La intoxicación aquí es psicológica, tanto por causas intrapsíquicas como por estímulos patógenos en la interacción social del sujeto con sobrecargas (personal y psicosocial) del sistema nervioso central: neurosis. También disfunciones más o menos graves en la célula nerviosa, de origen tóxico (drogas, etc.) o genético (herencia). La terapia se basará entonces, primero, en una minuciosa y exigente repertorización homeopática así como en las inevitables acciones sobre los niveles más bajos (animal, celular, protoplasmático) y, en paralelo, una psicoterapia adaptada a las condiciones socioculturales del enfermo. Psiconeuroendocrinología. Laborterapia, técnicas creativas, música, entrenamiento social y cultural, factores de descarga del estrés, la desadaptación y la pérdida de objetivos frente al futuro.
El nivel psicosocial o transpersonal constituye el vértice de la pirámide de niveles que acabamos de proponer. En "el vértice de este vértice" está el espacio (virtual, desde luego) de lo transinteligible: conceptos como el de Belleza, Justicia, Verdad, Armonía, Dios... Las superestructuras culturales en que cada hombre está como inevitable resultado de su vivir modulan su sensibilidad ("filtros" por los que tamiza la información que le llega) y configuran el espacio interno de significaciones que es su conciencia. Vive "como si" todo aquello que él ve con claridad fuese "verdad" y su vida toda está impregnada del sentimiento de carencia que supone tener que saber en todo momento a qué atenerse por lo que para aliviar esta tremenda presión suele instalarse en un mundo de creencias que se sostienen por sí mismas. La patología, aquí, supone una suficiente alteración de los mecanismos anímicos de interconexión, regulación y control que desestructuran la imprescindible seguridad en sí mismo y le llevan a mecanismos como el sobresalto (alarma, estrés emocional) o sobrecogimiento (angustia que solemos llamar "existencial" o vital). Una desarmonía sostenida el tiempo suficiente en este nivel acaba sobrecargando el sistema nervioso central y, de aquí, los ganglios basales del encéfalo y todo el sistema vegetativo, con lo que aparecerán incluso patologías orgánicas basadas en este origen. Y como solamente se vive viviendo la única terapia eficaz posible es el cultivo del espíritu y el entrenamiento vital desde la humildad de nuestra ignorancia individual. De todas formas de ello suelen encargarse -en ocasiones, con enorme éxito- los misioneros de almas, apóstoles, gurús y profetas de ciertas religiones con tal de que nos abandonemos a su mensaje y aliviemos así nuestra sobrecarga existencial.
En conclusión, para la Medicina Integral que proponemos desde principios de los años setenta del pasado siglo XX vivir es moverse, cambiar, adaptarse, crecer, sostener una inercia. La mera persistencia es imposible, irreal: parar es morir. Toda acción es interacción; no hay espacios ni campos vacíos. El organismo está estructurado en niveles automantenidos que recuerdan la evolución de la vida en el planeta. Cada nivel sostiene en homeostasis a su inmediato inferior. Cada enfermo es una persona irrepetible, única y presenta un perfil de niveles afectados (unos más y otros menos) debido a que hay un desequilibrio predominante en cada situación. Diagnosticar supone cuantificar y cualificar desequilibrios. Regular los sistemas es restaurar su interdependencia saludable y supone integrarlos entre sí y con los niveles inmediatos. Restaurar esa interdependencia es desintoxicar, restablecer comunicaciones, desbloquear, limpiar, desinterferir. Curar es restaurar la unidad de respuesta interna (la ROI antes aludida): restablecer flujos y funciones, iluminar caminos, romper bloqueos, crear honestas esperanzas, ahuyentar terrores, denunciar la falsedad e inutilidad de las guerras en las que caemos todos los humanos, iluminar la conciencia de sí. Para estos fines además de los recursos ya descritos de Medicina Biológica y convencional deberemos ayudarnos, según el caso, de la Prospectiva de Sistemas, la Caracterología, la Fisiognomía, la Psicopedagogía, la Biocicloergología, la Organometría Funcional de Voll, la Neurorreflexología, la Cibernética, el Pensamiento Analógico y las ideas de Armonía, Ritmo e Infinitesimalidad.

Francisco Albertos

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Ediciones MK3 S.L. Mirasierra 5, Ático A, 28220 Majadahonda, Madrid. TF:91 638 27 28. FAX:91 638 40 43. e-mail:mk3@dsalud.com III LA MEDICINA ABIERTA III

Pocas semanas antes de fallecer el Dr. Francisco Albertos Costán -pionero de la Medicina Integral en España y miembro del Consejo Asesor de nuestra revista- nos hacía llegar para su publicación tres artículos que venían a resumir lo aprendido en sus más de cuatro décadas de estudio y ejercicio médico. Y tal como anunciamos los publicamos consecutivamente porque de alguna forma constituyen su legado médico. En las dos primeras entregas el Dr. Albertos nos aproximó a la Medicina Biológica y a La Medicina Integral. En esta tercer y última entrega nos habla de la Medicina Abierta.

La Medicina, como actividad pública, como hecho social y hasta como manifestación económica está en nuestros días dividida e intoxicada al igual que muchas otras instituciones de la civilización. La presión de intereses económicos, del mandarinato de las aulas, del inmenso poder político que representa el área de la salud y, por otra parte, la inercia autoconformante de una actividad que moviliza a centenares de miles de profesionales y decenas de millones de usuarios hace difícil que el médico individual pueda sostener un talante creativo, artesanal y libre de trabas para su tarea como requiere la complejidad y sutileza de la misma. Al parecer, estos macrofenómenos tienen que satisfacer las previsiones del mercado, los controles reguladores del Gobierno, la ineludible necesidad asistencial de la Seguridad Social, las presiones crecientes -en ocasiones, aplastantes- de las multinacionales de la industria químico-farmacéutica y los problemas sociopolíticos y socioeconómicos derivados del costo inevitable de los modernos recursos diagnósticos y terapéuticos que un centro asistencial tiene que movilizar.
Y en tales condiciones el médico es una especie de capataz o funcionario de la industria de la salud que carece de libertad propia y auténtica creatividad. Eso sí, el enfermo habitual que asiste a su consulta no piensa ni siente lo mismo respecto a él que la Administración. Para cada enfermo ante el que se enfrenta cada día todo médico es -y será siempre- una inevitable mezcla de científico-sanador-chamán-hacedor de milagros. Y para sostener el prestigio, la eficacia y la imagen que ese papel social y cultural reclama el médico precisa de un espacio social y cultural para desenvolverse más allá de los límites que hoy le impone su condición de funcionario. No era posible imaginar siquiera hace cincuenta años que un acto médico pudiera convertirse en algo tan mecánico, simplista e impersonal como, por ejemplo, el hecho trivial de repostar gasolina para el coche. Confesada o inconfesadamente, el enfermo espera siempre "algo más" que la mera técnica (análisis, radiografías, medicamentos de síntesis, etc.); precisa que "su" médico (precisamente él y no los cuatro o cinco especialistas que le han visto en diferentes momentos) sea una especie de demiurgo que además le dé la impresión de que se preocupa por él, por la enfermedad que padece, por las causas que le han llevado hasta ahí, por recomendarle una manera de comer y vivir para evitar su progresión, recaídas, etc. Y el médico lo sabe, como lo sabe la Administración, como lo sabe la sociedad, como lo sabe todo el mundo. Y si ese médico se ve obligado a decir al enfermo que su tiempo y posibilidades se han acabado, que no hay solución para sus dolencias, éste seguramente lo asumirá educadamente pero, al dejar la consulta y alcanzar la calle, repasará en su memoria amigos o conocidos que le ayuden a encontrar "alguien que pueda hacer algo", alguien dispuesto a investigar y plantearse el problema de otra manera. Y -si fuera necesario- alguien cuya mentalidad y talante le permita salirse de los esquemas oficiales o convencionales que parecen incapaces de ayudar.
Estamos divididos y acorralados por el mecanicismo, el reduccionismo, la presión masificadora y reduccionista de la sociedad de masas. Se habla del derecho a la intimidad, al honor, a la salud, a la vivienda digna, a la justicia... La nuestra es una época tan inestable, tan cambiante, tan amenazada en todos los sentidos que el ciudadano anónimo se siente acorralado y se pasa la vida en continuas operaciones defensivas para conservar lo que cree que posee. Desde la visita a un restaurante hasta un viaje en avión o un ingreso en un sanatorio por cuestiones de salud, todo se puede convertir en un fraude o en un motivo de disgusto o contrariedad. La mayoría de automatismos y usos sociales que permitían a nuestros abuelos convivir aceptablemente y disfrutar de un mínimo de garantías y seguridades han desaparecido hoy o están en plena decadencia. El triunfo a escala planetaria de la información rápida y los medios de comunicación no sólo no mejora sino que parece empeorar la situación de crisis e inestabilidad de vigencias y valores culturales. La tentación de crear automatismos a partir de la expansión de los ordenadores y el pensamiento cibernético ha llegado ya a la empresa y la Administración del Estado con lo que se impone como consecuencia una ineludible necesidad: la de reducir y simplificar la cosa -o la persona- a gobernar, el producto a fabricar o la enfermedad a tratar. Por un lado, se intentan regular todas las actividades sociales del ciudadano (con el natural peligro de la rigidez, la intransigencia, la deshumanización y falta de responsabilidad moral que comporta una conducta sin libertad de elección y, por decirlo así, "codificada"). Por otro, la ruptura creciente del necesario diálogo del hombre con su circunstancia, cada día más debilitado e insignificante, cada día, en suma, más caótico y desestabilizador. Finalmente, el inevitable efecto de todo reduccionismo que, al simplificar e intentar explicar y manejar fenómenos complejos desde las leyes de sistemas más simples, pierde el control de la auténtica y profunda realidad de los hechos, limita drásticamente la capacidad de decisión y, en consecuencia, el campo de la conducta -y naturalmente, el de la conciencia- queda artificialmente empequeñecido y simplificado, seguramente para que ese "hombrecillo" inventado o diseñado por el ordenador pueda ser controlado y gobernado por la máquina del Estado. Y como cualquier máquina, la Administración no dialoga ni negocia: son los hombres quienes han de ser simplificados y adaptados a las características (hardware) y las leyes de comportamiento (software) del ordenador. Los rasgos de singularidad y espiritualidad del ser humano son considerados superfluos, meramente anecdóticos por la maquinaria del sistema.
En estas condiciones, la Medicina -en tanto que tarea de hombres- está gravemente amenazada en su creatividad y posibilidades de desarrollo como lo estaría la música o la pintura si se pretendiera controlarlas en su praxis más allá del efecto regulador que inevitablemente ejerce el mercado. Actualmente, como decimos, uno de cada tres enfermos -pertenecientes o no a la Seguridad Social con su asistencia gratuita- elige espontáneamente pagar a su médico naturista, homeópata o acupuntor cuando se siente enfermo de cierta consideración. Pero la Administración no contempla esa necesidad; no puede, al parecer, contemplarla.
Así que si queremos evitar esa derrota humanística, si queremos evitar un peligrosísimo retroceso histórico de nuestra evolución cultural debemos considerar y tratar la Medicina -entre otras actividades de trascendente significado social y cultural- de manera especialmente abierta y libre. La Administración debería regular todo lo que sea regulable, todo lo que en buena ley pueda mejorar desde el punto de vista social la ética y la eficacia de la tarea médica pero tendrá que poner especial cuidado de no invadir las zonas de creatividad del médico ni poner obstáculos a su libre desenvolvimiento, esencia misma de su insigne profesión. Por su parte, el inspector nunca podrá juzgar sobre la inspiración de un médico en plena tarea ni sobre la transmisión empática que puede producirse entre éste y su enfermo. Si, por ejemplo, la viejísima Acupuntura resuelve o alivia cefaleas, reumatismos o dolencias crónicas que hasta entonces habían sido tratadas infructuosamente por la Medicina hoy considerada oficial no cabe rechazarla, menospreciarla o ignorarla únicamente desde el supuesto -pretendidamente científico- de que la fisiología de Facultad no es capaz de explicar por ahora sus mecanismos de actuación. Y si unos granulitos de Homeopatía convenientemente elegidos pueden cambiar el carácter de un niño difícil o resolver cuadros complejos de disfunciones neurovegetativas el médico oficialista no puede dar la espalda y pavonearse despectivamente cuando se lo cuentan parapetado tras la muralla de hechos aceptados por la Medicina convencional. Si ésta no puede interpretar los hechos que se producen cada día en su presencia, tendrá que incorporar nuevas leyes, retocar hasta donde sea necesario sus axiomas y principios, estudiar e investigar minuciosa y pacientemente los fenómenos que no es capaz de interpretar... Todo menos suprimir autoritariamente en un gesto reaccionario inadmisible la posible validez o consistencia real de esos hechos. Y si el poder creciente de los grupos de presión -interesados siempre en suprimir competidores, naturalmente- maniobra para impedir el avance de ese pensamiento la Administración tendrá que plantearse una nueva política frente a la acción depredadora y prevaricadora de tales grupos y poderes espurios. En una sociedad sana los gobernantes no pueden pactar continuamente con el diablo del dinero, el poder social y los oportunismos de todo tipo y clase hasta llevarnos al caos moral e institucional.
Se trata de integrar, sumar, enriquecer el pensamiento y la ciencia. Junto a técnicas como el microscopio, los rayos X, la espectrofotometría o los avances de la genética, ¿por qué no abrirse también a los logros de siempre atesorados por las medicinas milenarias que manejan el organismo desde la más pura y exigente concepción cibernética? La Medicina, como todas las actividades humanas de gran complejidad, debe estar abierta a todos los hechos y a todas las interpretaciones válidamente eficaces de esos hechos. Pero muchas veces esa apertura liberal no es problema únicamente de voluntad. La práctica médica es un hecho social y tiene costos políticos y sociales para lograr su validación. El fuerte costo de la atención sanitaria en nuestra sociedad de masas del consumo convierte esta actividad en un capítulo económico de mayor envergadura que el de las Obras Públicas o la industria de guerra. El entramado de influencias económico/políticas para controlar esta actividad mediatiza peligrosamente la espontánea creatividad de su desenvolvimiento. La judicialización, economización y politización del hecho sanitario nos lleva al caos intelectual, a no saber bien qué es lo más importante, si la Medicina como actividad concreta o sus consecuencias sociales; es la noche en que todos los gatos son pardos. La imparable y en ocasiones exagerada regulación de la actividad de médicos y farmacéuticos les coarta severamente y poco a poco les priva del necesario aspecto ético de sus planteamientos. El galeno ha perdido prácticamente el derecho a tener enfermos que le busquen a él precisamente como persona con lo que no sabe bien si prestar más atención a las consecuencias administrativas, sociales y jurídicas de sus actos profesionales que a los hechos médicos en sí mismos. Muchos farmacéuticos renunciaron hace ya muchos años a su condición y se han convertido en buena medida en meros dispensadores de fármacos específicos.
Cualquier persona que contemplara imparcialmente esta situación rechazaría el actual estado de cosas, restauraría la figura del viejo médico de familia, la relación personalizada del médico y el enfermo. Y se repondría la figura del farmacéutico capaz de elaborar fórmulas magistrales y transmitir la necesaria confianza al enfermo desde un trabajo concienzudo y entusiasta. Pero la actual situación no es trivial, casual, ni consecuencia del sueño caprichoso de una noche de verano sino el resultado histórico del desarrollo crítico de la sociedad de masas del consumo. Este desarrollo crítico es uniformizador, inevitablemente economicista y reduccionista en sí mismo desde el punto de vista cultural por lo que "necesita" que tantos millones de hombres en la calle seamos lo bastante pequeños y conductualmente análogos para poder convivir con medios estadísticamente escasos en proporción al volumen de población. Los atascos en el tráfico, las listas de espera en los hospitales, la escasez de las promociones de empleo, las colas de todo tipo y clase, etc., fomentan el individualismo salvaje, el reaccionarismo xenófobos, el etnocentrismo y los nacionalismos excluyentes. Las muertes por causas como el tráfico, las causas laborales, el mal trato, los "ajustes de cuentas", la rivalidad en grupos de inmigrantes que viven en la pobreza o al borde de la marginación solemos contemplarlos con naturalidad deshumanizante, como "pérdidas inevitables del sistema". Al parecer deberíamos asumirlos como "supervivencia del más apto" o selección natural que destruye o margina a los más débiles.
Pero de la misma forma que nos parecería disparatado recomendarle al pintor o al compositor que ajustasen su creatividad a las necesidades reduccionistas de la sociedad de masas la Medicina reclama absoluto respeto por la cosa misma que tiene que manejar y cuidar hasta lo sublime. No puede haber atajos ni soluciones provisionales o mínimamente comprometidas con aspectos económicos, políticos, sociales o, simplemente, relacionables con la opinión médica oficialmente establecida. Queramos o no, existen el interior y el exterior del cuerpo, y los cambios incesantes de esa relación. No basta, para hacer Medicina de manera solvente, saber al detalle la histología y fisiología de, por ejemplo, el hígado, si en nuestra praxis con un enfermo concreto ignoramos las tremendas preocupaciones que le embargan a todas horas. O si tratamos los estados inflamatorios u otras patologías sistemáticamente mediante la coerción de la quimiofarmacia y no desde la persuasión de acciones reflejas inspiradas en el más fino lenguaje del cuerpo y en la consideración de su totalidad como sistema de información.
Una Medicina Abierta parte del hombre como totalidad porque ése -y únicamente ése- es su objetivo posible. Y, ciertamente, utiliza entre otras cosas laboratorios, radiologías, ecografías y demás medios diagnósticos y terapéuticos propios de la medicina anatomoclínica de hospital universitario porque el método analítico y experimental, hasta donde puede llegar (y sólo hasta donde puede llegar) cubre magistralmente las necesidades que su lista de enfermedades reconocida y catalogada plantea. Pero la Medicina es más que eso. Un hombre es siempre más, mucho más que un manojo de tubos y cables conectados para sostener los fenómenos metabólicos reconocidos en la fisiología de Facultad. Como decíamos antes, hay fenómenos clínicos -capaces de generar dolor, incapacitación e incluso la muerte- que no ha sido posible hasta la fecha clasificar científicamente según el método analítico/organicista de la Medicina ordinaria. Solemos llamar a esos cuadros clínicos no clasificables de manera materialista procesos funcionales (por oposición a los "orgánicos") que el médico convencional trata con ansiolíticos, antidepresivos, espasmolíticos, antiálgicos, etc., a la espera, quizás, de que acaben desapareciendo o, al contrario, "tomando cuerpo" en cuadros orgánicos detectables por técnicas de laboratorio, radiología, etc. en cuyo caso, naturalmente, dejan ya de ser "procesos funcionales" para el médico clínico.
Pero es el caso que, si nos detenemos con la suficiente perspicacia en cualquier cuadro clínico -tumores, Sida y todo tipo de enfermedades degenerativas incluidas- veremos que todos ellos tienen un componente funcional y exhiben un grupo de fenómenos inexplicables, simplemente desde los rayos X o el laboratorio. Para un médico abierto y no comprometido con esquemas rígidos o víctima del maniqueísmo de las aulas esto significa que hay un complejísimo dinamismo interno en todo lo vivo y muy especialmente en el hombre, no explicado ni explicable todavía en términos de la ciencia oficial o la fisiología de Facultad. Muchas medicinas antiguas sí consiguen afrontar estos problemas aún no resueltos por el sistema de pensamiento médico oficial. Dotadas únicamente de pensamiento sintético, respetan sistemáticamente lo que sucede y no se obligan a sí mismas a ignorar ningún fenómeno. Para las necesidades humanas, psicológicas y espirituales como para los trastornos de carácter reflejo, los bloqueos del medio interno, las disfunciones neurovegetativas presentes en todo enfermo o las enfermedades neurofocales que plantea la Medicina Biológica no hay ni puede haber laboratorio, radiología, etc., por lo que no hay ni puede haber reglamentos ni leyes reguladoras para ellas inspiradas en los métodos y varas de medir del organicismo oficial. ¿Cómo regular, en justicia, lo que en buena medida se desconoce?
Es necesario, en suma, obtener el respeto de la sociedad y de los controladores del sistema frente a una actividad cuyo desarrollo científico está todavía en sus comienzos. No se trata de restar o negar nada ni a nadie sino de sumar, complementar, humanizar y hacer más fácil la convivencia respetuosa y creativa entre la medicina llamada "moderna" y la medicina de siempre.
A esa medicina la vamos a llamar MEDICINA ABIERTA. Es abarcadora de todo lo que hay, respetuosa con todos y cada uno de los fenómenos -catalogados o no por la Academia- que se presentan en el curso de una dolencia, dispuesta a considerar al mismo tiempo las posibles alteraciones orgánicas -detectables por radiología o laboratorio- como los trastornos funcionales -o sin sustancia-. Capaz de pensar con la misma seriedad en soluciones como el quirófano, unos granulitos homeopáticos o la "milagrosa" aplicación por espacio de varios minutos de un color en el iris, en una quemadura o en una lesión traumática. Seguramente en las próximas centurias sabrá la humanidad de la necesidad de este planteamiento abierto, no sólo en Medicina sino en todas y cada una de las actividades complejas que origina nuestra sociedad.

Francisco Albertos
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