jueves, 24 de enero de 2008

Apocalipsis 6, 6: ”...Et vinum, et oleum ne læseris.“


Apocalipsis 6, 6: ”...Et vinum, et oleum ne læseris.“

“...No dañes el aceite, ni el vino.”, así culmina el sexto versículo del sexto capítulo de las revelaciones de Juan, ¿y hemos escuchado, leído o visto que signifiquen algo estas palabras proféticas? A los adictos a las explicaciones catastrofistas del Apocalipsis les encantan los versículos donde dragones que bufan alientos azufrosos se enfrentan con Ángeles lumínicos y bien encarados, o aquellos en los que cuatro jinetes llegan a la Tierra como el caballo de Atila, a desolarla. Quizá las cosas son menos joligudescas, más prosaicas; quizá en vez de interpretar los símbolos con claves como la del código Da Vinci debamos tomarnos la palabra AL PIE DE LA LETRA, porque las profecías a veces también son literales; ésta, además de todo, es una orden clara.

Los profetas son los oradores de la vida, su palabra es vida, es pan de vida; anuncian con antelación el mal para prevenir a aquellos que tienen ojos para ver y orejitas para escuchar. Ahora, ojos y orejas se desgastan con monitores y bocinas de cualquier tamaño, en una visión y una escucha que deja ciegos y sordos literalmente a sus víctimas y que además a nivel simbólico también los enceguece y ensordece a la verdad revelada. Ahora, en la calle, nos podemos encontrar a jóvenes que con orgullo proclaman que no leen, mientras en sus cinturas guardan la filosa espada de las ondas electromagnéticas de un teléfono que no comunica y sí daña. ¿Alguien les ha hecho vivir la palabra en sus corazones?, ¿se ocupan sus guardianes (padres, maestros, terapeutas, guías espirituales) de vivificar sus mentes con el silabario de la verdad?

Y tú que me lees, ¿no te encuentras en el mismo caso? ¿Ya revisaste tus hábitos lo suficiente como para saber si estás cumpliendo el mandato de Juan? ¿Sabes a qué te expones si no lo cumples? ¿Conoces el precio que tu vida y tu salud están de hecho pagando por no percatarte de lo que significa y obrar en consecuencia? Te puedo asegurar que también tú, como ese joven mediatizado, enfermizo e ignorante, estás en un desconocimiento pleno de las implicaciones para tu existencia de haber permitido que el aceite se dañara. Del vino podremos hablar más tarde, pues también del cáliz hay mucho por decirse, aparte de que le descubrieron una molécula que vuelve extremadamente longevos a quienes la consumen y de que si no es orgánico y además le añadieron potenciadores de sabor, puede causarte cáncer. De la cirrosis ni te hablo.

En algún momento cercano los dueños de los medios de producción y del mercado decidieron inculcarnos una idea sumamente perniciosa: si es blanco, transparente, incoloro o insípido sin duda es mejor, más nutritivo y puro, confiable y consumible. A partir de ese paradigma -quizá originado en el racismo en contra de la humanidad de pieles coloreadas por parte de los conquistadores de piel pálida y en la gran mancha de sus consciencias- se comenzaron a refinar los azúcares, las harinas, los aceites y cuanta cosa fuera posible blanquear para darle la apariencia de nívea virginidad, de pureza inmaculada.

Por dar un ejemplo más de esta perversa proclividad te menciono los tampones femeninos, cuya blancura se debe al sumamente irritante cloro con el que le “limpian” el color al tóxico material con el que está hecho para volverlo aceptable a las consumidoras incautas; ese prístino blanco irrita de manera crónica la vagina y la cérvix impulsando no sólo las infecciones recurrentes y un shock tóxico poco mencionado sino también el cáncer cervicouterino, pues la inflamación que el cloro produce vuelve al epitelio débil y enfermizo.

El aceite no podía quedarse atrás: le quitaron su color, su sabor y su olor; con ellos se fueron nutrientes esenciales cuya carencia produce muchas enfermedades. Ahora la moderna ciencia “descubre” que el consumo de aceites que contienen Omega 3, 6 y 9 previenen la retinopatía y las cataratas. Estimados científicos, permítanme decirles que el orden de sus enunciados si altera el producto que se traga uno con su ciencia:

Donde dicen: “El consumo del arándano ayuda a la visión nocturna.”,
debe decirse: “La carencia del antioxidante proantocianidina en la dieta produce ceguera nocturna en casos sensibles, por lo que una dieta que se presuma completa debe contenerlos en dosis adecuadas; recomendamos el consumo de arándanos frescos para enriquecer la dieta con esos nutrientes esenciales.”;

donde dicen: “La amigdalina ayuda a matar las células tumorales de cáncer que carecen de la enzima necesaria para desactivar el cianuro orgánico que contienen”,
debe decirse: “Una alimentación que contribuya con suficientes cantidades de vitamina B17 (amigdalina), puede evitar que las células aisladas precancerosas y cancerosas migren hacia el estadio del cáncer y del tumor maligno respectivamente pues en ciertos casos esa vitamina promueve la lisis de la oncocélula reciente sin dañar a las que están sanas; aconsejamos como medida preventiva completar la ingesta con las almendras de las semillas de la ciruela, del chabacano, del durazno y de todas aquellas que tengan su sabor almendrado característico, e instamos a la OMS a incluir esta vitamina como parte del cuadro básico de nutrientes, a definir el porcentaje recomendado diario de v.b17 mediante los estudios pertinentes y a realizar estudios epidemiológicos que aclaren si la carencia de este nutriente es parte de la etiología del cáncer”;

...por lo cual, donde recomiendan consumir ácidos grasos omega 3,6 y 9 para prevenir enfermedades, deben más bien declarar que su carencia las produce.

Cuando ingerimos óleos industrializados metemos a nuestro organismo sustancias para las cuales no está preparado pues no es una probeta de laboratorio: le hemos añadido conservadores y solventes dañinos. Para colmo lo consumimos después de esas alquimias malévolas, ya que le han robado elementos literalmente vitales para nuestros cuerpos: antioxidantes naturales que tenían la función de nutrirnos y salvaguardarnos del deterioro. A cambio de purificarlo le hemos despojado de vida y salud.
Además de lo anterior, para poder procesar nuestro organismo esos sebos de fábrica requiere justamente de aquellos ingredientes que la receta del químico le hurtó, por lo que no sólo no nos da lo que necesitamos, sino que además nos quita lo poco que tenemos de ello. De risa loca, en serio...
¿Ya estás suficientemente tenso, atento y asustado? Sígueme, lo que viene es peor, leerás el infierno en la Tierra sin salirte un milímetro del tema del aceite dañado.

domingo, 13 de enero de 2008

Síndrome Diabetogénico.

¿Por qué falla la terapia de la diabetes?

"Es muy terco: se va sin desayunar y cuando ya se está cayendo come cualquier cosa por allí."
"Tengo 30 años con mi enfermedad controlada, de vez en cuando puedo darme mis escapaditas sin problema."
"No toma la medicina; si le insistimos se enoja mucho con todos, ya ni le decimos nada por miedo a sus reacciones."
"Mire: de algo tenemos que morirnos; me doy mis gustos pa'que por lo menos la muerte me sepa bien."
"Es bien mañosa: compra sus panes a escondidas y anda comiéndolos cuando nadie la ve; ¡ni modo que ande persiguiéndola!"
"Los mexicanos tenemos el gen de la diabetes. No podemos hacer nada."

Quejas y justificaciones, discursos que se complementan entre sí perfectamente, dos pesos equivalentes en la balanza de la enfermedad ponen al fiel a señalar un cielo que no espera al impío diabetogénico. Los terapeutas del diabético, el enfermo mismo y las víctimas secundarias de la enfermedad se preguntan por qué en un número creciente de casos el diabético llega a su muerte como consecuencia de su padecimiento y no a un deceso por causas tan naturales como la vejez. Incluso en algunas cabezas, la diabetes es automáticamente una sentencia al pabellón del moribundo lento, a una condena a muerte que llega paso a paso, como el SIDA. ¿Por qué falla la medicina en curar si su fin es ese?, ¿en serio somos impotentes a la hora de la sanación? La respuesta es simple. La diabetes no es la causa de la enfermedad del diabético, sino la consecuencia de una enfermedad mayor: un transtorno obsesivo-compulsivo de la personalidad que notoriamente lleva a cabo su acción en los hábitos alimentarios. Así como el alcoholismo se origina principalmente en una personalidad propensa a la adicción, podemos hablar de una *predisposición a la diabetes como consecuencia de un transtorno psicosomático que libra su batalla en las formas de la ingesta convirtiéndolas en patológicas*. Propongo nombrarlo como Diabetogenia, Personalidad Diabetogénica o Síndrome Diabetogénico* y caracterizarlo detalladamente para volverlo visible y crear parámetros de detección precoz y oportuna (medicina preventiva).
De la misma forma en que un ortoréxico no puede ingerir aquello que considera insano, hipercalórico, hipovitamínico, lleno de contaminantes, o en corto, todo lo que piensa que se aleja de su idea morbosa de lo que debe ser una comida perfecta, y por ello perjudica su salud, su vida y a los que se encuentran en su círculo de influencia directa, como amigos, familiares y compañeros, así el diabético se lacera a sí y a los suyos si no obtiene una atención que le sane en aquellos ámbitos deteriorados de su ser. Ambos casos merecen un abordaje similar, una sanación que aluda también a la mente y al espíritu sin dar prioridad sólo a la parte materialista mediante dietas especializadas o fármacos iatrogénicos. Un terapeuta capacitado verá que el tratamiento de los trastornos alimenticios pasa por atender al enfermo integralmente y no atrevería una terapia unidimensional ante males que tienen tantos niveles y por lo mismo requieren de múltiples ayudas.
No se puede atacar un enemigo que no se ve. Mientras se remita el origen de la diabetes a manifestaciones secundarias -de un mal más profundo- creyendo que son el lugar donde nace el padecimiento, jamás se logrará la recuperación de ningún enfermo por completo. Dar por hecho que un abuso de grasas, carbohidratos, grasas trans y azúcares es sólo una peculiaridad alimenticia que vuelve a alguien propenso a contraer diabetes -y no admitir que en realidad estamos hablando de conductas compulsivas que encajan en un cuadro más amplio-, ha sido equivalente a creer (como en un principio se hizo tan equivocadamente) que el cigarro sólo produce un hábito pernicioso y molesto, no una adicción grave, mayoritariamente mortal, y que es fruto de la casualidad que una persona sacrifique su voluntad en las garras de una droga.
Al usuario de un producto que imaginamos que sólo por obra de una infortunada casualidad puede enfermar o esclavizar le daríamos sólo un consejo amable y laxo, en el mejor de los casos.
A un adicto cuya conducta le afecta gravemente a él y a todos los que le rodean le instaríamos a buscar tratamiento especializado con urgencia.
Trasladando estos ejemplos al cuadro diabético descubrimos la diferencia sustancial entre aconsejarle a alguien comer menos grasa, azúcar o harina y encomiarle encarecidamente a incorporarse a un grupo 24 horas de comedores compulsivos anónimos para superar su trastorno.
Por cierto, las restricciones que la ley está imponiendo a la difusión publicitaria del tabaco obedecen a razones que bien pueden aplicarse para hacer lo mismo con los alimentos chatarrra y además con aquellos que contienen azúcar refinado, aceites refinados, harinas refinadas y grasas trans (aceites hidrogenados). Sin embargo en este caso, no es tan visible que estos falsos alimentos causan más muertos que el negocio de sicarios que expenden nicotina. ¿Hay alguien en los medios supuestamente críticos que analice con afán salutífero los venenosos sucedáneos alimenticios producidos con estos ingredientes vacíos de nutrimentos?
El trastorno alimenticio del diabético tiene que vérselas con las mismas fuerzas oscuras que la adicción del fumador:
-Una sociedad permisiva que no llama las cosas por su nombre.
-Medios de difusión vendidos al mejor postor promoviendo productos que causan compulsión y muerte.
-Estimulación constante impeliendo a recaer una y otra vez en compulsiones malsanas.
-Terapeutas menguados para entender y tratar con éxito enfermos complejos, crónicos y achacados de males que pueden serles mortales, discapacitantes.
-Una industria farmacéutica que hará TODO para que el enfermo no sane y en cambio se convierta en usuario de medicinas que lo vuelven dependiente de ella.

Con este panorama, la cura de un diabético se convierte en un milagro.
Los milagros -permítanme recordarles- sí existen.

lunes, 7 de enero de 2008

Tolerancia Zero a lo que nos daña


TOLERANCIA ZERO

Los mercaderes de nicotina lograron ocultar durante decenios los daños a la salud que el tabaco causa a los fumadores activos y apenas recientemente se han tomado medidas a favor de los fumadores pasivos, insuficientes en los mejores casos y en los otros puramente simbólicas.

Este vicio tardó centenares de años en esparcirse por el planeta desde América. Los muertos por su culpa suman millones y día con día aumentan. La adicción que causa el alcaloide del tabaco no es sólo sicológica, también es física. Además es una de las tres adicciones más comunes por el orbe de nuestro mundo y de las que más ingresos causan a los vendemuerte. Sus otros dos grandes negocios son el alcohol y el teléfono móvil.

Para los licores ha sido evidente desde que se tiene registro histórico su toxicidad, por lo que el negocio del alcohol nunca intentó siquiera erigirse en defensor de su producto en contra de sus detractores. Lo único que no ha dejado de hacer ha sido promoverlo de múltiples formas, tantas como la prostituta del arte, la publicidad, le ha permitido de la mano de laxas leyes. Pero el caso de la segunda adicción legal, el tabaquismo, merece detenerse a revisarlo por lo menos de manera general porque es el antecedente paradigmático del triunfo del horno de microondas portátil: el teléfono móvil.

El peligro que conlleva la planta de tabaco fue evidente para algunos desde el principio, su uso por los primeros que tuvieron contacto con ella estaba y está restringido al tiempo y lugar sagrado de las ceremonias de los hombres y mujeres medicina (chamanes, vulgo dixit). En el lenguaje iconográfico americano el glifo que la representa está conformado por tres imagenes: la planta en sí y un hombre con gesto de ansiedad y terror atado, enlazado o encadenado a ella por medio de un mecate, lazo o cadena. Un ser apresa a otro que se ha acercado de más a él. Es evidente el mensaje.

Incluso a la llegada del tercer descubridor de este continente, el hombre europeo, circulaba una profecía que advertía que el blanco le faltaría al respeto al espíritu de la planta sacra del tabaco y éste en respuesta se vengaría duramente de aquellos que le profanaran de cualquier forma.

El glifo profético y la profecía oral no sirvieron para detener el inmenso negocio que el occidental encontró en un vegetal que convertía a sus profanadores en esclavos sin voluntad.

Acompañaron al debut en el mercado de la nicotina voces disidentes que evidenciaron los efectos adversos que se comenzaban a constatar en sus usuarios: doctores de todas latitudes divulgaron sus observaciones restringidos al ámbito de las publicaciones especializadas. No fueron escuchados.

Después los testimonios dejaron la pequeña escala del consultorio y saltaron a las grandes ligas: empezaron a surgir las evidencias estadísticas de correlaciones significativas entre el uso del estupefaciente y la merma de la salud de sus consumidores.

La industria tabacalera se alarmó y decidió actuar con firmeza. Ordenó estudios a científicos sobornados con jugosos lingotes para demostrar lo contrario o por lo menos para argüir la inocuidad de su droga y durante mucho tiempo se le intentó creer a las aseveraciones de esos malabaristas de las matemáticas y de la ciencia, sobre todo porque quienes hacían las leyes en el Congreso estaban forrados también de billetes para creer lo que fuera.

A Dios gracias, la verdad termina siempre desplazando la mentira. Ahora nadie puede negar que fumar enferma de miles de formas. Digna es de destacarse la creatividad que el ánima del tabacum nicotinum ha tenido para vengar la afrenta de quien acude a ella sin el debido respeto, es decir, sin ser parte de un ritual indio de sanación como oficiante, recipendario o testimoniante, como fue en las ceremonias de curación de María Sabina.

A pesar de que cualquier cuerdo no dudaría de la toxicidad del cigarrote, todavía existen adictos y cómplices suyos que ignoran que llevar ésta consciencia hasta sus últimas consecuencias pasa por reconocer que el humo de segunda mano es a veces más dañino para los fumadores pasivos que el que inhala directamente un drogadicto: ¿cuántos siguen exponiendo a los niños al neblumo de las 6000 toxinas y los 40 cancerígenos?

Si coincides con lo escrito ten fé, en algún momento cercano conseguiremos juntos que la permisividad al humo mortal y enfermizo sea nula. Tiene nombre este asunto, se le llama:

TOLERANCIA ZERO

...mientras trabajamos por este destino para nosotros y para todos, te invito a enterarte de una noticia idéntica, pero sobre un negocio que genera muchos, muchos más millones de dolares y que ha logrado posicionarse en menos tiempo y en más personas que la basura de la nicotina.

Click aquí (información veraz sobre el teléfono y la radiación).