EL ASPARTAMO, ¿UN EDULCORANTE PELIGROSO? El aspartamo (E-951) -uno de los edulcorantes más utilizados del mundo- vuelve al primer plano de la actualidad a raíz de un reciente estudio de la Fundación Ramazzini para la Investigación y Prevención del Cáncer que acaba de publicarse en Enviromental Health Perpspectives según el cual un consumo excesivo del mismo podría contribuir a la aparición de linfomas y leucemia, especialmente entre los más jóvenes. Aún no ha habido reacción por parte de la FDA o los responsables europeos -que siempre han negado esa relación- pero el Center for Science in the Public Interest -importante organización sin ánimo de lucro destinada al control de la alimentación y los aditivos en Estados Unidos- ha pasado el aspartamo de la categoría de Úsese con precaución a la de Debe evitarse. Pocos productos relacionados con la alimentación han estado sometidos a tanta polémica como el aspartamo, aditivo internacionalmente conocido como E-951. Desde su descubrimiento de forma casual en 1965 -cuando la empresa norteamericana G.D. Searle & Co se encontró con él mientras buscaba un medicamento contra la úlcera- ha sido centro de numerosas controversias científicas y luchas de poder -político y económico- capaces de provocar un justificado escepticismo sobre el papel real de las autoridades reguladoras responsables de velar por la seguridad de los alimentos. El aspartamo es hoy, tras la sacarina, el segundo edulcorante artificial más usado en el mundo -sólo en Estados Unidos se consumen más de 8.000 toneladas al año- aunque en términos de consumo mundial representa el 62% del mercado. Según estimó en el 2005 el Centro de Información sobre el Aspartamo lo consumen habitualmente más de 200 millones de personas. De hecho se encuentra en ¡más de 6.000 productos! incluyendo bebidas no alcohólicas carbónicas, chocolates, chicles, caramelos, postres, yogures y productos farmacéuticos como los jarabes para la tos sin azúcar. Aunque su importancia viene dada sobre todo por su presencia en las denominadas bebidas light. Para los organismos reguladores está demostrada de forma suficiente su seguridad; tanto para la FDA -la agencia que controla los alimentos y fármacos en Estados Unidos- como para el Comité Científico para la Alimentación de la Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea. Y para muchos con eso es suficiente. Las empresas que lo usan, ante cualquier cuestionamiento sobre su seguridad, se refugian en lo obvio: "El E-951 está aprobado por las autoridades competentes ante quienes ha demostrado su seguridad". Y, sin embargo, ex funcionarios de la propia FDA -el primer organismo que dio su aprobación-, organizaciones de consumidores, médicos e investigadores independientes lo relacionan desde hace años con gran número de síntomas y patologías considerándolo un neurotóxico capaz de provocar cuando se ingiere o acumula en cantidades importantes comportamientos agresivos, desorientación, hiperactividad, entumecimiento de las extremidades, excitabilidad, pérdida de memoria, debilitamiento de la vista con pérdida de la percepción de profundidad, disfunciones hepáticas, oscilaciones severas de humor, degeneración neurológica y cáncer. El estudio más reciente sobre él -publicado el pasado 8 de Agosto en el European Journal of Clinical Nutrition con el título Efectos directos e indirectos del aspartamo sobre el cerebro y efectuado por un equipo de investigadores surafricanos integrado por Humphries, Pretorius y Naudé- señala: "Creemos que la ingesta excesiva de aspartamo puede estar implicada en la patogénesis de ciertos desórdenes mentales pudiendo comprometer además funciones emocionales y de aprendizaje". Aunque el último gran toque de atención -de una larga lista de estudios y manifestaciones en contra- lo ha dado un estudio independiente del Centro de Investigación del Cáncer Cesare Maltoni de la Fundación Europea Ramazzini de Oncología y Ciencias Ambientales. Y es que tras una larga investigación sobre 400 ratas de laboratorio Sprague-Dawley el estudio -publicado antes de verano en el Environmental Health Perspectives , publicación del U.S. National Institute of Environmental Health Sciences- concluye de manera categórica: "Los resultados de la prueba biológica de carcinogenicidad confirman y refuerzan la primera demostración experimental de carcinogenicidad multipotencial del aspartamo a un nivel de dosis cercano a la dosis diaria admisible para los seres humanos. El estudio demuestra además que cuando la exposición al aspartamo comienza durante la vida fetal sus efectos carcinógenos aumentan". Añadiendo: "Ante estos resultados entendemos que deben revisarse sin demora las actuales normas reguladoras sobre el uso del aspartamo". Más claro, agua. ¿POR QUÉ LAS RATAS NO DEBEN TOMARLO Y NOSOTROS SÍ? En un enmarañado mundo de cifras y datos, estudios patrocinados y sesgados superpublicitados, y estudios independientes casi silenciados sólo le queda al consumidor tratar de certificar la fiabilidad de cada cual. Por eso los resultados de la Fundación Ramazzini adquieren especial importancia ya que su independencia y compromiso con la seguridad alimentaria está contrastada. Los datos fueron publicados en una revista científica internacional de prestigio, sometidos al sistema de revisión y presentados en una reunión científica celebrada a mediados de septiembre del 2006 en Italia bajo el título Afrontar el futuro a la luz del pasado: viviendo en un mundo químico. Y el director del trabajo, Morando Soffritti, recibió el pasado 23 de abril el Premio Irving J. Selikoff en la Mount Sinai School of Medicine en Nueva York. Y su discurso se tituló Carcinogenicidad del aspartamo: lecciones que debemos aprender. Los trabajos de Soffritti son producto del esfuerzo emprendido por la Fundación Ramazzini para tratar de evaluar los potenciales riesgos carcinogénicos de edulcorantes artificiales, colorantes, conservantes y suplementos dietéticos ante la evidente falta de datos experimentales y epidemiológicos que hay a nivel internacional. Con tal objetivo comenzaron en 1985 una serie de grandes experimentos llevados a cabo en el Cesare Maltoni Cancer Research Center (CMCRC) habiéndose estudiado ya la carcinogenicidad de 12 productos diferentes, entre ellos el aspartamo. Motivos altruistas, prestigio e independencia parecen avalar pues las investigaciones realizadas. Soffritti y su equipo ya hicieron sonar las alarmas hace dos años tras un trabajo similar realizado con 1.800 ratas y que se publicó en el European Journal of Oncology. "Se ha demostrado por primera vez experimentalmente -afirmaban en su investigación- que el aspartamo causa un aumento estadístico significativo -vinculado a la dosis- de linfomas y leucemias en ratas hembras a niveles de dosis muy cercanas a las que los seres humanos pueden estar expuestos (…) Estos experimentos demuestran que el aumento en linfomas y leucemias observados en el estudio del aspartamo podría estar relacionado con el metanol, un metabolito del aspartamo que se metaboliza a formaldehído y después a ácido fórmico en seres humanos y ratas". No han sido los italianos, por cierto, los primeros en alertar de la peligrosidad del formaldehído. Ellos se han limitado a contrastar lo evidente. La Agencia para la Investigación del Cáncer (IARC) dependiente de la OMS señalaba en un texto publicado el 1 de septiembre del 2004 lo siguiente: "En conjunto, el Grupo de Trabajo concluyó que el formaldehído es carcinógeno en humanos (Grupo 1) basándose en la existencia de pruebas suficientes en humanos y en animales de experimentación lo que supone una clasificación más alta que las evaluaciones previas de la IARC". Y ya en 1998 un estudio de Carmen Trocho y otros investigadores españoles del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona habían dado un paso muy importante al ratificar la peligrosidad del formaldehído en un estudio titulado Formaldehyde derived from dietary aspartamo binds to tissue components in vivo. "Los efectos acumulativos -señalaban entonces los investigadores españoles- sugieren que la ingesta regular de aspartamo puede dar lugar a la acumulación progresiva de agregados de formaldehído. Puede especularse más a fondo que la formación de agregados puede ayudar a explicar los efectos crónicos que puede inducir el consumo de aspartamo en tejidos sensibles, tales como el cerebro. En todo caso, los posibles efectos negativos que la acumulación de formaldehído puede inducir son, obviamente, a largo plazo. La alteración de la integridad y de la función de la proteína puede necesitar un cierto tiempo para inducir efectos sustanciales". Convencidos de sus datos los investigadores de la Fundación Ramazzini buscaron ser todavía más concluyentes. Reevaluaron sus datos del 2005 en un artículo publicado en el 2006 en Environmental Health Perspectives bajo el título Primera demostración experimental de los efectos carcinógenos multipotenciales del aspartamo administrado con la alimentación a ratas Sprague-Dawley. "Nuestro estudio -concluían ya entonces- demuestra que el aspartamo es un compuesto carcinógeno multipotencial cuyos efectos carcinógenos son evidentes incluso en una dosis diaria de 20 mg/kg, mucho menor que la ingesta diaria admitida actualmente para los seres humanos en Europa (40 mg/kg) y en Estados Unidos (50 mg/kg) (…) La decisión de utilizar datos experimentales para proteger la salud pública es importante porque el tiempo de uso masivo del aspartamo sigue siendo demasiado breve para haber producido datos epidemiológicos sólidos. Por otra parte, es inverosímil que suficientes datos epidemiológicos vayan a estar disponibles en un futuro próximo dada la dificultad de encontrar a un grupo de control que no se haya expuesto a este compuesto extensamente difundido". Finalmente, el estudio del 2007 no sólo confirma todos los datos anteriores sobre la "carcinogenicidad multipotencial del aspartamo a un nivel de dosis cercanas a la dosis diaria admisible para los seres humanos" sino que además señala el aumento de los riesgos de carcinogenicidad que para los fetos supone el consumo de aspartamo por parte de sus madres. A este respecto, uno de los médicos que más ha estudiado los efectos del aspartamo, el neurocirujano norteamericano Russell Blaylock -autor del libro Excitotoxinas: el gusto que mata-, escribió al Miami Herald tratando de contestar a quienes desde la industria criticaron el primer estudio italiano. "Se sabe -señaló, entre otras cosas- que la cantidad de fenilalanina tóxica que alcanza al bebé es dos veces más alta que la que puede encontrarse en la placenta de la madre porque ésta concentra la toxina". MANTENERLA Y NO ENMENDARLA La respuesta oficial a los estudios de Soffritti, lamentablemente, ha sido la esperada. Como en las películas de Charlot, las autoridades han decidido mirar hacia otro lado y no hacer nada. Bueno sí, hicieron lo de siempre. Tratando de quitar peso a las primeras investigaciones de Soffritti del 2005 se refirieron a una macroencuesta sobre hábitos alimenticios de los norteamericanos -curiosamente, aparecida meses después- que les permitió concluir -anunciándolo a bombo y platillo- que el aspartamo no presenta riesgos. Se olvidaron de decir que en la macroencuesta sólo había dos preguntas referidas a la ingesta de edulcorantes con café o té, o que los encuestados eran todos mayores de 50 años, personas en las que difícilmente se puede encontrar el mismo efecto acumulativo que en los niños. Eso fue el año pasado. Ahora, tras los nuevos resultados de Soffritti, tampoco parece que vaya a haber movimientos por parte de los reguladores. Sobre todo porque ¡qué casualidad! no han pasado seis meses desde la aparición del estudio de Soffritti y ya se ha publicado un nuevo trabajo que ratifica las bondades del aspartamo. Un estudio de la Universidad de Maryland que ni siquiera es una nueva investigación sino un repaso de la controvertida documentación existente. Y en él, además de descalificar el estudio italiano, se concluye que el aspartamo es completamente seguro. "El panel ha llegado a la conclusión -explicaría Bernadene Magnuson, profesor auxiliar de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la citada universidad- que el aspartamo es un dulcificante de alta intensidad bien caracterizado, estudiado a fondo y con una historia larga de uso seguro en el suministro de alimentos. No encontramos ninguna relación con el cáncer o funciones neuronales. Es más, pensamos que el aspartamo podría reducir el contenido calórico de una variedad amplia de alimentos". Eso sí, lo que no dijo Magnuson ni las publicaciones que se hicieron eco sin más del estudio bajo titulares del tipo El aspartamo es seguro es que el mismo fue pagado por el mayor fabricante de aspartamo del mundo, Ajinomoto Co. Algo que sus autores pretenden hacer creer que no sabían a pesar de que fueron seleccionados por una consultora -el grupo Burdock- vinculado a la industria alimentaria. Así que no es de extrañar que portavoces de la FDA insistan en que de momento no hay necesidad de reevaluación ya que los datos de la Fundación Ramazzini no concuerdan con los de los estudios que consideran al aspartamo un producto sin riesgos. Por alguna extraña razón dan más crédito a estudios muy anteriores o financiados por los propios fabricantes que a éstos últimos, realizados con independencia, más medios y mejores procedimientos. Las empresas que lo usan, por su parte, encuentran cómodo refugio en los permisos obtenidos. Merisant -fabricante de Equal, unos de los edulcorantes que contiene aspartamo- asevera en una declaración colocada en su web: "La seguridad del aspartamo ha sido confirmada por autoridades reguladoras en más de 100 países, incluyendo la FDA en EEUU, el Ministerio de Salud en Canadá y el Comité Científico de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre alimentación así como por expertos en alimentación de las Naciones Unidas, la FAO y la Organización Mundial de la Salud". En España una de las marcas más conocidas, Natreen, comercializa edulcorantes en forma de fructosa, de comprimidos (elaborados con ciclamato, sacarina y taumatina), en forma líquida (con ciclamato, sacarina y fructosa) y en forma granulada -usada sobre todo para espolvorear- que sí contiene aspartamo. Y sobre él su página web afirma, tras decir que no es apto para fenilcetonúricos y "se digiere al igual que cualquier otra proteína" que "ni el aspartamo ni sus componentes se acumulan en el cuerpo". En cuanto a Nutrasweet -vinculada a Monsanto, la principal distribuidora del edulcorante-, mantiene en su página web similares argumentos sobre la seguridad del aspartamo: "Las alegaciones de algunos individuos de que el aspartamo puede relacionarse con una miríada de dolencias no se basan en ciencia y pueden considerarse 'mitos urbanos'. Las demandas infundadas sobre el aspartamo han sido rechazadas por organizaciones independientes expertas tales como la National Multiple Sclerosis Society, la Alzheimer's Association, la National Parkinson Foundation, Inc., la Lupus Foundation of America y la American Cancer Society. La seguridad del aspartamo se ha documentado repetidamente y se apoya sobre tres décadas de investigación con cerca de 200 estudios científicos". Vale, ¿y por qué entonces las ratas no deben consumirlo y nosotros sí? ¿A QUIÉN HACER CASO? En suma, si no conociéramos la verdad de la relación de la industria con los reguladores, medios e investigadores podríamos dar por concluido aquí el artículo. ¡Las autoridades han hablado! Pero antes de hacerlo bueno será que el lector conozca algunos datos poco conocidos que le permitirán contrastar las afirmaciones de la industria. El ya mencionado doctor Blaylock, primer neurocirujano en utilizar suplementos nutricionales con importantes resultados en traumas craneocerebrales, fue concluyente al referirse al primer trabajo de Soffritti: "El estudio publicado en el European Journal of Oncology por Morando Soffritti y sus compañeros de trabajo -escribió- debe preocupar a las madres y a todos aquellos consumidores de productos edulcorados con aspartamo". Añadiendo: "Puesto que el aspartamo puede aumentar la obesidad e incluso causar el Síndrome Metabólico que afecta a 48 millones de americanos no hay razón alguna para consumir ese producto jamás. Debería ser prohibido inmediatamente al menos en todas las escuelas". Y Blaylock no es el único que opina así del aspartamo. Algunas importantes organizaciones de consumidores han dado también la voz de alerta después del estudio de Soffritti. El Center for Science in the Public Interest (CSPI) ha solicitado la reevaluación del aspartamo. "Dado que el aspartamo se consume masivamente -ha declarado su Director Ejecutivo, Michael F. Jacobson- es urgente que la FDA reevalúe si realmente se puede afirmar que hay 'certeza razonable' de que no daña y cumple el estándar usado para calibrar la seguridad de los aditivos alimenticios". Sin embargo, su falta de fe en los cambios ha llevado a Jacobson a ser concluyente en su llamamiento a los consumidores. "Los consumidores, particularmente los padres, no deberían esperar a que la FDA actúe. La gente no debe asustarse sino sencillamente dejar de comprar bebidas y alimentos que contengan aspartamo". Recordemos que el Center for Science in the Public Interest (CSPI) no es una organización más de consumidores. Lleva desde 1971 defendiendo la seguridad en la alimentación y su boletín de noticias -Nutrition Action Healthletter- cuenta con 900.000 suscriptores en Estados Unidos y Canadá siendo el de mayor circulación en Norteamérica. David Kessler, antiguo máximo responsable de la FDA, se refirió al CSPI como "uno de los mayores avances para la salud pública del siglo". Y este mismo año la FDA le ha concedido el honor más alto de la agencia: la Harvey W. Wiley Special Citation. La anfitriona del acto de entrega, la conocida y multimillonaria periodista Oprah Winfrey, se refirió durante la entrega al boletín del CSPI -el Nutrition Action Healthletter- como "la voz crítica que hace sonar las alarmas de la seguridad alimentaria". El CSPI sigue además una rigurosísima política de fiscalidad de sus fondos y no admite ningún tipo de apoyo de la industria. Pues bien, esta importante organización acaba de cambiar la clasificación del aspartamo en el Directorio Químico -puede consultarla en su web: www.cspinet.org/reports/chemcuisine.htm- pasándolo tras los últimos estudios del "Úsese con precaución" al "Debe evitarse". "La cuestión es que el consumo de por vida del aspartamo -puede leerse en ella- aumenta probablemente el riesgo de cáncer. La gente -especialmente los jóvenes- no debería consumir los alimentos y bebidas endulzadas con aspartamo. Debería cambiar a los productos azucarados con Sucralose (Splenda) y evitar todo alimento endulzado artificialmente". Y recuerda luego que "otros dos edulcorantes artificiales, la Sacarina y el Acesulfame-K, han sido también relacionados con un mayor riesgo de cáncer". El doctor H. J. Roberts -otro de los médicos que ha estudiado más a fondo el tema habiendo acumulado miles de casos- ha escrito por su parte un libro titulado Aspartame Disease an Ignored Epidemia de 1.038 páginas en las que analiza las consecuencias derivadas de la ingesta de aspartamo. "Ahora -dijo Roberts tras conocer el estudio de Soffritti- es incumbencia de los investigadores de leucemia y linfoma investigar sobre el uso rutinario que sus pacientes hacen de productos que contengan aspartamo. Y es también altamente relevante el aumento llamativo del linfoma cerebral primario que notifiqué en mis libros y artículos. Es un linfoma único de cerebro que la mayoría de los neurólogos no habían visto antes de la disponibilidad del aspartamo". Roberts afirma además que existe una clara interacción entre el aspartamo y el glutamato monosódico (E-621) (vea en nuestra web -www.dsalud.com- lo publicado en el nº 89 de la revista) con el aumento de casos de esclerosis múltiple por la acción de las excitotoxinas sobre la mielina. "El aspartamo -ha escrito Roberts- contiene la excitotoxina aspartato en el 40% de su estructura molecular. Y numerosos estudios han demostrado que el consumo de aspartamo puede elevar perceptiblemente el nivel de esa excitotoxina en la sangre. Hay una situación común durante la cual la exposición a la excitotoxina es incluso mayor: cuando el aspartato (como aspartamo) se combina en la dieta con el glutamato monosódico (E-621) los niveles en sangre son varias veces más altos de lo normal". VOLVER A LOS INICIOS Lo significativo del estudio de Soffritti es que en realidad no hace sino reafirmar los argumentos de los primeros investigadores de la FDA que en la década de los 70 señalaron ya que el aspartamo era cancerígeno. Permítasenos pues un poco de historia. En 1973 la FDA descartó su comercialización ante las dudas sobre su toxicidad pero en 1974, sorprendentemente y a pesar de la información de sus archivos, lo aprobó como aditivo para alimentos secos. Ese mismo año el neurólogo John Olney -de la Universidad de Washington- se hizo eco de varios estudios que mostraban la vinculación del aspartamo con la aparición de tumores cerebrales en ratas y solicitó a la FDA junto a la organización Consumer Action for Improved Foods and Drugs una investigación del proceso de aprobación. Como consecuencia la FDA emprendió en 1976 una investigación sobre la seguridad de los estudios presentados por G.D. Searle & Co (que más tarde compraría a Monsanto). Los resultados indicaron que las pruebas estaban llenas de inexactitudes y datos maquillados. Al punto de que la FDA, por primera vez en su historia, solicitó a la Fiscalía General de Estados Unidos una investigación para averiguar si G.D. Searle & Co estaba cometiendo un delito por "ocultar hechos materiales y realizar falsas declaraciones en las pruebas de seguridad del aspartamo". Uno de los investigadores que participaron en la amplia investigación que la FDA hizo sobre la calidad de los estudios experimentales realizados por o para G.D. Searle & Co entre 1964 y 1979 cuya firma aparece -junto a la de otros- en el informe final de las investigaciones -conocidas también como Searle Task Force Report- fechado el 24 de marzo de 1976 fue Adrian Gross. Y éste, en una carta de noviembre de 1987 dirigida al senador norteamericano Howard Metzenbaum, recuerda que el máximo responsable de la FDA en 1976, el doctor Alexander Schmidt, llegó a manifestar que la FDA no confiaba en los estudios realizados por o para G.D. Searle & Co. "Una vez que tal determinación se hizo al más alto nivel de la FDA -escribe Gross- parece como poco extraño que básicamente los mismos estudios pudieran servir de base para una posterior decisión señalando que los mismos demostraban la seguridad del aspartamo". ¿Qué pasó? ¿Por qué se aprobó? Quizás lo explique el que Sam Skinner -el fiscal encargado de llevar a G.D. Searle & Co ante el Gran Jurado- tras reunirse en febrero de 1977 con los abogados de la empresa -la firma de Chicago Sidney & Austin- renunciaba pocos meses después a su cargo para incorporarse al equipo de asesores jurídicos de G.D. Searle & Co. Es más, Skinner llegaría ser luego Secretario de Transporte y Jefe de Personal con George Bush padre. Igualmente sorprendente fue que el fiscal que le sustituyó y retomó su trabajo, William Conlon, no avanzó nada. ¿Tendría que ver que acabara igualmente vinculado a G.D. Searle & Co en enero de 1979? El caso es que la actitud de ambos permitió que se cumplieran los plazos legales establecidos sin que la acusación pudiera prosperar y el Gran Jurado no fue convocado. Sin comentarios. El 8 de marzo de 1977 G.D. Searle & Co nombraba a Donald Rumsfeld -entonces miembro del Congreso y antiguo Secretario de Defensa con la Administración Ford- nuevo Jefe Ejecutivo. Obviamente las cosas se mantenían pues controladas a nivel judicial... pero no avanzaban en el terreno científico. Es más, en 1980 un panel de investigadores elegidos por la FDA concluía que el Nutrasweet (aspartamo) no debía ser aprobado mientras no se hicieran más investigaciones. Con lo que G.D. Searle & Co decidiría jugárselo todo a la carta política. "En enero de 1981 -relata James Turner, director del The National Institute of Science, Law, and Public Policy en The History of the Aspartamo Controversy- Rumsfeld, en una reunión de directivos de ventas de la compañía, declararía que iba a realizar un gran esfuerzo para conseguir la aprobación del aspartamo ese mismo año. Y añadiría que para asegurarse de la aprobación en lugar de medios científicos usaría sus influencias políticas en Washington". Y, efectivamente, así ocurriría. Ese mismo mes -el 21 de enero- Ronald Reagan juraba como presidente de Estados Unidos y poco después incluía en su equipo a Donald Rumsfeld -en ese momento, como decíamos, Jefe Ejecutivo de G.D. Searle & Co- quien inmediatamente elegiría como nuevo Comisionado de la FDA a Arthur Hull Hayes Jr, antiguo colaborador suyo vinculado a proyectos químicos en el ámbito de la Defensa. Pues bien, Hull Hayes impondría poco después su voto de calidad ante el empate surgido en la votación sobre la aprobación del aspartamo. Y gracias a ello, en noviembre de 1983, el aspartamo fue aprobado por la FDA para su uso en bebidas no alcohólicas. Acusado de aceptar regalos corporativos Hull Hayes tendría más adelante que abandonar la agencia. Algún tiempo después era consejero médico de ¡G.D. Searle & Co! La aprobación del aspartamo sería recurrida y el caso llegaría al Tribunal Supremo de Estados Unidos que, sorprendentemente para muchos, rechazó la denuncia de que la FDA no había seguido los procedimientos adecuados para aprobarlo. Y no tuvo nada que ver que en ese país los jueces del más alto tribunal se nombren a propuesta del Gobierno ni que uno de ellos, el juez Clarence Thomas, hubiera sido entre 1977 y 1979 abogado de la División de Agricultura de Monsanto. Adrian Gross, el toxicólogo de la FDA antes mencionado, terminaba en 1987 su carta al senador Metzenbaum con las siguientes conclusiones: "1) Es imposible para nadie entender que los estudios experimentales de G.D. Searle Co sobre el aspartamo, que eran de una calidad inaceptable para la FDA en 1976, pudieran parecerle varios años después a esa misma agencia -esencialmente los mismos estudios- suficientemente fiables para determinar que sobre ese aditivo alimenticio existe 'una certeza razonable' de que es seguro para el consumo de los seres humanos. 2) Aunque contrariamente a la opinión de la FDA en 1976 la calidad de esos estudios pudiera ser fiable para tomar tal determinación al menos uno de esos estudios había revelado un aumento altamente significativo, vinculado a las dosis, en la incidencia de tumores cerebrales como resultado de la exposición al aspartamo. 3) El ADI (Ingesta Diaria Aprobada) de 50 mg por kg. de peso corporal del aspartamo fijado recientemente por la FDA para el consumo humano es alarmantemente peligroso ya que implica una ingesta extremadamente alta y, por tanto, un límite alto totalmente inaceptable de riesgo para los consumidores de aspartamo: entre uno y cinco de cada mil desarrollan tumores cerebrales como resultado de tal exposición. 4) Aunque en su informe la Oficina de Contabilidad del Congreso expresa la opinión de que la FDA 'siguió el proceso requerido para la aprobación del aspartamo (para la comercialización)' yo discreparía enormemente con tal evaluación". Y el tiempo pasó. A principios de 1994 el Gobierno norteamericano reconocería que había cerca de 10.000 quejas sobre los efectos nocivos del aspartamo. De hecho, el 75% de todas las quejas recogidas en el Adverse Reaction Monitoring System eran sobre él. Después dejaron de contarse. Con la aprobación no habían acabado pues los problemas. Según James Turner "de 1985 a 1995 los investigadores hicieron cerca de 400 estudios sobre el aspartamo. Fueron divididos casi uniformemente entre los que daban garantías y aquellos que presentaban incógnitas sobre el edulcorante. G.D. Searle & Co financió el 100% de los que no encontraban ningún problema. Todo estudio que planteara incógnitas había sido financiado por fuentes ajenas a la industria". En la misma línea, el doctor Ralph Walton -investigador independiente y autor de un trabajo titulado Adverse Reactions to Aspartamo: Double-Blind Challenge in Patients from a Vulnerable Population- señalaría que si se obvian los estudios financiados directa o indirectamente por la industria la gran mayoría de los restantes son negativos para el aspartamo. Otro funcionario -Consultant FDA Regulatory Affaire- de la FDA, Michael Evangelisia, en una carta enviada en 1995 al editor del Creative Loagfing -publicación semanal de Atlanta (EEUU)-, además de relatar la peripecia del aspartamo hasta su aprobación -explicada de forma muy resumida en las líneas anteriores- añadía: "En mi opinión el aspartamo es una neurotoxina venenosa". Pero la política oficial ya no cambió. Para cada acusación había una respuesta. En 1996 Michael Friedman, Deputy Commissioner for Operations en la FDA, defendió públicamente desde su cargo que el aspartamo nada tenía que ver con el incremento detectado de tumores cerebrales. También acabó siendo consejero médico en Monsanto/Searle en 1999. Otro más. TAMBIÉN EN EUROPA ¿Y qué hay de su aprobación en Europa en el 2002? Pues hay que decir que la presencia de la doctora Susan Barlow al frente del panel que permitió la aprobación del aspartamo -así como la de otros miembros- fue muy contestada por su vinculación con el International Life Sciences Institute (ILSI). Mark D. Gold -del Aspartamo Toxicity Information Center-, escribió por su parte un texto titulado Independent Analysis of the Opinion of the European Commission, Scientific Committee on Food: Update on the Safety of Aspartamo / E951 tras la decisión de la Unión Europea de aprobar el aspartamo en el que denunciaría las vinculaciones del ILSI con la industria. "El Instituto Internacional de las Ciencias de la Vida (ILSI) -escribió- es un grupo de la industria fundado en 1978 por Coca-Cola, Pepsi-Cola, la Fundación Heinz, General Foods, Kraft Foods (filial de Philip Morris) y Proctor & Gamble. Los fabricantes de aspartamo Monsanto y Ajinomoto tienen ramas en varias partes del mundo con miembros en el ILSI. Holanda Sweetener Company, otra compañía que vende aspartamo, es miembro de ILSI (ILSI 2003, The Guardian 2003). El ILSI financia la investigación sobre el aspartamo y otros productos de la industria. El ILSI Aspartamo Committee está compuesto por NutraSweet Company, Ajinomoto Co., Coca-cola Co., Pepsico, Inc., Royal Crown Co., Seven-Up, Inc. y otros fabricantes de los productos que contienen aspartamo [Gordon 1987]". Gold se refiere a la investigación de más de ocho meses de Gregory Gordon para la United Press International. Además de la relación de Susan Barlow con el ILSI Gold señala a otros miembros del Comité Científico de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre alimentos: "Ronald Walker estuvo siete años como responsable en Europa del Scientific Committee on Toxicology/Food Safety del ILSI (Walker, 2001). Otro miembro del comité, W. H. M. Saris, fue presidenta del ILSI Scientific Committee on Nutrition (NUTRIM, 2000). En suma, al menos la mitad de los miembros del comité han estado implicados en proyectos de ILSI y/o participado en talleres de ILSI (ILSI 1999)". En suma, la industria y los reguladores se reafirman en que el aspartamo es seguro y exhiben sus argumentos. "Hay un abrumador cuerpo de evidencia científica -se dice en la web de Nutrasweet- que demuestra claramente que el aspartamo, aún en cantidades muchas veces superiores a las que la gente consume normalmente, es seguro y no está asociado con efectos adversos para la salud. La FDA ha investigado las quejas presentadas desde 1982 e indica que no hay 'evidencia razonable de daño posible a la salud pública' y que 'no hay ningún patrón de síntomas constantes o únicos que se hayan relacionado con el aspartamo que puedan ser vinculados a su uso'". En contraposición contamos con los testimonios de Soffritti, Trocho, Blaylock, Roberts, Gross, Gold y muchos otros más. Desde luego a nosotros no nos basta ya lo que nos digan la FDA o la Agencia Europea. Ambos organismos aprobaron en su día -porque eran "seguros"- el amianto, el DDT, el PVC y la talidomida o fármacos como el Vioox, el Agreal y muchísimos otros productos que luego hubo que retirar. Y no hablemos de los alimentos con grasas trans o acrilamidas. O del tabaco, los centros de trasformación, las torres de alta tensión, las antenas y aparatos de telefonía... Lo hemos dicho muchas veces: el dinero lo corrompe todo. Afortunadamente, más allá de los intereses de unos y otros somos nosotros quienes elegimos qué consumir o no. Así que en lo que se refiere al aspartamo (E-951) usted verá. La responsabilidad es suya. Decida con la información que obra ahora en su poder. Antonio F. Muro |
jueves, 1 de noviembre de 2007
una dulce mentira: el aspartame.
Nos están matando...
GEORGE CARLO, LA BESTIA NEGRA DE LA INDUSTRIA DE LA TELEFONÍA MÓVIL El doctor e investigador George Carlo encabeza probablemente la lista de personajes más odiados por la industria de telefonía móvil. Y es que entre 1993 y 1998 dirigió el programa Wireless Technology Research (WTR) -dotado con 28 millones de dólares aportados por la industria- para conocer la realidad de los efectos de la telefonía sin hilos.... y sus resultados fueron alarmantes pues relacionaban -ya entonces- la radiación de la telefonía móvil con serias enfermedades, cáncer incluido. Cuando presentó los resultados a los ejecutivos de la industria suponiendo que conociéndolos éstos tomarían medidas de algún tipo se encontró con que su respuesta fue intentar ocultarlos a toda costa. Hoy lleva ya varios años denunciando en todo el mundo -hace unos meses lo contó en el propio Parlamento británico- no sólo los potenciales peligros de las radiaciones microondas sino también que nadie parece estar dispuesto a desvelar la vergonzosa manipulación de la industria de telefonía móvil. Cuanto más se profundiza en la relación existente entre nuestra salud y los campos electromagnéticos procedentes de los teléfonos móviles, las antenas, los transformadores, las torres de alta tensión e incluso la más moderna tecnología Wi-fi más puede apreciarse cómo se repite una vieja historia de la que ya conocemos el final. Ayer fue la industria tabaquera la que trató de ocultar y desbaratar los esfuerzos de quienes trataron de advertir de los graves efectos para la salud de la miríada de sustancias tóxicas presentes en el tabaco. Hoy son las industrias relacionadas con las emisiones electromagnéticas -telefonía móvil y compañías eléctricas principalmente- las que parecen seguir sus pasos. Y es que cuando se intenta hablar con ellas de salud ambas reaccionan utilizando la misma estrategia que tan buenos resultados dio a los dirigentes del tabaco: ganar dinero hoy aplazando en los tribunales los problemas al máximo posible para que sean los directivos de mañana los que afronten las posibles demandas mientras ellos disfrutan ya de una jubilación de lujo. Y la estrategia es simple: basta negar fundamento científico a todo lo que les deja en evidencia, impulsar sólo investigaciones controladas que les beneficien, utilizar los medios de comunicación como altavoces de las informaciones que les son favorables y asegurar el futuro del negocio centrando sus campañas publicitarias en los más jóvenes -y por ello más vulnerables- mediante abusivas campañas de marketing que acaban convirtiendo su producto en algo "imprescindible" para sus vidas. Sólo hace falta dinero, mucho estómago y escasa ética. En su día fue posible desmontar las mentiras de la industria del tabaco gracias en buena medida a Jeffrey Wigand, personaje que se convirtió en pieza clave para investigar y enjuiciar a las compañías tabaqueras. Hasta 1993 fue un importante ejecutivo de la empresa Brown and Williamson -llegó a ser vicepresidente de Investigación y Desarrollo- pero un día fue despedido por oponerse a la utilización de sustancias tóxicas y carcinogénicas. Dos años después, en 1995, participaría en un reportaje elaborado para el programa "60 minutos" -uno de los de mayor audiencia en Estados Unidos- y sus declaraciones ante los periodistas y la Justicia fueron vitales en las demandas que varios estados norteamericanos presentaron contra las tabacaleras en la década de los noventa. Pues bien, si el testimonio de Wigand fue vital en su momento para desvelar las oscuras tramas de la industria del tabaco quizás también lo sea en el futuro el de George Carlo, el científico que fue elegido en 1993 por la propia industria de las telecomunicaciones para dirigir una investigación que aclarara de forma definitiva si la telefonía móvil causa o no daños a la salud. Porque hoy Carlo, desde el Science and Public Policy Institute, se ha convertido en una de las "bestias negras" de la industria. Y es que lo que descubrió no ha gustado nada a sus patrocinadores. Se repite, en suma, lo que sucedió con las tabaqueras. ERRORES QUE NO PUEDEN REPETIRSE A quienes sigan creyendo a pies juntillas los argumentos de la industria -"No hay nada concluyente", "Las radiaciones electromagnéticas nada tienen que ver con el cáncer u otras enfermedades", "Los estudios científicos no demuestran nada"...- no estará de más recordarles que la jueza Gladys Kessler -en la última de las grandes resoluciones de Estados Unidos contra las compañías tabaqueras (17 de agosto de 2006)- sentenció que durante décadas esa industria tuvo "un comportamiento perverso mintiendo sobre los riesgos para la salud de sus productos". "Este caso -puede leerse en el escrito de la jueza Kessler- es sobre una industria y, en particular, sobre unos demandados que obtienen sus beneficios y viven de vender un producto muy adictivo causante de enfermedades que provocan un número mareante de muertes por año, una cantidad inconmensurable de sufrimiento humano y una profunda carga para el sistema nacional de salud al que obliga a dedicar enormes sumas de dinero. Y los demandados sabían que era así desde hace 50 años o más. A pesar de lo cual, de forma consistente, repetidamente y con enorme habilidad y sofisticación negaron los hechos al público, al Gobierno y a la comunidad de salud pública (...) Para abreviar, los demandados comercializaron y vendieron sus letales productos con entusiasmo, con engaño, enfocados exclusivamente en el éxito económico y sin tener en consideración la tragedia humana y el coste social que exigió su éxito" (la negrita es nuestra). Bueno, pues en este momento hay en Estados Unidos siete action-class -demandas masivas- contra las compañías de telefonía denunciando también ocultamiento por parte de la industria. En la página 58 de una de las demandas presentadas en Baltimore -ante la Corte del estado de Maryland- se alega que los abastecedores del servicio de telefonía móvil y los fabricantes de equipos no sólo saben que sus productos generan niveles peligrosos de radiaciones microondas sino que han intentado suprimir la evidencia científica que desvela esos peligros. Peter Angelos, conocido abogado que luchó contra las tabaqueras, presentó en enero pasado una demanda por 800 millones de dólares en nombre de un neurólogo que considera que su tumor cerebral es consecuencia de la negligente práctica de las compañías. En su demanda Angelos afirma que las empresas conocen perfectamente los daños que pueden provocar las emisiones electromagnéticas ¡desde la década de los años 60 del pasado siglo XX! "La industria -sostiene la demanda- ha actuado suprimiendo, desacreditando y/o reduciendo al mínimo lo que la ciencia iba averiguando a fin de tener las manos libres para fabricar y vender masivamente teléfonos móviles al público sin tener que someterse a unos mínimos estándares de seguridad". Según el escrito de la Fiscalía General -el equivalente en Estados Unidos al Ministerio de Justicia- en el caso fallado por la jueza Gladys Kessler la conspiración habría comenzado ya ¡en diciembre de 1953! durante una reunión mantenida en un hotel de Manhattan por los entonces presidentes de las principales compañías del sector. Oficialmente se reunieron para crear un instituto de investigación pero la Fiscalía aseguraría durante el juicio que en realidad pusieron en marcha un amplio plan conjunto para hacer frente a las pruebas que amenazaban el negocio, un pacto sectorial para acallar los efectos negativos del tabaco en la salud. ¿Estamos viviendo algo similar en torno a los efectos de los campos electromagnéticos? ¿Cuántos cientos de millones de personas tendrán que morir antes de que se adopten medidas? Afortunadamente la maquinaria legal contra la industria de la telefonía móvil ya está en marcha. Hasta el momento no existen resoluciones favorables en demandas anteriores pero lo mismo ocurrió en el caso de las tabaqueras. Al principio todos los fallos fueron en contra de los demandantes. Más de tres décadas y millones de muertos tardaron los tribunales en reconocer la realidad. Pero en mayo de 1994 cuatro mil páginas con informes confidenciales de la industria del tabaco llegaron de forma anónima a la oficina de Stanton Glantz, profesor de la Universidad de California. Eran documentos sobre los últimos treinta años de actividades de la empresa tabaquera Brown and Williamson en los que se reconocía internamente que el tabaco producía adicción, graves enfermedades y muerte. Mississipi se constituiría así en 1998 en el primer estado en llegar a un acuerdo con cuatro compañías que aceptaron pagar nada menos que 3.600 millones de dólares como indemnización por los daños producidos a la salud de los ciudadanos de ese estado. Tres estados más le seguirían en una primera fase hasta completar acuerdos por 36.800 millones de dólares. Finalmente, ante lo inevitable, la industria tabaquera pactaba con los 46 estados norteamericanos restantes la escalofriante cifra de 206.000 millones de dólares. En total, por ocultar, mentir, engañar y evitar ir a los tribunales las tabaqueras acordaron pagar a los estados ¡242.800 millones de dólares! (al cambio actual, unos 178.000 millones de euros). Un claro aviso para las empresas de telecomunicación y las compañías eléctricas... Y CARLO LES "SALIÓ RANA"... En 1993, con Bill Clinton recién elegido presidente de Estados Unidos, un hombre de negocios de Florida llamado David Reynard acudió junto a su abogado a un importante programa de televisión: Larry King Live. Había demandado a una compañía fabricante de teléfonos móviles porque en su opinión el tumor cerebral que había causado la muerte de su mujer era consecuencia de las emisiones electromagnéticas del teléfono móvil y la compañía conocía los potenciales efectos negativos. El pleito fue finalmente archivado pero la polémica generada por el caso llegó hasta el Congreso estadounidense. Y los miles de estudios que la industria aseguraba que probaban la seguridad de los móviles... no aparecieron. La realidad era que las empresas de telefonía móvil habían conseguido quedar al margen de cualquier regulación sobre seguridad argumentando simplemente que sus aparatos eran dispositivos "de baja potencia" que no producían efectos térmicos importantes. Sin embargo, la presión sobre la FDA y la propia industria de las telecomunicaciones llegó a tal punto que ésta, finalmente, aceptó que se hiciera una investigación -conocida como Wireless Technologies Research (Investigación de la Tecnología Inalámbrica)- para disipar definitivamente las dudas planteadas sobre la seguridad de los aparatos y antenas de telefonía... siempre que la FDA se comprometiera a no regular el sector al menos hasta que finalizara el estudio. El acuerdo se cerró. Y para dirigir la investigación la patronal de los móviles, la Cellular Telecommunications Industry Association (CTIA), eligió a George Carlo, epidemiólogo, abogado y especialista en investigaciones sobre problemas de salud pública. Una elección que fue acogida con muchos reparos por los sectores más críticos ya que estaba considerado un hombre de la industria. De hecho había efectuado antes de su designación manifestaciones en las que decía que no había constatación científica de que las emisiones electromagnéticas fueran dañinas para la salud. El caso es que la CTIA puso en sus manos 28 millones de dólares para confirmarlo. Y Carlo empezó revisando el más de medio centenar de estudios que ya había y asegurándose la colaboración de más de 200 científicos de todo el mundo. "Cuando me hice cargo del proyecto en 1993 -declararía posteriormente Carlo- me comprometí a liderarlo durante cinco años pero cuando publicamos en el New England Medicine los datos que demostraban que los teléfonos digitales interferían con los marcapasos la industria suspendió de inmediato la financiación del programa durante nueve meses. Ante la controversia me ofrecí a dimitir como director científico para que el trabajo pudiera continuar pero la FDA y la industria rechazaron mi oferta pidiéndome que permaneciera hasta el final del proyecto como condición para continuar la financiación que finalmente duró un año más de los cinco previstos a los que me había comprometido. El trabajo terminó a finales de 1999 en su debido momento". El problema es que a medida que Carlo profundizaba en la investigación y el plazo llegaba a su fin... las diferencias entre la patronal de las telecomunicaciones y él fueron en aumento. Hoy los detractores de Carlo le acusan de haberse vuelto contra la industria por la decisión de ésta de no seguir confiando en él. Sus defensores, en cambio, hablan simplemente de su integridad profesional. La realidad es que Carlo -presunto "hombre de la industria"- se reuniría en febrero de 1999 con Thomas E. Wheeler -cabeza del lobby industrial y el hombre que seis años antes le había encargado la investigación- para anticiparle los resultados, advertirle que no podría asegurar ante los medios de comunicación que las ondas de telefonía no afectan a la salud y aconsejarle que la industria cambiara su política. A mediados de junio de 1999, durante el encuentro State of the Science (El estado de la Ciencia) organizado para discutir el impacto de los teléfonos móviles en la salud que tuvo lugar en el Hyatt Regency Hote de Long Beach (California), Carlo expuso los resultados de la investigación ante más de cien científicos y decenas de periodistas. Y lo que dijo no gustó nada a la industria. Porque según expuso la evidencia recogida invitaba a ser prudentes. Carlo llegó a hablar de irresponsabilidad de la industria a la hora de valorar los riesgos y de negar información al público así como de la necesidad de variar los estándares de medición de riesgos abandonando la idea del efecto térmico como único posible efecto negativo sobre la salud. La industria no le perdonó que adelantara las conclusiones ante la prensa. En el libro Cell Phones: Invisible Hazards in the Wireless Age -escrito por Martin Schram en colaboración con el propio George Carlo- se cuenta por ejemplo que Jo-Anne Basile -vicepresidenta entonces de la CTIA- le reprochó su comportamiento en uno de los pasillos delante de todos los que allí se encontraban. "¿Cómo te atreves a hablar así -le dijo- después de todo el dinero que te hemos pagado". Carlo se limitó a contestarla: "Yo me tomo mi trabajo muy en serio. El dinero no tiene nada que ver con esto". "La conclusión general -declaró Carlo- es que la ciencia se está moviendo en un terreno gris que necesita más investigación pero sería inapropiado decir que los teléfonos inalámbricos y los móviles son seguros. Las empresas debieron haber explicado a la gente que se trata de una situación incierta y qué se puede hacer para minimizar los riesgos pero optaron por asegurarles que los móviles y los teléfonos inalámbricos son seguros cuando no está constatado. Además -y para mí fue lo más ofensivo, lo más arrogante e increíble- escogieron como blanco del mercado a los niños aun sabiendo que su cerebro absorbe gran parte de las radiaciones que generan los inalámbricos y los móviles". Desgraciadamente nada cambió en los meses y años siguientes. Bueno sí, la vida de Carlo. Él y su familia -como también le ocurriera décadas atrás a Wigand- fueron amenazados físicamente, uno de sus hogares quedó destruido -los bomberos sospecharon que el incendio fue intencionado- y sufrió todo tipo de difamaciones en los medios y por parte de otros científicos. Afortunadamente todo ello, lejos de desanimarle, le llevó a convertirse en un auténtico martillo contra los comportamientos de la industria, los medios de comunicación y algunos de sus colegas al frente del Science and Public Policy Institute y, más concretamente, de su proyecto Safe Wireless Initiative. LO SABEN Y LO NIEGAN Han pasado casi diez años y siguen mareando la perdiz pero la realidad es que la industria de las telecomunicaciones es consciente de los riesgos de la telefonía móvil al menos desde finales de 1999. Con sus expectativas de que algo cambiara después de aquel mes de junio de 1999 truncadas Carlo envió en octubre de ese mismo año 30 cartas a los principales responsables de las compañías implicadas. La carta dirigida a Michael Armstrong -Chairman and Chief Executive Officer de AT & T Corporation- lleva fecha de 7 de octubre. Y en ella -similar a las otras 29- Carlo le recuerda los datos aportados en la reunión de junio. Recordemos que era aún el año 1999 y Carlo el máximo responsable del estudio encargado por la propia industria. Bueno, pues en esa carta le explicaba textualmente lo dicho en aquella reunión: "Informé específicamente de que: -El índice de muerte por cáncer cerebral entre los usuarios que sostienen el teléfono apoyado en la cabeza es más alto que entre quienes utilizan el 'manos libres'. -El riesgo de neuroma acústico -un tumor benigno del nervio auditivo que está en la gama de la radiación procedente de la antena de un móvil- es un 50% más alto entre quienes manifiestan llevar usando teléfonos móviles durante seis o más años. Más aún, la relación entre la cantidad de tiempo de uso del teléfono móvil y el tumor parece seguir una curva de dosis-respuesta. -El riesgo de tumores epiteliales neuronales raros en el exterior del cerebro entre los usuarios de teléfonos móviles es más del doble -un aumento estadístico significativo de riesgo- en comparación con quienes no los usan. -Parece existir una cierta correlación entre los tumores cerebrales que aparecen en el lado derecho de la cabeza y el uso del teléfono en el lado derecho de la cabeza. -Los estudios de laboratorio que examinaron la capacidad de la radiación de la antena de un teléfono móvil para causar un daño genético funcional fueron definitivamente positivos y seguían una relación de dosis-respuesta". En esa carta -auténtica prueba acusatoria contra la industria- Carlo hablaba también de otros posibles efectos biológicos explicando que aunque los resultados no podían considerarse "evidencias definitivas" de peligro concreto para la salud los posibles efectos potenciales evidenciados por diversos tipos de estudios, de diferentes laboratorios e investigadores, sí planteaban serios interrogantes que no podían ser ignorados. "Es alarmante -le decía Carlo al máximo responsable de la ATT- que algunos sectores de la industria no hayan hecho caso de los resultados científicos que sugieren efectos potenciales negativos sobre la salud. Han afirmado repetida y falsamente que los teléfonos móviles son seguros para todos los consumidores, niños incluidos, y han creado la ilusión de que hacen un seguimiento responsable porque apoyan nuevas investigaciones. Pero ni siquiera explican a los consumidores las medidas más importantes de protección, no les facilitan la información que les permita decidir de manera informada si quieren o no asumir los riesgos potenciales, no hacen un seguimiento directo y monitorizan lo que les sucede a quienes utilizan teléfonos móviles ni supervisan si los cambios en la tecnología podrían afectar a su salud". CÓMPLICES Y CULPABLES El trabajo que hizo para la industria permitiría a Carlo conocer las estrategias más comunes que ésta emplea para enredar, retrasar y ocultar la aparición de nuevas evidencias. Entre ellas la contratación expresa de científicos para que cada cierto tiempo aparezcan estudios favorables que luego la maquinaria mediática de la industria se ocupa de difundir. Uno de los que tuvo mayor repercusión en los últimos meses en los medios de información fue un trabajo danés titulado Cellular telephone use and cancer risk: update of a nationwide Danish cohort según el cual no han podido determinar que exista relación entre el cáncer cerebral y los móviles. Carlo, sin embargo, lo tildó de mera maniobra de la industria en una Carta Abierta publicada en Safe Wireless Initiative muy explícita: "John Boice y sus colegas han estado en nómina en la industria de telefonía móvil cobrando mucho dinero -denuncia Carlo- desde finales de los años 90. El vehículo para lavar el dinero es el International Epidemiology Institute, nombre que suena como una organización no lucrativa pero no nos equivoquemos: se trata de una empresa con grandes beneficios. Cuando dirigí el WTR, el instituto internacional de Epidemiología, Boice y un compañero llamado Joe McLaughlin solicitaron financiación para hacer ese mismo estudio de epidemiología que ha sido publicado esta semana. Después de una gran discusión en el seno del WTR la financiación se rechazó porque estaban claramente polarizados e incluso nos habían hecho saber abiertamente que estaban dispuestos a buscar siempre resultados favorables para la industria. Pensaron que era lo que deseábamos en el WTR. Pero se equivocaron. Así que cuando rechazamos darles los fondos para hacer el trabajo fueron directamente a la industria con la misma propuesta". Lo denunciado por Carlo está en la misma línea que lo señalado en un informe publicado a comienzos de este año en Environmental Health Perspectives cuya conclusión es que cuando los trabajos de investigación sobre el uso del teléfono móvil y su relación con la salud están financiados por la industria es mucho menos probable encontrar una relación estadística significativa que en los estudios financiados públicamente. El 42% de los estudios financiados por la industria afirman que no se ha constatado la existencia de relación alguna entre el uso de móviles y problemas de salud. El resto eran neutros o no se pronunciaban abiertamente. Ni uno solo encontró relación entre teléfonos móviles y enfermedades. Sin embargo, entre los estudios financiados con fondos públicos en el 46% sí se encontró relación entre móviles y problemas de salud. Sólo en un 18% no se encontró relación alguna. "Nuestros resultados -concluyen los autores- se suman a la evidencia existente de que el patrocinio de una única fuente está asociado a resultados que favorecen los productos de los patrocinadores". En la misma Carta Abierta, Carlo, tras denunciar otros ejemplos de claudicación de algunos colegas suyos a la presión de la industria, se refiere a una de las organizaciones más poderosas a nivel internacional: la American Cancer Society. "Lo que la gente no sabe -asevera Carlo- es que en el 2002 científicos de la American Cancer Society testificaron en una demanda de cáncer cerebral en la Corte Federal de Baltimore (Maryland) a favor de la industria de telefonía móvil.Uno quisiera creer que no se pagó a nadie por expresar esas opiniones pero poco después un informe de la misma American Cancer Society aseguraba que el presunto peligro de los teléfonos móviles no es más que uno de los mitos más grandes en torno al cáncer. Es tan evidente la conexión entre la American Cancer Society y la industria de teléfonos móviles que el año pasado, cuando Sanjay Gupta -de la CNN- desveló la historia del cirujano Johnnie Cochran -que cree que su tumor cerebral es debido al uso del teléfono móvil- la industria ni siquiera lo rebatió. En lugar de hacerlo se remitieron simplemente al informe de la American Cancer Society sobre los teléfonos móviles como uno de los 'mitos del cáncer'". Carlo, al denunciar todo lo que impide a los consumidores conocer la verdad de los efectos de las emisiones electromagnéticas, incluye por supuesto a los medios de comunicación y a los periodistas. "Inexplicablemente, no hay periodistas de investigación interesados en dejar al descubierto el amplio y profundo programa de manipulación orquestado por la industria. ¿Dónde están Woodward y Bernstein cuando los necesitas? ¿Estoy denunciando públicamente a grupos de enorme prestigio y afirmando abiertamente que tienen un comportamiento poco ético, una integridad cuestionable e indiferencia por la salud pública? Apuesten a que lo estoy haciendo. The Danish Cancer Registry, John Boice, Joshua Muscat, Michael Thun, Linda Erdreich, The Journal of The National Cancer Institute, The Journal of The American Medical Association y la American Cancer Society tienen lazos con la industria de las telecomunicaciones que comprometen su capacidad para proporcionar información significativa sobre este importante problema de salud pública. Se trata de un triste ejemplo de 'toma el dinero y corre', otro más de cómo la salud pública está comprometida por los subterfugios de la industria". DE LA ELECTRO-HIPERSENSIBILIDAD AL CÁNCER Durante los últimos cinco años Carlo, además de recopilar datos de los efectos sobre la salud y sus mecanismos biológicos con el proyecto Safe Wireless Initiative, ha creado una base de datos de vigilancia que recoge sistemáticamente la información de los síntomas padecidos por miles de pacientes en todo el mundo que sufren distintos síntomas a consecuencia de las emisiones electromagnéticas. Para lo cual cuenta con la colaboración de una red de médicos que comparten regularmente información sobre sus experiencias en el tratamiento de pacientes. Y su experiencia de los últimos años le ha llevado a considerar que ningún estudio de los presentados por la industria ha sido capaz de refutar los resultados alarmantes de los experimentos de laboratorio que parecen ligar los móviles al cáncer demostrando que producen daño genético en las células sanguíneas humanas expuestas a la radiación de los teléfonos. Además no sólo es el problema de la posibilidad de que provoquen cáncer. Los datos acumulados por Carlo en los últimos cinco años demuestran que la hipersensibilidad a las radiaciones electromagnéticas aumenta en todo el mundo y es cada vez mayor el número de manifestaciones patológicas distintas. Sus hallazgos más importantes los resumía recientemente en The Guardian y son éstos: -Se han hallado síntomas y patologías similares entre pacientes que sufren de electro-hipersensibilidad, sensibilidades químicas múltiples y enfermedades relacionadas con el alcohol así como desórdenes neuronales, de comportamiento y de aprendizaje. Este conjunto de síntomas ha sido definido como Membrane Sensitivity Syndrome (Síndrome de Sensibilidad de la Membrana) y el número de personas que lo sufre tras haber estado sometidos a radiaciones electromagnéticas ha aumentado dramáticamente en los últimos 24 meses. -En los últimos 24 meses el número de teléfonos móviles se ha triplicado en el mundo: ha pasado de mil a tres mil millones. La tecnología Wi-fi ha alcanzado la penetración más alta en su historia. Y todas estas tecnologías están basadas en ondas de radio portadoras de información, el disparador definitivo en las respuestas biológicas adversas no térmicas y el inicio de la cascada hacia el Síndrome de Sensibilidad de la Membrana. -En la mayoría de los casos cuando las exposiciones electromagnéticas se eliminan del entorno de quienes padecen el Síndrome de Sensibilidad de la Membrana los síntomas agudos desaparecen. Y se trata de un dato importante porque cumple uno de los postulados requeridos por Koch-Henle para hablar de causalidad: si cuando se elimina la exposición el efecto disminuye es evidente la causa-efecto. -Un cambio genético ambientalmente inducido lleva a las células durante la mitosis a transmitir a las nuevas células características especiales de sensibilidad de la membrana con el resultado de la consiguiente disrupción de la comunicación intercelular, un aumento de electro-hipersensibilidad y la tendencia a enfermedades más graves. -Los regímenes terapéuticos de intervención diseñados alrededor de los mecanismos de daño causados por los campos electromagnéticos han mostrado cambios positivos que varían desde el mejoramiento clínico del síntoma -otra ayuda para la hipótesis causal- hasta una mejora definitiva. Como científico Carlo es plenamente consciente de que el problema de los teléfonos móviles no se soluciona con la eliminación de esa tecnología -algo imposible hoy- ni con la abstención de su uso en el caso de los más jóvenes a pesar de ser los más perjudicados. "La recomendación más seria -dice Carlo- es que nadie con menos de 20 o 21 años utilice teléfono móvil porque puede sufrir daños genéticos importantes ya que sus cerebros son más frágiles. La radiación de la antena penetra en el cerebro de los adultos unas dos pulgadas pero en los niños se adentra en casi todo el cerebro. Están pues mucho más expuestos". Obviamente Carlo sabe que pedir hoy a los jóvenes que se abstengan de usar los móviles tendría el mismo resultado que pedirles que se abstengan de tener relaciones sexuales. De ahí que para afrontar el problema abogue ante todo por exigir a las compañías que ofrezcan información clara y procedente de estudios independientes en los que no intervenga la industria a fin de que sean los consumidores los que afronten voluntariamente los riesgos. Y desde un punto de vista ya más práctico mantener la cabeza lo más alejada posible del teléfono. Aunque es consciente de que con ello no se reducirá la exposición de fondo de los hotspots inalámbricos propios de la tecnología Wi-fi, cada vez más en aumento. Carlo considera a este respecto que los receptores con antenas y los Bluetooth situados en la cabeza pueden actuar incluso como antenas para atraer señales inalámbricas ambientales o de fondo. La mejor solución para Carlo, en cualquier caso, sería reducir la radiación de fondo volviendo a apostar por la fibra óptica como tecnología para transportar la señal a escuelas, cafés, oficinas y hogares estableciendo allí puestos de emisión a corta distancia y escasa potencia que se encargarían de la difusión aérea de la señal en caso de ser necesario. La principal ventaja de la fibra óptica es que la tecnología está lista ya y el aislamiento de los cables es muy eficaz con una radiación casi nula. Su inconveniente, el coste de cablear la ciudad. La cuestión es si las ventajas de la tecnología inalámbrica a corto plazo no nos conducirán a un futuro nada halagüeño como pasó cuando se convirtió al tabaco en un objeto de prestigio social. "¿La gente que comienza a usar teléfonos móviles -se pregunta Carlo-, como los niños o los adolescentes, tienen un alto riesgo de desarrollar cáncer cerebral a los 40 o los 50? Hasta ahora ningún estudio puede contestar a eso. Hasta dentro de 15 o 20 años no habrá estudios epidemiológicos de gran alcance que puedan darnos una respuesta clara ratificando si son seguros o el peligro es muy real. Hasta entonces deberemos confiar en los experimentos de laboratorio para encontrar respuestas. La investigación financiada y supervisada por los gobiernos y no por la industria es lo que puede ofrecer a los consumidores la mayor esperanza. Mientras, los usuarios de móviles deberían tomar todas las precauciones posibles. Empezando por alejar el aparato lo más posible de la cabeza cuando lo use". Helena Santos |
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