miércoles, 4 de abril de 2007

La medicina de la Virgen de Guadalupe.



Hijita, hijito:

cuando se cumplió tu destino como anunciaron los hombres y mujeres sagrados, y plantaron cruz y espada los salvajes de oriente en la piel que bienamabas, era mi garganta la que lloraba por tu penar cuando se escuchaba en las noches mi grito

me transformé en la mujer del Tepeyac para que supieras que no te había abandonado, que tu madrecita seguía allí, velando día y noche por tu cuerpo, por tu alma

y así en cada lugar te he dado mi figura para que por su medio, tus plegarias lleguen a mis oídos, y tus ojos miren a los míos, de frente, para ver tu llanto y escuchar tus tristezas, para sanar tus heridas: las del cuerpo, las del alma

a tus tatas les fue dada palabra de que el blanco traería con él sus pólvoras, y se les advirtió no comulgar con ellas, porque les llegaría la muerte, la enfermedad, el dolor

y pocos guardaron en su corazón la palabra
y muchos se han dolido

por pólvora de harina, azúcar y jabón
pólvora de coca, fertilizante y pesticida
pólvora de asbesto, de plomo y cemento
pólvora de virus, bacterias y hongos
pólvora de vivos, de enfermos y muertos
pólvora de madera, carbón y gasolinas
quemando por fuera
quemando por dentro

es hora ya de recordar esta palabra hijito, hijita
es hora de acunarla en el corazón

do mora el mal
se encuentra el bien de espaldas,

y con el mal vino el remedio
con él vino mi espina
con él vino mi leche
con él vino mi fruto
con él vino mi aceite

bebe de olivos y cardos
sus preciadísimas mieles
úngete en mi santidad
embelésate en mis mieses